A la búsqueda del símbolo perdido
A Las Palmas de Gran Canaria, por muy diversos factores en el tiempo y en su forma de ver y entender ciertos asuntos, le faltan algunas cosas como un símbolo, un monumento o un gentilicio que la defina y la identifique con precisión ante los ojos del mundo, de ese orbe internacional con el que tan conectada ha estado a lo largo de buena parte de su historia y que ha hecho que se la considera siempre como una urbe verdaderamente cosmopolita, la más universal del Archipiélago Canario. Ahora, con gran acierto pues estas cuestiones deben surgir de la costumbre, del uso vecinal y popular, para extenderse luego, poco a poco, en otros ámbitos, se ha puesto en marcha una campaña en busca de un símbolo para Las Palmas de Gran Canaria, «un icono que marque su promoción exterior, a la que ya cientos de personas han respondido en las páginas de CANARIAS7 con el envío de sus ideas y propuestas sobre este asunto. He leído con detenimiento muchísimas de ellas y me parecen no sólo de interés sino, y esto es lo más importante, que hacen patente el enorme interés que estas personas tienen por esta ciudad, por una ciudad que, desde el cariño, muestran como verdaderamente suya. Este es el camino para asentar un símbolo, la imagen de un monumento representativo de la ciudad o un mismo gentilicio, pues son cosas que no se pueden instituir desde arriba, oficialmente, pues quedaría en pura artificiosidad. Esto me recuerda la respuesta que daba la Real Academia Española en septiembre de 1998 al informe sobre el uso que hacía en mis artículos y libros de un posible gentilicio para los habitantes de esta ciudad, desde la libertad creativa de todo autor, máximo cuando tal término no existe oficializado, ni en la tradición. En su carta el entonces director de la institución, Fernando Lázaro Carreter, tras afirmar como siempre le había preocupado «por qué no hay gentilicio correspondiente a Las Palmas de Gran Canaria», a lo que añadía como «la sugerencia que usted propone me parece acertada», concluía en que «no toca a la resolver Academia, la cual no crea palabras, ya que eso es responsabilidad de los hablantes». Es por ello que ahora, cuando entre todos se lleva a cabo esta oportuna propuesta, por mi parte me atrevería a lanzarme en pos de la búsqueda del símbolo perdido, aunque suene algo a Indiana Jones. Y es que Las Palmas de Gran Canaria casi desde finales del siglo XVIII contó con un símbolo, ó marca heráldica como se lo denomina en ámbitos más técnicos, que con enorme claridad, belleza y precisión la definía y la simbolizaba junto con el escudo municipal oficial. Un símbolo sencillo que aunaba una palmera y un can, con algunas pequeñas variantes que se introdujeron o se perdieron al discurrir del tiempo. Se pudo ver en la propia fachada de las Casas Consistoriales, y se puede ver aún hoy en objetos artísticos propiedad del Consistorio, en el pedestal de las cuatro estaciones que señalan el paso de Triana a Vegueta donde antes estuvo el Puente de Piedra, o en un friso del edificio del Gabinete Literario. Sobre ello escribió con amplitud Juan Gómez-Pamo, en el libro Escudo Heráldico de Las Palmas de Gran Canaria, que hicimos varios autores con motivo del 500 aniversario del escudo oficial de la ciudad, y fue editado por la Real Sociedad Económica en el año 2006. En 1978 este símbolo antiguo y difundido, que también se puede ver en hermosos medallones ornamentales del Salón Dorado de las Casas Consistoriales, se utilizó como logotipo de las conmemoraciones del 500 Aniversario de la fundación de la ciudad, aunque en esta ocasión en la variante de dos canes y una palma. En fin, al salir a la búsqueda de un símbolo para la ciudad nos encontraremos también con uno que, digamos, se había perdido, pero que hoy con un mínimo rediseño que lo ajuste a las exigencias de las composiciones de imagen más actuales puede ser una buena opción como símbolo histórico y de futuro de esta Noble y Leal Ciudad Real.
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