Bienvenida la guerra al PP de Canarias
El PP de Canarias tiene muy oxidadas las mañanas democráticas después de años de cesarismo de José Manuel Soria. Ha bastado su retirada, para que aflore el debate interno que, para bien del propio partido y de la sociedad canaria, depura esa etapa afinando los instrumentos de elección del presidente y de sus máximos órganos. El PP canario ha dejado de ser un bloque monolítico. La aparición de candidatos a la presidencia, abiertamente colocados en frente de la oficialidad que representa Asier Antona, dispara el debate y pone patas arriba un partido que ha perdido el miedo al control y en el que líderes y militantes están dispuestos a operar cambios intensos rompiendo los moldes de los paseos militares a los que estaban acostumbrados. Aunque una gran parte del debate interno está siendo colocado en los medios de comunicación, la decisión sobre la presidencia del Partido Popular de Canarias no está en ese ámbito. Algo podremos aportar a la militancia y su decisión sobre los candidatos y sus cuitas, pero mucho me temo que el nivel de influencia lo tienen otros, los propios militantes, el control de aparato, los cargos públicos, lo que haga Madrid y el mismo proceso electoral que trata de imponer un sistema de elección complejo, aún desconocido, y que promete novedades muy a la americana, en el que son las circunscripciones, los municipios o comités locales, los que tienen la última palabra. Las sensaciones que la militancia y la sociedad tengan sobre los distintos candidatos es uno de los factores por los que se pelea en el PP. De ahí las campañas en las redes sociales y en los medios de comunicación, pero no es el factor determinante del proceso. Los argumentos en los que más se esmerarán los contrincantes van dirigidos a las bases del partido. Es en esa clave en la que hay que entender que los críticos señalen a Antona como autor de un engaño, como un relevo de Soria y como un continuador de su estilo. Es exactamente el mismo mensaje hacia el interior del partido de la delegada del Gobierno, Mercedes Roldós, cuando acusa a Cardona de despreciar las siglas del PP y al propio Rajoy en la campaña de las municipales y autonómicas, cuando la crisis quemaba. Los argumentos de uno y otro bando tratan de incidir en la opinión de la militancia. El proceso de elección, tal y como está diseñado por el aparato, es largo y complejo, y se lleva el gato al agua el que más apoyo recabe a través de los que están a pie de calle, los líderes locales, que suelen coincidir con los alcaldes electos o los cabezas de lista que ya han pasado también por el escrutinio del aparato. Ninguno de los nuevos aspirantes tiene amarrado totalmente el voto de la militancia, por lo que es muy previsible que las distintas orientaciones intenten, mediados o no por Génova, llegar a un acuerdo y presentar una sola candidatura. Será aquella que presente ante los demás la firma de los avales de la militancia, que será el primer termómetro con el que se decidirá quién accederá a las elecciones, quien encabezará una lista en caso de fusiones y quien se la disputará a Antona, que es, sin duda, el mejor colocado en esta carrera. El actual presidente del PP es quien mejor controla el aparato, y a los cargos públicos, es decir a los alcaldes y presidentes de los comités locales, que ya han proclamado su lealtad y su voto favorable. Y es que en este proceso hay otra clave: el mecanismo de elección. Los críticos gritan al unísono: ¡Un militante, un voto! Que es la fórmula más democrática, y la que prometió para el partido en Canarias Asier Antona. Pero frente a las promesas comienzan a correr las sospechas de que en los próximos días se amañará desde el partido la formula de votación. Aún hoy, ni los candidatos ni los militantes saben exactamente cómo van a votar en el Congreso, si con la fórmula más democrática, un militante, un voto, si a través de un sistema de compromisarios, como el que ha imperado hasta el momento, o con una fórmula mixta, que es la que se aprueba este fin de semana en el Congreso Nacional y que puede ratificar el próximo lunes la Junta Directiva Regional. El sistema de elección del presidente y directiva del PP con el que se pretende cumplir con las promesas de democratización del partido, conocido como sistema Maíllo es muy peculiar, al mejor estilo americano de circunscripciones electorales. Propone dos votaciones. Una directa de los militantes, por aquello del lema. Ahora bien el recuento será por circunscripciones insulares. Se establece una segunda votación de compromisarios en el Congreso. A simple vista el sistema complica, en exceso, el proceso de votación y se lo pone mucho más difícil a los críticos y a los militantes, que tienen que, primero, prestar avales a los candidatos, en segundo lugar votar directamente en una urna instalada en cada isla y en tercer lugar prestar su apoyo a los compromisarios que votarán en el congreso. De prosperar este sistema, ahí no queda la cosa. En la votación directa de los militantes se impone un sistema de circunscripciones insulares, es decir, para que un candidato llegue electo al Congreso tiene que recabar más del 50% de las circunscripciones, esto es ganar en cuatro de las siete islas y además tener quince puntos más que el que quede segundo. A todas luces el sistema parece una auténtica muralla con la que se disfraza la promesa, un militante, un voto y con la que se dificulta la labor para recabar votos desde fuera del aparato. Si ningún candidato obtiene esta mayoría requerida, se someterán al escrutinio de los compromisarios en el Congreso, por los que, previamente, habrán luchado los candidatos recabando avales y votos, serán los compromisarios los que decidan directamente en el Congreso. Si llega un candidato claro los días 17,18 y 19 de marzo, fecha en la que está previsto el Congreso regional, éste solo tendrá que ratificarlo, de lo contrario, si llegan más de uno, tendrá que elegirlo. La falta de concreción sobre el procedimiento para la elección, las listas o censo de militantes y las condiciones establecidas para poder ejercer su derecho al voto, la incorporación de nuevos militantes, y otros detalles del proceso nunca usado. La tradición de que Madrid señala al candidato idóneo y el resto de la organización se las arregla para darle cobertura democrática en congresos a la búlgara, creo que también ha quebrado en Canarias en esta nueva etapa. El mismo hecho de que sean cuatro los candidatos ya ha desestabilizado el rudimentario mecanismo que utilizó, una y otra vez, José Manuel Soria. No hay duda sobre la intervención de Génova, pero ahora obligada a conciliar posturas entre las distintas facciones, para no dejar un partido fracturado. Cardona, Bento y Tavío se han hecho visibles para Madrid y ya no podrán poner la mano o hacerse la foto con uno de ellos para señalar el camino a la militancia y a quien dirige a los que tienen sus cuotas al día, como hizo, de forma absolutamente extemporánea la escasa inocecia de Ana Pastor, presidenta del Congreso, la pasada semana con Asier Antona. Lo razonable, en política pocas cosas lo son, es que Génova dialogue y procure, que, como mínimo, lleguen solo dos candidaturas a la última votación y, en última instancia, que la ganadora sea lo suficientemente generosa para que integre a los perdedores. En esta nueva etapa, es en el seno de la organización, entre la militancia, de donde surge el presidente del PP y los órganos de poder interno, pero en un proceso aún no definido, sometido a las presiones de última hora, cargado de cambalaches y matices, en el que intervienen múltiple factores, y donde los poderes orgánicos y fácticos del partido parece que tendrán la última palabra. Es ahí donde se da la campaña, en determinar quién tiene derecho a voto, cómo votar, en lograr que los militantes se incorporen en el apoyo de cada una de las candidaturas y por parte de los críticos, conseguir que el aparato juegue limpio. Es en el cuerpo a cuerpo, en el terreno de juego, y en el que los nuevos tiempos, los de la democracia interna en los partidos, impone la transparencia en el manejo del aparato y voluntad democrática.
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