Coronas
La distancia es larga, pero la línea que las separa bien estrecha. La de Loli es una vida sin pausa, torrencial, urgente. El horizonte circular de esta joven ganadera se mueve en el triángulo que conecta los pueblos de Ingenio, Telde y Valsequillo, en el margen oriental de Gran Canaria. De los baifos al queso, del mercado al reparto a domicilio. Cuenta el reportaje de Gaumet Florido (CANARIAS7, 11 de marzo de 2016, páginas 42 y 43) que Loli Hernández se desenvuelve en el agresivo entorno del mercado agrario con la soltura disponible a las cinco de la madrugada, y la potencia suficiente para mover el mundo de un lugar a otro todos los días. El esfuerzo de una mujer para mantener la tierra en su sitio.
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El economista Carlos Sebastián sostiene que vivimos en una sociedad donde el empresario "valora más la cercanía al poder que la calidad de la gestión y la organización de la empresa". Y donde la política “legisla para favorecer a determinados grupos, alimentando una cultura clientelar que limita gravemente el crecimiento”. Lo explicó ayer en una entrevista en El Pais, donde recalca que los partidos políticos, al nutrirse de funcionarios, han activado una dinámica que facilita la impunidad y la corrupción. Mientras los gestores públicos aprovechan el coche oficial para llevar a su hijo al cole, las Lolis se parten el pecho a diario sin derecho a distraerse.
El otro extremo de la cuerda es todo un símbolo. Letizia Ortiz, reina de profesión, resumió en una frase antológica el estado de la cuestión, el valor del poder regalado. "Nos conocemos, nos queremos, nos respetamos. Lo demás, merde" ("mierda" dicho en francés), le dijo a uno de sus amigos, empresario de turbia frecuencia en los juzgados. Lo demás, Loli, es todo esto. Claro que algunas, por muchas coronas que se pongan, no entienden la fertilidad del estiércol.
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