Scorsese, uno de los nuestros

Los premios Princesa de Asturias, tan dados en muchas ocasiones a la mercadotecnia, harán justicia en los próximos días con el galardón al director norteamericano, sin el que no se puede entender la evolución del cine en las últimas cuatro décadas. Y eso a pesar de sus fracasos.

Jueves, 16 de julio 2020, 19:08

Cuenta la leyenda que el genial Billy Wilder andaba algo molesto porque Martin Scorsese (1942) no lo mencionaba nunca entre sus grandes referencias cinematográficas y que cuando le preguntaron su opinión sobre las películas de éste, no se le ocurrió otra cosa mejor que contestar que sí le gustaban sus filmes, pero que le regalaría un trípode. La broma venía a cuenta del estilo de rodar de Scorsese, sobre todo en sus inicios, con esa cámara al hombro sin estabilizador que acompaña a los actores al modo de la escuela francesa contemporánea y que era todo un signo de ruptura del Hollywood más clásico.

Publicidad

Sea o no cierto lo que cuentan de Wilder, se le perdona la crueldad porque lo cierto es que Martin Scorsese tiene entre sus muchos méritos haber creado un estilo visual propio que, a su vez, se alimenta de influencias diversas. Y no solo de los inestables manejos de cámara del cine europeo a partir de la Nouvelle vague, sino en gran medida de los patrones de la industria americana y, por supuesto, del neorrealismo y posteriores ismos del cine italiano.

Cuando reciba el Princesa de Asturias de las Artes en los próximos días, Scorsese tendrá a punto de estreno su última –por ahora– película, The Irishman, donde regresa, cual hijo pródigo, a uno de los temas que mejor ha retratado –los entresijos de la mafia– y rodeado de los suyos, esto es, Robert de Niro y Joe Pesci, entre otros.

Porque Scorsese es uno de los nuestros. Sí, la película del mismo nombre, pero también un director de colegas, con la habilidad de conseguir que los suyos se conviertan en los del gran público, ese que lo identifica con De Niro, Di Caprio, el propio Pesci y un elenco de técnicos entre los que destaca, por su fidelidad de años, la montadora Thelma Shoomaker.

Lo cierto es que cuesta encontrar entre los críticos especializados alguno que no incluya al menos un título de Scorsese entre las mejores películas de los últimos cuarenta años. Para elegir hay varias: Taxi Driver, Toro salvaje, Uno de los nuestros, La edad de la inocencia, Casino... Pero también hay fracasos, y algunos estrepitosos, como New York, New York o Kundun, películas más polémicas que meritorias –La última tentación de Cristo–, obras menores que vale la pena recuperar –Jo, qué noche! [al que puso el título en español habría que mandarlo a galeras al lado de Charlton Heston de por vida] y otras que pasaron en su día con más pena que gloria y que luego han sido reivindicadas porque quizás se adelantaron a su época –El rey de la comedia–.

Publicidad

Vayamos al principio: ¿cómo llega a ser Scorsese el gran director que es? Como otros muchos de su generación, de la mano de un productor que buscaba talento a bajo coste. Ese fue Roger Corman, que le brindó apoyo, como otra pléyade de directores en los inicios. Un Scorsese que venía de haberse alimentado en la infancia y adolescencia en el cine de su barrio en Nueva York viendo cine clásico al tiempo que asistía como espectador en vivo y en directo a la gran película de la vida: basta con ver Uno de los nuestros para entenderlo. Influido también por la industria televisiva, que ya había cambiado la forma de dirigir de los cineastas de la costa este en los años 70, Scorsese despunta primero con Malas calles y después da el campanazo con Taxi Driver (1976). El mérito se lo lleva siempre el director pero Taxi Driver no sería lo mismo sin Robert de Niro interpretando a un taxista en su particular descenso a los infiernos de quien se cree el justiciero de la ciudad y sin el guion de Paul Schrader. De las manos de ese genial escritor de cine, también metido a director, han salido alguna de las mejores historias del cine contemporáneo y Taxi Driver sin duda lo es. Quizás sobra el cameo del propio Scorsese pero lo compensa con creces habiendo convencido a un clásico del cine como el compositor Bernard Hermann para aportar la banda sonora.

El éxito encumbra a Scorsese y a su banda de amiguetes pero cuando se sube muy alto siempre hay posibilidad de sufrir mal de altura. Es lo que pasa factura rápidamente y lo hace porque, como él ha reconocido, digiere el éxito con compañías poco recomendables: alcohol y, sobre todo, cocaína. Y con la industria a sus pies dejándole hacer en New York New York, (1977) de la que se salvan los números musicales interpretados por Liza Minelli pero poco más.

Publicidad

Al margen del fracaso comercial y de contribuir a que las productoras cortasen las alas de los directores con demasiadas ínfulas creativas –bastante tenían con Michael Cimino y ya por esa época con Coppola y el batacazo de sus estudios Zoetrope–, New York New York enlaza con otra de las pasiones de Scorsese y también de sus contribuciones como cineasta: la música y su traslación a la pantalla. Pocos directores han filmado documentales sobre grupos, solistas o actuaciones con la solvencia de Scorsese, que lo hace además con un estilo propio en esas creaciones, pues el clasicismo de The Last Waltz tiene muy poco que ver con los montajes frenéticos de sus películas de ficción.

En los años 80 y 90 Scorsese vive su esplendor, tanto entre la crítica como entre el gran público y también con la industria, aunque Hollywood le regatea el Óscar como director y dárselo por un remake como Infiltrados (2006)es un flaco favor a su talento de creador.

Publicidad

En los 90 el director se permite además un lujo reservado a pocos: tocar con éxito palos tan diferentes como el drama de época (La edad de la inocencia), el thriller (El cabo del miedo), el cine negro (Uno de los nuestros) e incluso el biopic tirando a trascendental (Kundun).

Después, una vez consagrado, no siempre ha acertado pero pocos pueden presumir de que cada nueva película despierta expectación. Por eso esperamos The Irishman con fruición.

Una clase de cine italiano y la reivindicación de Kazan

Martin Scorsese (Marty para los suyos) no esconde sus orígenes italianos. Es más, presume de ellos. Basta con ver las cuatro horas de documental Mi viaje a Italia (2001), donde disecciona el cine de aquel país y la influencia en sus películas. Es un canto de amor al país de sus padres pero es, sobre todo, una lección de amor al celuloide, con una capacidad pedagógica envidiable. Porque en su retrato del Nueva York más indómito y de las relaciones fraternales que pueden surgir entre los criminales de la mafia hay mucho del neorrealismo italiano.

Publicidad

Ese amor por el cine, por la capacidad de seducir y también engañar al espectador, le llevó a dirigir Hugo, en 2011, quizás uno de sus pocos títulos en los que encaja eso de para todos los públicos.

También la devoción por el cine y el hecho de ser ya un director consagrado al que se le permite todo le permitió una pirueta tan arriesgada como reivindicar a Elia Kazan. Y no porque este director no lo mereciera sino porque quedó marcado para siempre como un delator en los tiempos de la cacería contra los comunistas en la industria de Hollywood. Scorsese le dedicó un documental reivindicativo y, por si fuera poco, convenció a la Academia para que le entregase en 1999 un Óscar honorífico. Como esa decisión levantaba ronchas que ya eran ampollas, Scorsese se gastó y junto a De Niro salió al escenario a dar la estatuilla a Kazan ante un auditorio dividido.

Noticia Patrocinada

5 películas con otras tantas lecciones

Taxi driver 1976

Travis está como las maracas de Machín pero es que vive en una ciudad que también está para que la encierren. Taxi Driver es, sobre todo, Nueva York y al espectador se le invita a subirse a un taxi que juega a ser el barco que conduce a los infiernos. Con Robert de Niro especialmente inspirado, una niña llamada Jodie Foster sorprendiendo con su oficio en un papel desagradable y Schrader en el guion, la película aparece siempre en las antologías de las que marcan época.

Toro salvaje 1980

La historia del boxeador Jake La Motta es otro descenso a los infiernos en la gran pantalla de quien lo tuvo todo y lo perdió todo. Quizás como Scorsese en una etapa de su vida. La película fue aclamada por la crítica pero no tanto por el público. Rodada en un blanco y negro que hace más llevadero el espectáculo de sangre que ofrece cada vez que los boxeadores suben al ring, mención aparte merece De Niro, que engordó unos 25 kilos para que no todo fuera arte del maquillaje.

Publicidad

Uno de los nuestros 1990

Cuando se habla de la mafia en el cine, El Padrino no puede faltar. La primera y la segunda. Pero también hay que incluir Uno de los nuestros, una película coral, con ritmo trepidante, con una banda sonora que encaja como un guante y con una historia de familia, de traiciones, de venganzas y, sobre todo, de violencia que engancha desde el primer momento. Entre los muchos méritos aquí de Scorsese, el habernos hecho creer que Ray Liotta podía ser un gran actor -repasen su trayectoria...

La edad de la inocencia 1993

Al espectador despistado quizás podía pasarle lo que al seguidor de Harry el Sucio cuando entraba a ver Los puentes de Madison y se pasaba media hora preguntando qué le había pasado a su Clint Eastwood... Pues aquí igual: Scorsese dio un giro copernicano al adaptar la novela de Edith Wharton y llevarnos otra vez a Nueva York, pero al de finales del siglo XIX, con una historia cargada de pasiones refrenadas, sensibilidad, juegos de miradas... y una ambientación espectacular.

Publicidad

El lobo de Wall Street 2013

Tras alejarse de Robert de Niro, justo cuando el actor empezó a copiarse a sí mismo, Scorsese encontró a Leonardo DiCaprio. Entre sus colaboraciones, El lobo de Wall Street es quizás la más redonda y debió haberle valido el Óscar como mejor actor al intérprete. La película es la actualización al estilo de Scorsese de La hoguera de las vanidades pero llevada al mundo de las finanzas y, sobre todo, el capitalismo sin límites ni escrúpulos. Lo delirante de la historia está retratado con maestría.

Este contenido es exclusivo para suscriptores

Regístrate de forma gratuita

Publicidad