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Casas entre rocas a golpe de pico

Viernes, 17 de julio 2020, 10:55

Los vecinos de Artenara combaten el calor del verano zambulléndose en cuevas, las que velan los sueños de la mayoría de su población y sirven de ermita, museo, restaurante, bodega,... En sus frescos muros amortiguan el infierno de la calle y sus pétreos tejados les dejan margullar en el presente y el pasado. Una vida entre cumbres de roca talladas a pico.

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En el municipio menos poblado de Gran Canaria una cueva es un tesoro, aire acondicionado gratuito en verano y en invierno, el escenario de la vida doméstica diaria antes y después de la Conquista. No hay otro en las Islas con más tradición urbana troglodita, cuyas raíces se remontan al pasado aborigen, tanto que, según el último inventario realizado por el Gobierno de Canarias, el 17% de los 108 conjuntos de casas-cuevas censados en la Isla estaban dentro de las lindes de Artenara.

La aproximación por carretera a su casco urbano, sea por Valleseco o por Gáldar, va dejando claro que abrir oquedades en los riscos, a golpe de pico, fue siempre un oficio con salida en estos parajes de la Cumbre. De hecho, hasta el siglo XX casi todas sus viviendas eran cuevas. En 1850 sólo había dos casas de muros de mampostería frente a unas 500 labradas por piqueros, gremio al que se dedica uno de los monumentos que adornan el núcleo más poblado. Hasta el XIX lo era el poblado troglodita de Acusa Seca, que tenía ermita y cárcel pétreas incluidas.

En el casco sólo las viviendas más nuevas carecen de dormitorios bajo piedra. Son cocinas, baños y salones los que, preferentemente, se tuestan de día al sol, quedando los sueños a salvo en la acogedora humedad de los muros de piedra. Muchos de sus barrios siguen siendo madrigueras rocosas.

Pero en Artenara el trabajo de los piqueros no sólo produjo casas. También labraron ermitas, como la de la Virgen de La Cuevita, hornos, alpendres, restaurantes, bodegas,...

Un testimonio eficaz de ese tesoro se resume en el museo etnográfico dedicado a las casas-cueva, otro lo ofrece el interior, y el exterior, del segundo templo citado, y un tercero, sin mover el coche del casco, está en el túnel que lleva al espectacular mirador de La Cilla.

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Dos pueblos labrados que no deben faltar en un recorrido por de Artenara son Acusa Seca, con vistas al Bentaiga y al Roque Nublo, y el pago alfarero de Lugarejos, faro de la cerámica prehispánica junto a Hoya Pineda (Gáldar) y La Atalaya (Santa Brígida).

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