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«Los delitos de cuello blanco son los que asolan Canarias»

Alexis Ravelo publica la novela negra ‘La ceguera del cangrejo’, que se presenta el día 28 en la Fundación César Manrique.

Jueves, 16 de julio 2020, 18:58

El que mueve los hilos en la sombra pocas veces, por no decir que ninguna, sale a la luz y paga las consecuencias por unos actos que transitan fuera de la ley. Así sucede en todo el mundo, incluido, por supuesto, Canarias, donde la corrupción política comenzó a campar a sus anchas a raíz del desarrollo turístico iniciados a partir de los años 60 de la pasada centuria.

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Esta realidad sobrevuela la acción de La ceguera del cangrejo (Siruela), la nueva novela negra del grancanario Alexis Ravelo, que transcurre en la isla de Lanzarote y donde revive el activismo de César Manrique para la defensa del territorio y contra la especulación y la corrupción.

«Mi trabajo consiste en hacer lo que ya decía Jim Thompson, decir que las cosas no son lo que parecen. Lo que diferencia esta novela de otras mías es que en este caso hablo de delitos de cuello banco, que son los que asolan Canarias. Tenemos bajos índices de criminalidad, pero son altos en estos casos, porque tenemos muchas zonas turísticas y un territorio muy limitado», explica el escritor isleño con mayor trascendencia nacional de la actualidad. Sin ir más lejos, se sienta con este periódico para hablar sobre los entresijos de su tercer título en Siruela tras presentarlo en Madrid y recorrer varios eventos literarios peninsulares.

La ceguera del cangrejo abre también más puertas dentro del devenir literario de Alexis Ravelo, a pesar de que reconoce que se trata de «una novela negra clásica». «Nunca había tratado el tema del desarrollismo y la vinculación político-económica de una forma central en mis novelas. Los había abordado tangencialmente. Estas cuestiones y estos delitos estaban presentes en mis novelas, pero en el fondo, no en la superficie. En esta ocasión, los trato de lleno», desvela.

Otra novedad, reconoce, ya es más estilística y atañe al desarrollo cronológico de la historia de esta ficción. «Quería meter, por primera vez, a un muerto en el principio del libro. He buscado que la novela se centrase también en el luto, en el dolor de la pérdida, en la carencia que se siente cuando alguien querido fallece. Es lo que le sucede al entorno de Olga», explica.

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¿Quién es Olga? Pues una historiadora del arte que pierde la vida en Lanzarote cuando daba los últimos retoques a una biografía sobre César Manrique. Su fallecimiento se debe, en apariencia, a un accidente, cuando intentaba tomar unas fotografías para su libro. Su pareja, Ángel Fuentes, es un militar que estaba destinado en el Líbano cuando sucedió esta tragedia y que meses después decide desplazarse hasta la isla para documentarse sobre lo sucedido y recoger las pertenencias de Olga, incluido el libro casi terminado. A medida que pasan las horas, comienza a ver que la tesis del accidente tiene lagunas significativas.

Para abordar cuestiones tan dispares, Alexis Ravelo descubrió que César Manrique era un hilo conductor fantástico. «Era la excusa o metáfora perfecta para abordarlos. Es el núcleo irradiador de toda la novela», explica a la vez que reconoce que La ceguera del cangrejo debe mucho a la Fundación que vela por el legado y los principios del artista conejero con la mayor proyección internacional de la historia.

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«Lo de trabajar sobre César fue una sugerencia de Fernando Gómez Aguilera [director de actividades de la Fundación César Manrique] y me pareció un filón. Todo surgió durante el verano-otoño de 2017. Acudí a la Fundación para dar una conferencia y comenzamos después a hablar sobre estos temas. Fernando me sugirió abordarlo en una novela, aprovechando las celebraciones de este año del centenario de su nacimiento. La Fundación me concedió una beca de residencia, me abrió todos sus archivos y me permitió trabajar y conocer en profundidad la isla. Yo nunca había vivido allí, solo la conocía por trabajo o como turista. Me dediqué durante un año a sufrir en Lanzarote», apunta con ironía y entre risas.

El responsable de la saga de Eladio Monroy, aunque «hablar de César Manrique es hablar de Lanzarote y hablar de esa isla es hablar de César», optó por contar en la novela los últimos años de vida del genial artista. «Están muy vinculados a una verdadera batalla contra el desarrollismo. Se libró de una forma muy interesante. Mientras el ecologismo lucha por reacción y protesta cuando los desarrollistas quieren intervenir en el terreno, César se adelantó a su tiempo, como en tantas otras cuestiones. Creó con José Ramírez Cerdá y su equipo un modelo de explotación sostenible que, además, funcionaba muy bien. Ese es el modelo que se pone en peligro, sobre todo a partir de los años 80. Gracias a César no fue demasiado salvaje en Lanzarote. Todo el mundo allí fue solidario con su modelo. Tenemos que reflexionar sobre el modelo turístico de sol y playa que, desde los 60, asoló todo el territorio de costa de este país. En Canarias, no somos ajenos. Vas al Sur de Gran Canaria y Tenerife y después visitas Marbella y parece que estás en el mismo sitio», apunta con pesar.

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Ante cuestiones como éstas, existen dos vías. La lucha, por la que apostó César Manrique, y el silencio y mirar hacia otra parte. «La ceguera, a la que alude la metáfora del título de la novela, es una manera de adaptarse al medio y sobrevivir. Es muy difícil asumir un compromiso si tienes hijos a los que mantener. Siempre funcionan las redes clientelares, en todos los países. La política chica hace que dependas del cacique de turno. En Canarias se acentúa, por nuestro hecho archipielágico. Si vives en Cuenca y el cacique te agobia, te coges el coche y te vas a vivir a un pueblo a 40 kilómetros y en menos de una hora vuelves a ver a tu familia. En nuestro caso, te ves obligado a irte a vivir a otra isla», aclara sin reproche alguno hacia los que no levantan la voz ante los atropellos políticos y económicos, porque, entre otras cosas, tiene claro que «España sigue siendo feudal y todos seguimos pagando los diezmos de las glebas».

Manrique, por su parte, lo tuvo claro. «En algunas intervenciones quisieron conquistarlo, pero él, al ver la película, se salió del cine. Yo no le voy a dar una aspirina a un muerto. Esa frase no está por escrito, pero me consta que es suya», añade el autor de títulos como Los milagros prohibidos (2017) y La otra vida de Ned Blackbird (2016), ambos editados también por Siruela.

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Subraya que La ceguera del cangrejo nace tras un largo proceso de documentación. Para empezar, sobre el artista lanzaroteño. «César para mí era el tipo aquel que salía en la televisión protestando con una camisa graciosera contra lo que denominaba la arquitectura fascista. Era un personaje, más que una persona. Ahora que he estudiado su biografía, he descubierto a un tipo muy valiente, tanto en su vertiente artística como en la vida. Sabía estar muy bien en el mundo, a dónde ir y supo elegir su lugar. En Madrid, vivió con una mujer casada que no había anulado su matrimonio. Fue un escándalo, pero supo imponerse. Cuando ella murió, fue un golpe muy duro y se fue a Nueva York. Allí salió del armario, en todos los sentidos. Le fue muy bien, vendía muchísimo y decidió volver. Decía que en Lanzarote estaba su verdad y comenzó a intervenir. Fue un personaje delicioso y muy valiente en aquella España gris de los años sesenta», explica Ravelo.

En distintos pasajes de la novela menciona a José Ramírez Cerdá. «Es una persona olvidada, pero fue fundamental. Fue quien consiguió que todo se llevase a cabo. A veces, los creadores necesitan que alguien les aporten medios y espacio. Sabía que era una apuesta a largo plazo. Estuvieron juntos en la Guerra Civil y eso une o separa. En su caso, los unió. Fue un tipo tolerante, que le abría las puertas de su casa cuando nadie lo hacía, porque César vivía con una mujer casada. Hicieron un invento maravilloso, como fueron los Centros de Turismo, Arte y Cultura. Me recuerdan a la idea del primer agricultor que hizo terrazas en una montaña. A la vez que explotaba económicamente ese terreno, preservaba la tierra. Las intervenciones de César modificaron el paisaje, pero a la vez lo preservaban y lo convertían en un motor maravilloso para la economía de la isla», defiende.

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Alexis Ravelo da las riendas de La ceguera del cangrejo a Ángel Fuentes. «La novela empieza con un accidente que sabes que no fue tal. Él se va implicando poco a poco. No quería que lo hiciera de una forma profesional, sino guiado por un compromiso tan personal como el amor, la nostalgia y la ausencia», asegura.

El primer tramo de esta novela negra tiene una vertiente «didáctica». «Busqué un personaje que no tuviera conocimientos de arte y que fuera descubriendo Lanzarote y a César. A la vez que se introduce en ese universo lo hace también el lector. Se trata de un doble aprendizaje para Ángel Fuentes. Aprende sobre la persona con la que convivió, Olga, y sobre sí mismo», apunta el novelista grancanario.

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Que Ángel sea militar no es anecdótico. «Me interesaba una persona con sangre fría, para que, cuando llega la acción, fuera capaz de hacerle frente. Aposté por un militar que no fuera de carrera, sino por un proletario que se ha metido ahí para garantizarse los garbanzos. Ten en cuenta que yo no hice la mili, es más, fui insumiso y pasé por un proceso legal. Tengo un matrimonio de amigos militares que me informaron y me hicieron ver cosas más allá de las ideas preconcebidas que solemos tener sobre ellos», reconoce.

Fue «difícil», dice, encontrar un equilibrio entre una primera parte de la novela más introspectiva y viajera y el tramo final, con más acción y violencia.

«Me interesaba ir introduciendo la trama criminal poco a poco. Creo que es una novela de luto y de viaje. Cuando llega la acción, ya no hay tiempo para explicar nada más. La primera parte prepara al lector y creo que ayuda a la verosimilitud. El lector entiende que lo que ocurre tiene que ocurrir, porque es lógico, a tenor de lo que se le ha contado previamente», argumenta.

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Durante el desarrollo de la novela, Ángel Fuentes recorre enclaves, bares, hoteles y la propia Fundación César Manrique, entre otros sitios, como hizo el propio escritor para preparar el libro. «Muchas cosas que yo viví, las vive él también. Pero somos muy distintos. Por ejemplo, él es violento, yo no; su pareja murió y la mía está viva y espero que por muchísimo tiempo», apunta entre risas.

También conviven en estas páginas personas, situaciones y municipios reales junto a otros nacidos de su imaginación. «No tengo dinero para pagar buenos abogados», comenta de nuevo en medio de una gran carcajada.

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Cada lector, sobre todo si es conejero, establecerá las conexiones y los paralelismos con la realidad histórica y actual. Si es que existen...

Por lo pronto, Alexis Ravelo espera con muchas ganas a que llegue el próximo día 28 de mayo, cuando La ceguera del cangrejo se presentará en la Fundación César Manrique de Lanzarote. Ahí se cierra el círculo.

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