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El Cabildo pone fin a la desidia

Viernes, 17 de julio 2020, 08:42

A veces los árboles no dejan ver el bosque. Más o menos eso es lo que pasó en el pulso a cuenta de si el grupo Riu podía o no derribar el viejo hotel Oasis y levantar en su lugar lo que le apeteciera a la citada empresa turística. Y esos árboles que impedían ver el bosque no solo eran Riu y su directo competidor, el grupo Lopesan una competencia que, cuando es sana, revierte en beneficio propio y, sobre todo, del lugar en que mantienen su pugna, sino, sobre todo, la maleza que durante años dejó crecer en la zona un Ayuntamiento de San Bartolomé de Tirajana que fue el paradigma de la desidia y la mala gestión. Cuando hablo de maleza no me refiero a la que crece en el palmeral, pero, ya puestos, también a esa, que se convierte en la prueba del algodón de la incompetencia pública en la defensa de un referente medioambiental y paisajístico. Añadamos a esto que tampoco los últimos gobiernos de Canarias estuvieron a la altura, pues su maraña legislativa y administrativa favorecía precisamente el empantanamiento de los proyectos de inversión, por no hablar de cómo se explica que un hotel declarado en situación de obsolescencia estuviese abierto y con categoría de cinco estrellas. Todo ese cúmulo de despropósitos cayó sobre la mesa de José Miguel Bravo de Laguna, que ayer demostró lo que es ver el bosque y olvidarse de los árboles que entorpecen la visión. ¿Había algo que proteger? Esa era la pregunta inicial. ¿Cómo hacerlo sin contravenir la legislación y sin sentar el peligroso precedente de que la inseguridad jurídica es parte de nuestra idiosincrasia? Pues como ha hecho el Cabildo; elevando la mirada y analizando qué es lo que se debía realmente preservar. Y, planteado así, la respuesta fue fácil: mucho más que un edificio sujeto a mil y una modificaciones y al que, como reveló la propia Riu en uno de sus informes, lo dejaron literalmente morir. Lo realmente valioso es el entorno palmeral, la Charca, frente de playa y faro, tanto por sus valores paisajísticos y medioambientales como por su historia. Se da, por tanto, un paso determinante para salvar el turismo de calidad, preservar el paisaje y poner en valor la historia. Ahora solo es cuestión de que Riu y Lopesan asuman que no hay vencedores ni vencidos. El primero puede derribar y hacer otro hotel; el segundo encuentra respaldo a su reivindicación de que no se genere una pantalla visual que oculte el palmeral, y Gran Canaria resuelve de un plumazo la herencia de la desidia política de años anteriores y se garantiza un desarrollo ordenado para una joya de la corona paisajística junto a la otra pieza de orfebrería turística: Meloneras. opinion@canarias7.es

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