Agoniza la UD, emerge Chichizola

Las manos salvadoras de Chichizola le evitaron a la UD una sacudida definitiva en su visita a Riazor, partido en el que, sin valerle otra cosa que no fuera ganar, terminó a rastras, colgada del larguero y defendiendo un empate que es puro cianuro.

Ignacio S. Acedo e Ignacio S. Acedo (Enviado Especial) A Coruña

Jueves, 16 de julio 2020, 20:19

De poco a nada valen ahora las conclusiones constructivas. Un vistazo a la clasificación, ya el calendario en su estación final, invita a todo menos al confeti y la purpurina. Con el Levante a seis puntos y el Madrid como próximo adversario, Las Palmas volvió a firmar una mala jornada. Y van unas cuantas así. Todas las proclamas ambiciosas que se habían aireado en la previa quedaron en cenizas a la vista de lo sucedido sobre el césped. Fue ponerse 0-1 la UD con el fabuloso gol de Halilovic, en un inicio espumoso y que invitaba, para que se activara la habitual desconexión de cada partido. Tal fue el paso atrás, cuando la disposición era inmejorable para despedazar al Depor, que hasta última hora estuvo en el alero el botín menor de las tablas. Hay que revenciar a Chichizola, salvador, una vez más, y preguntarse, cuestión también reiterativa, a qué demonios juega este equipo, incapaz de ganarle a nadie y que va a requerir de milagros para salvar el pescuezo si es que, al final, suena la flauta.

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Competirle a este Deportivo, valgan todos los respetos, tampoco constituye una proeza de hemeroteca. La UD encontró lo que se esperaba. Un rival quebradizo, al que hizo sangre a las primeras de cambio y que tuvo a su antojo mientras le duró el empuje. Si por algo se vino arriba el grupo de Seedorf fue por el encogimiento visitante. Da la sensación de que a Las Palmas no le da nunca para noventa minutos en pulmones, cultura táctica y armonía. Y con esto, en Primera, pasa lo que pasa. Si encima se añaden gestos desde el banquillo que son un tiro en el pie, las dificultades se redoblan. Paco Jémez eligió a Aquilani o Javi Castellano por delante de Erik. Músculo en la zona ancha a costa de reforzar a Calleri y asegurarse presencia en el área. Enfrente tenía al más goleado de la categoría. Ni eso le invitó al atrevimiento en la pizarra.

Bajas al margen, pronto quedó desmentida la supuesta vena ganadora de la UD en esta ocasión. Un 4-1-4-1 reservón, cesión de metros e iniciativa al Depor y Halilovic como alma nostálgica y solitaria en sus empeños de hacer algo mencionable con la pelota. Atrás, Chichizola multiplicado. Del resto, poco o nada se supo. Tremendo el despropósito en el momento menos oportuno. Quien esperó una aparición valiente y decidida topó con la realidad más descarnada de una UD sin rumbo y que no perdió de carambola. Nefasto mensaje para los que aún aguardan por su resurgir.

No pudo empezar mejor la mañana con el gol de Halilovic. Nadie había roto a sudar todavía y el escenario estaba a pedir de boca. Sublevado Riazor en contra de directiva y jugadores, la UD se agarró a una genialidad de Halilovic, una jugada que firmaría el mismísimo Leo Messi, para cobrar ventaja. El croata robó el balón en la divisoria y se lanzó en galope al área, decidido a finalizar el asunto como hacen los grandes. No se le ha visto cosa igual a Alen desde que llegó al club, catorce meses han pasado, y la lástima es que no valiera para ganar esta salvajada que se marcó engullendo metros y rivales. Un 0-1 que debía haber bastado para gobernar el partido sin derecho a réplica. Por momentos todo indicaba que sería así, muerto en vida el conjunto gallego, incapaz de hilar dos pases, enfangado en su anarquía. Volvió a intentarlo de lejos Halilovic, que olfetaba el segundo. Pero las intenciones terminaron disipándose, y más por una cuestión de raza que de arte, el Depor se vino arriba. Por la tremenda metió a Las Palmas en el rectángulo de Chichizola. Empató aprovechando un fallo en la marca a Albentosa, que cabeceó a placer con Aquilani fuera de lugar, y no paró de probar al portero argentino ya hasta el final.

No es noticia que Chichizola se convierta en el héroe a cuenta de sus apariciones y paradas. Ayer, en Riazor, más de lo mismo. Antes del descanso evitó hasta tres goles más, que ya es decir. Una salida providencial a pies de Adrián, otra tapada a Lucas y una intervención quirúrgica a zapatazo de Muntari dejaron las cosas como estaban, un éxito viendo la que estaba cayendo. El Deportivo apisonaba a Las Palmas poniéndole lo que había que poner.

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Tras el descanso, nada cambió. No varió el electrónico de chiripa. Tampoco la inclinación exagerada a Chichizola, al que dejaron solo ante el peligro. Le remataron de lejos y de cerca, al palo y por fuera, entrando de norte a sur, por la diestra y la siniestra. Con la UD abierta en canal, se intuían males mayores. Pero siempre estuvo Chichizola, capaz de aparecer cuando todos le creían vencido. De las muchas que sacó, hay que ver con deleite esa mano a testarazo de Sidnei en el minuto 86. Bajo palos, rodeado de jugadores, de repente le cae una bola que se cuela y, en la milésima justa, estira el brazo y la saca de manera memorable. Antes había perdonado Lucas por partida doble y, después, Bakkali también la tuvo con un lanzamiento que se marchó fuera por dos dedos. No hubo justicia poética para un Depor que sí la buscó, a diferencia de la UD, rácana en sus esfuerzos y cuyo consuelo, Chichizola al margen, vino con las pinceladas episódicas de Halilovic. El croata fue un verso suelto e incomprendido, sin auxilio de los compañeros a la hora de armar fútbol, aislado y cercado. Del resto que quisiera ganarse el puesto o conservarlo, mejor no entrar en más detalles. Y de Jémez y sus planteamientos, decisiones y cambios, los números le evidencian. Diez de 36 puntos posibles, camino de los tres meses en el cargo y con la salvación más lejos que cuando llegó, y el agravante de que quedan menos partidos.

Por mucho que se justifique o invente, su presencia está siendo irrelevante con las estadísticas en la mano. Vino para levantar esto y ya ha igualado hasta Ayestarán, que se tiró siete jornadas consecutivas sin ganar.

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Ver para creer.

Terminar pidiendo la hora ante el Deportivo y para no perder es la publicidad que se trae de un día señalado en el que su equipo estaba llamado a demostrar con hechos que quiere y puede seguir entre los grandes. Después de lo visto en Riazor, de constatar la enésima oportunidad perdida, queda mirar al cielo, esperar desplomes ajenos y que lo que no ha pasado en casi ocho meses se dé en uno y medio. De traca.

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