50 años de fiestas de interés turístico

Lunes, 20 de julio 2020, 21:05

Gran Canaria asistió en los primeros años sesenta del siglo pasado, como lo hizo gran parte del país, a un nuevo e imparable ciclo de impulso turístico, que se acogía como verdadero motor de un progreso económico imprescindible, pero que también traería consigo a la postre cambios sociales, culturales y hasta políticos. Ya en el año 1961, en la apertura de un Ciclo de Conferencias sobre Economía Canaria, que la Real Sociedad Económica de Amigos del País organizó inspirada por este ambiente que olfateaba el futuro, se subrayaba que se trataba entonces de «despertar la inquietud de todos aquellos que no deben permanecer indiferentes ante la coyuntura que fenómenos mundiales, como el desarrollo del turismo, plantean en el ámbito insular, y que, dentro de sus peculiares actividades, han de contribuir al auge de nuestra economía» En ese ánimo de impulsar el entonces incipiente sector turístico, que debía aprovechar las novedosas y crecientes ansias viajeras y vacacionales de un sector cada vez más numeroso de la población europea, fundamentalmente, se dan entonces numerosas disposiciones no sólo para regular el funcionamiento de esta industria, sino para contribuir a su expansión, desde una propuesta original, sugerente y singularizada; era el momento, para lo bueno y para lo malo, de lo que luego cuajó en aquello de Spain is diferent. Entre esas disposiciones aparece la Orden Ministerial de 30 de septiembre de 1964, publicada en el BOE del 19 de octubre siguiente y firmada por el entonces ministro Manuel Fraga Iribarne, que establece «la denominación honorifica de Fiesta de Interés Turístico para aquellas fiestas o acontecimientos que se celebren en España, cualquiera que sea la índole de los mismos y que ofrezcan una importancia real desde el punto de vista turístico», pues la misma Orden reconocía como uno «de los atractivos de mayor raigambre y realce que ofrece España a los extranjeros que la visitan, así como a los propios nacionales, lo forma el amplio panorama de fiestas, de variada índole, que se desarrolla en nuestro suelo a lo largo del año» Sin embargo, la idea que impulsaba esta disposición no era absolutamente nueva, pues desde siglos atrás los festejos populares y otros acontecimientos tradicionales habían atraído el interés y la mirada de muchos viajeros, que incluso dejaron sustanciosas obras que las recogían y contribuyeron a difundirlas y, en casos, mitificarlas hasta cierto punto. A comienzos del siglo XX los esfuerzos por la promoción turística no sólo acarrearon la creación de juntas de turismo, la edición de revistas turísticas, la construcción de todo tipo de infraestructuras y la mejora de los transportes interiores, sino una mirada a las grandes posibilidades que ofrecía tanto el paisaje natural y la arquitectura histórica, como la existencia de usos y costumbres tradicionales que serían de enorme atractivo para los nuevos viajeros: «El turismo». En relación directa con todo ello Néstor Martín Fernández de la Torre, el eximio artista al que Fray Lesco nominó como «tribuno de la revalorización de Gran Canaria», en su célebre conferencia de 1936 sobre el turismo y la isla, no dudó en resaltar como «el turista pide siempre lo que para él es exótico, es decir, el producto propio del país que visita». En aquel primer ciclo del turismo, a trancas y barrancas en diferentes momentos de las tres primeras décadas del siglo, ya se puso sobre el tapete la importancia que tenían eventos como la Semana Santa y el Corpus Christi o determinadas fiestas tradicionales y populares, como la de El Pino en Teror, para la promoción de un turismo ávido siempre de novedades y emociones diferentes. La Orden Ministerial de 1964, que requería un acuerdo previo del Ayuntamiento del lugar correspondiente, por lo que la iniciativa se ponía en manos municipales en el caso de Teror es así y se encarga una relación de méritos y valores de las Fiestas de El Pino al presbítero Florencio Rodríguez Artíles, coadjutor de Teror, que da cumplimiento al artículo 2º que exige una «historia resumida de su institución y desarrollo»-, dará sus frutos a lo largo del año siguiente en cuatro resoluciones «de la Subsecretaria de Turismo por la que se concede la denominación de Fiesta de Interés Turístico a las fiestas españolas que se señalan», tres de ellas firmadas por el Subsecretario de Turismo Antonio García Rodríguez-Acosta y la cuarta, por delegación, por León Herrera y Esteban. La primera de 25 de enero de 1965, publicada en el BOE del 10 de febrero, da tal denominación a 12 fiestas señaladas y características de toda España propuestas por sus respectivas Corporaciones Municipales, entre ellas las Semanas Santas de Zamora y Málaga, la Fallas de Valencia, la Romería del Rocío de Almonte en Huelva, las Fiestas del Pilar de Zaragoza ó los San Fermines de Pamplona, así como la primera de las de Canarias que consigue su declaración como Fiesta de Interés Turístico, las «Fiestas Lustrales de la Bajada de la Virgen de Santa Cruz de La Palma (Tenerife)». Días después, el 20 de febrero, y publicada en el BOE del 5 de marzo, se nominarían nueve fiestas más, entre ellas las “Fiestas de San Ginés, de Arrecife de Lanzarote (Las Palmas de Gran Canaria)». El 18 de mayo, con publicación el 1 de junio, se denominan once nuevas fiestas, pero no aparece incluida ninguna de estas islas. En el cuarto y último grupo de ese año, con fecha de 8 de julio y publicación en el BOE del 28 de julio, se dará denominación de Fiestas de Interés Turístico a la Fiesta de Nuestra Señora del Pino, Villa de Teror (Las Palmas de Gran Canaria), y junto a ella a la Octava del Corpus y Romería de San Isidro, de la Villa de la Orotava (Santa Cruz de Tenerife) Tras varias reformas, como la del año 1968 BOE del 8 de abril-, esta denominación y el respaldo administrativo y promocional que llevaba aparejado se diluyó en los años ochenta, pese a la trascendencia de todo tipo que tenía y significaba para estas fiestas y para el sector turístico. Ahora, al conmemorarse el 50 Aniversario de aquella primera denominación de Fiesta de Interés Turístico, justa y legítimamente el Ayuntamiento de Teror y el Cabildo de Gran Canaria reivindican, con la presentación de la solicitud de Declaración de Fiestas de Interés Turístico Internacional, que se retome, con la por supuesto imprescindible actualización de la misma, esta denominación para la Fiesta de El Pino, de la que ya en julio de 1965 se destacaba por el propio subsecretario de turismo la «excepcional categoría religioso-popular y folklórica de estas tradicionales y entrañables fiestas», pues como ha señalado el actual concejal de Turismo, Santiago Ojeda, la Virgen del Pino «significa mucho» para Teror, pues convierte a la villa «en un paso obligado no solo para los religiosos, sino para todo los turistas internos y nacionales», a la vez que «suponen un patrimonio cultural y turístico para el municipio de incalculable valor». Una denominación que no sólo reivindica una fiesta histórica, singular, relevante como la de El Pino, sino que resume y simboliza siglos de historia de viajeros, turistas y promoción turística.

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