Subidón con Manolo Jiménez
A punto de cumplirse un mes de trabajo con el técnico andaluz, y a dos semanas del inicio de la Liga, en la UD, jugadores y dirigencia, se tiene la certeza de que la contratación del entrenador ha sido un acierto pleno.
Manolo Jiménez llegó bendecido a la UD, campeón en Grecia y rechazando ofertas que aquí no podían igualar. Como si le guiara una intuición de que Las Palmas le aguardaba para escribir una nueva historia de éxitos. El andaluz sedujo desde el primer momento a Miguel Ángel Ramírez, con el que mantuvo una reunión en Madrid antes de que las partes se decidieran a unir sus caminos. Entonces ya exhibió un rasgo que resultó definitivo para lanzarse a por él: es un ganador y detesta perder. Si venía a la UD, significó, era para ascender, daba igual si cubriendo la vía más larga o cogiendo atajos, ya fuera con fútbol armónico o la versión más pragmática posible. El asunto es que el equipo esté en junio en Primera División. «Si quieres subir, tu hombre es Manolo», le dijeron al presidente varios asesores e intermediarios a los que consultó. Branko Milovanovic, jefe de scouting internacional, y que conocía al andaluz de su aventura conjunta en el AEK de Atenas, fue especialmente insistente. Dicen que a Toni Otero le llenaba más el ojo Luis Milla.
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Y no es un secreto que Pepe Mel contaba con todas las bendiciones del propio Ramírez. Milovanovic no cedió. «Es el mejor», martilleaba el ejecutivo balcánico, cuya preferencia acabó por encima de las demás. Hecha la elección, faltaba constatar sobre el terreno todas las referencias. Y cubierto casi un mes de pretemporada, a dos semanas del inicio de la competición oficial y con el buen sabor de boca que dejó el último amistoso ante el Marítimo de Funchal, la sensación que hay en el club es que no se ha errado el tiro.
«Vamos en la dirección correcta. Tenemos un entrenador que se ha hecho con el vestuario desde el primer momento, que transmite dedicación y entusiasmo, que tiene las ideas claras y sabe lo que quiere y la manera de conseguirlo», presumen en la zona noble del Gran Canaria. Son conclusiones fundamentadas y que se vertebran en opiniones del vestuario (todos los jugadores, sin excepción, están encantados con el míster) y de lo que transmite el propio entrenador tanto a nivel público (ruedas de prensa modélicas y sin salidas de tono) como privado (siempre ha convencido con sus razonamientos consecuentes cuando ha despachado con la dirección deportiva y el presidente). Y eso, viniendo de tiempos recientes (Setién en huída, Márquez superado, la ruina de Ayestarán, la transición dolorosa con Paquito y qué decir del hundimiento clamoroso con Paco Jémez), es oro en terciopelo.
Fichajes consagrados
Jiménez, que domina el oficio como pocos tras una vida en los vestuarios, primero como defensa de raza y luego como entrenador igualmente pasional, ha empapado a sus jugadores de esa obsesión. Muchos llegaron con el gen incorporado. Araujo, Rubén Castro, Deivid, Cala, Raúl Fernández, Mantovani, Nauzet, Mir, Lemos, Rivera o Sacko podían haber seguido compitiendo en una categoría superior. No vinieron por los euros. También les influyó el plan trazado por un técnico que atrae y que se gana a los suyos de manera incondicional. La imagen de Araujo dejándose los pulmones en labores de presión ya demuestra que algo está cambiando, y para bien, en una plantilla crecida y a la que ha inoculado, en dosis parejas, hambre, autoestima y carácter.
«Yo no vendo humo», ha dicho en alguna de sus comparecencias ante los medios de comunicación. En realidad, jamás lo hizo y ni hay motivo para que cambie de política en la UD. Ha pedido incorporaciones que eleven el nivel y que vengan lo antes posible para engrasar la maquinaria, demanda lógica y nada altanera. Ramírez y Otero se esfuerzan en esta dirección. Pero lo hacen confortados: se avanzó mucha tarea y, lo principal, hay entrenador, con mayúsculas. Quizás sea el propio Jiménez el mejor de los fichajes. El tiempo se encargará de esclarecerlo.
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