La guerra fría de las pasiones humanas
El próximo 5 de octubre se estrena en los Multicines Monopol de la capital grancanaria ‘Cold War’, la nueva y magistral película del cineasta polaco Pawel Pawlikowski, responsable de la laureada ‘Ida’.
El amor no entiende ni edades ni situaciones políticas, sociales o económicas. Cuando aflora resulta imparable. Nada lo detiene, ni siquiera la razón o la pura supervivencia. Entre otras cosas, porque la pasión tiene la capacidad de fulminar casi por completo el conocimiento. Unas veces de forma temporal y en otras ocasiones sobrevive al paso del tiempo. Esta es una de las múltiples lecturas de Cold War (Guerra fría), la nueva y fascinante película del polaco Pawel Pawlikowski, que el próximo 5 de octubre aterriza en los Multicines Monopol de la capital grancanaria.
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Pawlikowski, que se coronó con esta producción como mejor director en la pasada edición del festival de Cannes, regresa al blanco y negro que ya manejó con maestría en su laureada Ida (2013), con una historia de amor que arranca a finales de los años cuarenta del pasado siglo, en la triste y devastada Polonia tras la Segunda Guerra Mundial.
No es cuestión de buscar comparaciones, pero más allá de la ausencia del color y el aroma nostálgico y triste, Cold War transita por un camino muy distinto al filme que protagonizaba una novicia que descubría una tía y se veía a conocer el mundo fuera del convento.
Un casting etnográfico
Arranca con un cierto aroma etnográfico, gracias a una especie de operación triunfo de postguerra en el corazón de la Polonia. Dos profesionales de la música seleccionan bailarines y cantantes para formar un grupo que promocione el folclore nacional por el país y por otros enclaves bajo el yugo soviético. Uno de los profesores es un pianista y director que cae prendado de una de las jóvenes candidatas, una bella rubia que ha pasado por la cárcel. La chispa es mutua, las miradas los delatan y es que en esta película la sugerencia tiene casi más peso que la palabra, tanto con los personajes como en el desarrollo del guion. Tras el casting inicial y varias representaciones, este pianista y la joven comienzan una apasionada relación furtiva en un país en el que la propaganda institucional no atiende a razones y donde la libertad individual es una utopía.
Durante las siguientes décadas, esa pasión sube y baja, tiene momentos excelsos y otros tétricos, tanto en los países del bloque oriental como en París.
Pawel Pawlikowski ofrece una clase magistral sobre el uso de la elipsis para desarrollar esta historia de amor imposible, tanto por las circunstancias que rodean a los protagonistas como por el choque de sus caracteres.
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La música, primero folclórica y después jazzística, las estupendas interpretaciones de estos Jean-Paul Belmondo y Jean Seberg polacos, y una fotografía tan brillante como ajustada dan forma esta obra maestra.
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