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Desde Katmandú al Himalaya

Katmandú te golpea nada más bajarte del avión. Envolvente y caótica, dibujada en tonalidades ocre, la puerta de entrada al Himalaya por Nepal vive en la anarquía, alentada por la influencia del turismo multicultural que la inunde. El olor a incienso y especias se entremezcla con el polvo que desprenden sus desvencijadas calles.

Lunes, 20 de julio 2020, 08:01

Sin orden ni criterio, tampoco valor arquitectónico, sus laberínticas rúas empedradas recuerdan a una selva de asfalto y hormigón. Aquí también impera la ley del más fuerte a ritmo de claxon y acelerones: o te paras o te atropello. El peatón siempre tiene las de perder.

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Una pátina tenebrosa parece contagiarlo todo. Sus habitantes, sobre todo los más jóvenes, han asimilado la mascarilla como un complemento más en su rutina. La polución barniza cada rincón, es visible a diez metros y le confiere un aspecto industrial a la ciudad que, por latir artesanal, no la tiene.

Sin embargo, la asimilación de la multiculturalidad, la mezcla grotesca de las franquicias globales con el hollín y la manufactura de sus habitantes, le enriquecen, retrotrayendo a sus visitantes 30 o 40 años atrás. También su profundo arrraigo y respeto a sus deidades. El Islam, en menor medida, convive con el induismo y el budismo sin guettos compartimentados ni conflictos aparentes. La ciudad, fluye y se transforma constantemente, entre poseidas motocicletas y mochileros en busca del techo del mundo. La confusión, en Katmandú, es una virtud.

Adiós al ruido.

Para los doce montañeros grancanarios a los que acompaña CANARIAS7 es su último contacto con el ruido y el reloj. La lluvia, que por un momento pareció purificar el entorno, se fue debilitando a medida que se agotó la jornada. Y con ello el peligro de que se cancelase el último trayecto en avión. El que se debe hacer, si la climatología de nuevo no da un bandazo, a primera hora de esta mañana. Será cuando, en un trayecto de 45 minutos, y con el impulso de una avioneta ligera, los expedicionarios alcancen Luckla, el último pueblo antes de comenzar, a casi 2.800 metros, la travesía por el Himalaya, primero hasta el campamento base del Himalaya y luego, finalmente, el Island Peak.

Atrás quedaron más de diez horas de vuelo desde Madrid, con cuatro de escala en Estambul, que se amortiguaron con un traslado cómodo y las ganas por calzarse cuanto antes las botas de alta montaña.

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