Discreciones

Al ministro Luis de Guindos le extrañó el otro día que la soberanía nacional se ausentase justo en el momento en que iba a explicar el riesgo de una solemne multa europea. Fue en la comisión de Economía, después de estar más de tres horas partiéndose la cara por un colega al que no pudo dar pasaporte al Banco Mundial. La sala llena, más diputados que en los plenos, más micrófonos y cámaras que en un derbi , el aire acondicionado a tope. Todo por un asunto menor, ya saben, algo que no llegó a ocurrir. Una casualidad que se corrigió sobre la marcha, no un error ni un apaño. Una decisión discrecional que resultó poco discreta, inconveniente, acaso inoportuna. Un clásico liberal, el ministro. Todo es cuestión de oportunidades; los negocios son así, le faltó como remate.

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Terminó de despachar el trance y la sala se desvaneció, como ocurre en esos partidos de fútbol donde el público resignado se marcha sin quedarse a ver los goles del último minuto. Como pasó en Sevilla hace una semana; esos goles que el árbitro propicia si el resultado no se ajusta a la doctrina vigente. Entonces, a puerta vacía, fue el turno de las cosas serias, las que marcan los goles en la historia. Traía el ministro recados de Bruselas, que si no se ajusta el déficit en cuatro meses la multa no bajará de los 5.000 millones de euros, y cosas así. Y para eso hace falta un gobierno firme, serio, capaz de poner las cosas en su sitio. Justo lo que no tiene este país, hay que darse prisa, y otros versos similares. Todo ha de valer para frenar la caída. Porque el pueblo no sabe de economía, no es conveniente celebrar nuevas elecciones. Antes resolverlo aquí, con estos mimbres destartalados. Qué más dan las minucias, Soria, Barberá, Valencia entera, Bárcenas sin ordenadores ya más sereno. Primero ensordecen al país entero y luego se quejan de que nadie les escucha. Adiós, McLuhan; el ruido es lo que importa.

Las urnas no hacen milagros, como ya es sabido. La economía tampoco, como quedó demostrado con las ayudas a los bancos. 26.300 millones de euros prestados por el Estado para tapar los agujeros en el ladrillo nunca volverán, lo saben hasta las golondrinas. Por eso toca hacer grandes esfuerzos a los pequeños. Otra vez. Gane quien gane.

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