Una bailarina de cinco metros, como metáfora del empoderamiento

El parque de juegos infantiles situado en la intersección entre la calle Simón Bolívar y León y Castillo (parque Blanco) será el punto de partida de un recorrido que llevará el espectáculo hasta el corazón del parque de Santa Catalina. Por el camino, la protagonista efectuará una serie de paradas en las que irá interactuando con el público.

Las Palmas de Gran Canaria se convierte en la segunda parada del recorrido del espectáculo ideado en 2018 y estrenado en 2019 en la cita chilena Santiago a Mil.

El Temudas recibe a esta enorme bailarina de cinco metros de altura, diseñada en madera y piezas mecánicas, con la que, segúnla compañía propone «una potente apuesta estética y una exhibición de belleza mecánica ligada a una dramaturgia sin complejos que pretende llegar a lo profundo de cada espectador».

El director artístico de Antigua i Barbuda, Jordà Ferré, el actor y dramaturgo Guillem Gefaell y la directora del Festival de Teatro Música y Danza de Las Palmas de Gran Canaria, Marisol García, avanzaron ayer detalles de esta producción, con la que el festival Temudas alcanza el ecuador de su 23ª edición.

Según sus creadores, La bailarina «es un grito mecánico por la feminidad», así como «un símbolo de la fuerza femenina».

Con este espíritu Antigua i Barbuda, compañía especializada en teatro de máquinas, levanta una producción en itinerancia que busca la complicidad del público. Manejada por cuatro personas y acompañada de la DJ Pia Nielsen (Miss Q), una de las grandes de la escena catalana, y la actriz Isabel Herrera, La bailarina invitará a los asistentes a participar de la fiesta con ritmos y bailes.

La danseuse es una obra de teatro de máquinas gestada a partir del objeto en movimiento. Desde la creación de la pieza central, en 2015, hasta el estreno de este espectáculo en 2019, en Santiago de Chile, la criatura ha pasado por un proceso evolutivo en el que, como pieza aislada, ha recorrido distintos puntos de la geografía, ha sido protagonista de actos festivos y sociales, además de reclamo para niños y adultos, y ha formado parte de la exposición que el Festival Cruilla de Barcelona dedicó, hace tan solo unas semanas, a la obra completa de la compañía Antigua i Barbuda.

A lo largo del camino, a través de la observación y el estudio, se han integrado diferentes disciplinas y conceptos hasta dar con una sólida fusión entre técnica y arte.

El relato se divide en cuatro actos, cuatro paradas, que sin ser «ni panfletarios ni melodramáticos» celebran la era del poder de la mujer con una gran fiesta, pero según explicó el dramaturgo Guillem Gefaell «era inevitable pasar también por las zonas oscuras o dolorosas».

«La historia parte de la bailarina y, durante el proceso de observación de la máquina, nos dimos cuenta que teníamos un tótem», señaló Jordà Ferré. Guillem Gefaell añadió que «teníamos una bailarina destinada a ser delicada y sensible dentro de su caja de música, pero estos atributos, sin ser negativos, se convierten en un estigma del que tiene que liberarse y demostrar que también es fuerte y salvaje».

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