el fracaso consumado: la ud ya está en segunda
La UD durmió anoche como nuevo equipo de Segunda División después de su derrota ante el Alavés (0-4). Las esperanzas de salvación del equipo eran testimoniales: debía ganar y esperar a que el Levante perdiera. Y así, durante todas las jornadas que quedaban. Pero no hubo lugar ni a la carambola y sí un abrupto final.
I. S. Acedo / Las Palmas de Gran Canaria
Jueves, 16 de julio 2020, 15:29
Con cuatro jornadas de antelación, tal y como aconteció en la caída a Segunda B en 1992, la suerte de Las Palmas, para mal, quedó dicha. Un registro negativo que, además, se ve condimentado con otro dato sin precedentes: 23 derrotas en la máxima categoría. No tiene suelo esta plantilla que, en números y sensaciones, deja un rastro que pasará a la hemeroteca por negativo y de infame recuerdo. La entidad, desde 1949, el año de su fundación, suma con el actual ocho descensos, seis de ellos de Primera a Segunda y otros dos más de la categoría de plata a la de bronce. La peculiaridad del que se da en esta ocasión radica en que es el primero que ocurre en el Gran Canaria, hasta ahora escenario precintado a disgustos de este calibre, más allá del célebre Cordobazo de 2014, y, también, inaugura el serial durante el mandato de Miguel Ángel Ramírez, quien, desde 2005, el año en el que accedió al cargo, no había experimentado este fracaso. Tres años después de la que había sido su gran conquista, recuperar el sitio entre los mejores del país tras trece campañas de espera, ve cómo Las Palmas regresa a Segunda y por la vía rápida.
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Nunca antes se había dado una pérdida de categoría en Primera con tanta prontitud como la que ahora se registra, lo que pone bajo sospecha a todos los profesionales que han tomado parte en este naufragio, que no son pocos. Cuatro entrenadores y casi cuarenta futbolistas utilizados, lo que da cuenta del manicomio en el que se convirtió el proyecto. Si se añaden matices extravagantes como que se ha pagado a jugadores que ni han llegado a debutar (Emenike) y se alcanzaron acuerdos con entrenadores que nunca ejercieron como tales (De Zerbi o Almirón) el despropósito alcanza ya niveles intolerables.
La UD desembarcó en la jornada decisiva agarrada a un finísimo hilo de esperanza y que se sustentaba en vencer y rezar. A trece puntos de desventaja del Levante, todo pasaba por ganar y esperar el derrumbe del conjunto valenciano en las cinco jornadas que restaban. Conscientes de que eso era un imposible, al menos hubo conjura para aplazar en lo posible el descenso matemático y regalarle a la afición un resultado positivo. Pero la UD, que lleva sin ganar doce encuentros consecutivos, definitivamente, no es de fiar y patinó por todo lo alto. Desde anoche, el 22 de abril entra a formar parte de la historia más siniestra del club. Un día de luto y que coronó una temporada ignominiosa de principio a fin.
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