El campeón que llegó en patera
Lo había sido todo en Camerún.Cinco veces campeón nacional, seleccionado para competiciones por Italia, Francia... Pero Eric decidió emigrar. Aunque se jugase la vida en su intento. Salió de África a bordo de una patera. Luego, años y años tirado en la calle, pasando penalidades. Hasta que el deporte le rescató.
Publicidad
La historia de Eric trasciende las conquistas, medallas y méritos que, como especialista en los deportes de contacto, lleva acumulando desde su adolescencia. En Camerún era un especialista reconocido. Se entrenaba a las órdenes de Jean Claude Bycou, todo un subcampeón mundial de full-contact, y podía haber hecho carrera. Pero su sueño era «llegar a España», poder tener «otra vida», aunque se viera obligado a dejar atrás familia y amigos. No. No aterrizó en Canarias en avión. Vino como lo hacen muchos . Metiéndose en una patera y rezando para tocar tierra: «Cuatro días y tres noches tardó en llegar la barca. En el trayecto murió un compañero. Cuando llegamos a Fuerteventura, todos salimos disparados a la carrera», recuerda. Fue el inicio de una odisea personal. Vivió en centros de acogida, durmió en el Parque Santa Catalina, se alimentaba con lo que podía, pasó las necesidades propias de estar tirado en la calle.
«Me bañaba en la Playa de Las Canteras y lo pasé muy mal porque, sin papeles, sin casa y sin dinero, se pueden imaginar la manera de sobrevivir. Eso sí, siempre traté de entrenarme. Aunque tuviese hambre y me mareara. Pero nunca dejé de correr y de hacer algunos ejercicios para poder mantenerme en forma», añade. Así, al tiempo que compatibilizaba su rutina con empleos ocasionales («coger fruta, cargar materiales de obra, portero de discoteca, lo que saliera...»), se apuntó a un gimnasio («costaba 45 euros al mes y renuncié a comer para destinar todo el dinero que pude reunir a pagar la matrícula»). Eso le cambiaría el destino.
En cuanto se puso en forma, llamó la atención de todos. «Nunca dije que en Camerún lo había ganado todo. Pero me vieron y fue inevitable que me preguntaran», evoca. Acabó empleado en el desaparecido Budokan, donde cuidaba el local a cambio de comida y cama. En paralelo hace sus primeras incursiones en competiciones canarias, donde sobresale al momento. Fue su despegue. Asiduo en la selección canaria de kick-boxing se hace con un nombre en el circuito nacional y, de golpe, le llega la suerte por la que dejó Camerún. Hoy es monitor en dos gimnasios. «Me veo así, recuerdo todo lo que pasé, y me pellizco. No me lo termino de creer», admite emocionado. Está casado. Es padre. Y es feliz.
Regístrate de forma gratuita
¿Ya eres suscriptor? Inicia sesión