La ruina de nunca acabar
Llegó el Eibar y el traje que le hizo a la UD fue de cuidado. Un meneo en toda regla que confirma la pésima pinta que tiene este equipo, roto en sus costuras y por el que desfilan entrenadores sin impacto alguno. Con Paco Jémez parecía que sí... Pero tampoco.
Hablar de descenso en enero es el presente de la UD, víctima sangrante de un proyecto lastimoso y que le tiene en puertas de la Segunda División. Hay partidos y puntos por delante y por algo se ha traído a Jémez, aunque viendo lo que muestran los jugadores, analizando su competitividad, haciendo un recuento de méritos y capacidades, reflexionando acerca de rendimientos individuales y colectivos, las conclusiones no pueden ser más funestas. No hay casualidades a estas alturas de la temporada. Las Palmas da el cante en la categoría, queda retratada por sus números y, hoy por hoy, es el chollo que todos se rifan. En el colmo del funeral, gradas despobladas, murmullos de desesperación, invocaciones a ninguna parte, caen en combate, y de la manera más desgraciada posible, dos jugadores más. Bigas, palabras mayores, y un Samper al que parece que le han hecho brujería. Desde que llegó en verano del Barcelona le ha pasado de todo, y nada bueno. Así, entre partes de enfermería, derrotas, resignación cristiana y fracasos malvive la UD. Anoche, frente al Eibar, firmó su enésimo descalabro. No le sacó provecho ni a ir ganando. Se vino abajo en cadena y desmintió todos los buenos propósitos que traía en cartera el nuevo entrenador. Ni rastro de ese fútbol pasional, responsable, solidario e intenso que pregona Jémez. Vuela el calendario y nada cambia. Una puñalada en el corazón de todos los que esperaban señales de vida, de los valientes que siguen fieles a su butaca en el estadio dispuestos a dejarse la garganta.
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Días atrás, en el partido de Copa ante el Valencia, se dieron momentos para la esperanza. Chispazos al inicio, una declaración de intenciones que invitaba a creer. Nada de eso se vio ayer. Si es dañino perder, más supone hacerlo dejando sello de equipo rendido, sumiso a las maldiciones, paralizado en su desgracia. Y como la competición no espera a nadie, a la UD el resto le saca muchos cuerpos. Puede que ya demasiados.
La primera mitad dejó más ruido que nueces. Apostó Jémez por un once salpicado de apuestas. Chichizola bajo palos, Lemos en el banquillo (luego salió y, para variar, fue una calamidad de las grandes), bola para Momo y Toledo en las bandas, timón encargado a Peñalba, que se juntó en el eje con Samper, y Viera lo que quisiera. De todo menos previsible quiso ser el entrenador de la UD, conocedor de que enfrente Mendilibar ya había hecho todas sus cuentas. No funcionó la fórmula y eso favoreció el despliegue de un Éibar por momentos abusón. Apenas se gustó Las Palmas en mitad de la ofensiva que le plantearon y tuvo ratos de verdadero apuro. En la banda izquierda, Dani vivió un infierno con Ivi. En la derecha, tampoco tuvo mucho respiro Simón ante el japonés Inui. Dos puñales en la cal para abrir en canal la defensa. Tarde y mal en las ayudas Samper y Peñalba, la consecuencia resultó inevitable. Una UD partida, colgada de acciones individuales y varios escalones por debajo de la ortodoxia colectiva del contrario, entero, bien plantado y que obligó a Chichizola a paradas de videoteca, como la protagonizada a cabezazo de Inui, y, también, a barrer mil y un balones colgados en su rectángulo. En el otro extremo, Dmitrovic como espectador accidental y hasta estirando para soportar los rigores de una tarde con nubes negras.
La tuvo el Eibar sin que concretase su asedio, impotente Jémez en instrucciones que no cuajaban, hasta que Viera y Toledo se asociaron para hacer sangre. Jonathan había estado tan excitado como fallón, quizás perdido en esfuerzos que no le corresponden. Chirría verle combinando entre los centrales. De Toledo, tres cuartos de lo mismo. Pero, cuando les llegó el momento, ahí estuvieron. Viera inventó con un pase filtrado para la zancada de Toledo, a quien derribó Arbilla cuando encaraba. Penalti rotundo. No falló Viera, que ya cargaba varios penales errados, y colocó, para sorpresa de todos, un 1-0 que era agua bendita. Para la que estaba cayendo, ganar era un ejercicio de supervivencia perfecto.
Todo colgaba de que Jémez pusiera el despertador en el descanso y escarmentara a la tropa. Por lo que se vio, nada de nada. Volvió a las andadas la UD, confiando en lo que fuera para domar a un Eibar soberbio, que está a otro nivel y peleón en cada palmo del campo. Así se explica su crecida imparable para poner coto a Chichizola, misión bien sencilla, por otra parte.
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Encerrada Las Palmas, incapaz de ganar metros, largar una contra o discutir la pelota, todo se convirtió en una cuestión de paciencia. Tenía que pasar y acabó pasando. Por el camino se quedaron Bigas y Samper. Y otros muchos que, sin retirarse en camilla, se tomaron la tarde libre, por no entrar en términos más hirientes. Primero golpeó Orellana en una acción a balón parado. Ver la disposición de la defensa a la hora de ajustar marcas y fijar posiciones llama al drama. Resultado, Orellana remató a placer y en boca de gol. No era cuestión de rechazar tamaña cortesía.
El 1-1 era, en realidad, una mentira. Una mentira que no llegó a durar ni cinco minutos. Se elevó Enrich para poner el segundo y confirmar los peores temores, los que enterraban a la UD pese al maquillaje de tanto tiempo en aparente paridad. Un mundo separa a unos y otros y el golpe de realidad así lo constata.
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Todo lo que vino después fue la constatación de que esta UD no alcanza para más. Incluso se temió más el tercero y un correctivo mayor porque, ahí las esencias de vencedor y vencido, los muchachos de Mendilibar mantuvieron su pujanza y no negociaron un balón, mientras que el anfitrión, sin excepción alguna, jamás dio la impresión de poderse ir para arriba y buscar un golpe de suerte. Estaba echado el candado, bajada la persiana y bien tensados los candados.
Pocas evidencias maneja a día de hoy Jémez para resucitar a la UD. Persisten los males endémicos (preparación física deficiente, lagunas tácticas, ineficacia grupal, dependencia de Viera, que no puede en solitario contra once), hay jugadores que son injustificables (lo de Lemos, por concretar, ya roza el escándalo), el único fichaje que salió a escena (Peñalba) fue invisible y otros nombres piden banquillo a gritos (léase Simón o Dani Castellano), entre otros puntos negros. Claro que no hay otra cosa. Y se teme que lo que viene sea peor que lo que ha pasado. Tremendo.
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Ficha técnica:
1. UD Las Palmas: Chichizola; David Simón, Ximo Navarro, Bigas (Lemos, min. 29), Dani Castellano; Samper (Javi Castellano, min. 71), Peñalba; Hernán Toledo, Jonathan Viera, Momo (Tana, min. 67); y Calleri.
2. SD Eibar: Dmitrovic; Capa (Rubén Peña, min. 60), Oliveira, Arbilla, Cote; Alejo (Orellana, min. 71), Dani García, Joan Jordán, Inui; Sergi Enrich (Escalante, min. 80) y Charles.
Goles: 1-0, min. 32: Jonathan Viera, de penalti. 1-1, min. 73: Orellana. 1-2, min. 77: Sergi Enrich.
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Árbitro: José Luis González González (Comité Castellano-Leonés). Mostró tarjeta amarilla a los jugadores locales Dani Castellano (min. 42), Hernán Toledo (min. 57) y Lemos (min. 63), y a los visitantes Sergi Enrich (min. 18), Arbilla (min. 31) e Inui (min. 84).
Incidencias: partido de la decimoctava jornada de LaLiga Santander disputado este sábado en el Estadio de Gran Canaria ante 12.059 espectadores.
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