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«Sé solucionar los problemas»

El director británico asume la titularidad y la dirección artística de la Orquesta Filarmónica de Gran Canaria (OFGC), dispuesto a «desarrollarla» y a generar un clima de «unidad». Es optimista, porque detecta ganas de «mejorar» entre los músicos.

Martes, 21 de julio 2020, 15:37

— ¿Cómo vio a la orquesta durante el Rigoletto de Verdi, en el teatro Pérez Galdós?

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— La vi muy bien. Al igual que al maestro Tebar. Sabía de él, pero no lo había visto en vivo. Me gustó mucho la garra que tuvo la interpretación, algo que no es fácil de conseguir en Verdi. Tuvo mucha energía y nervio, aspectos con los que me identifico durante las representaciones. Fue una gran noche. Nucci y la soprano Eliasandra Melián estuvieron magníficos. Me alegró mucho su caso, porque una de mis prioridades es apoyar a los músicos canarios. Tanto a los que están consolidados como a los que despuntan. Lo considero parte de mi obligación. No porque el Cabildo me lo haya pedido. Es algo por lo que he apostado en cada una de las orquestas en las que he sido titular. Lo normal es que la institución apoye a los músicos de su propio lugar. Si ya están consagrados, lo lógico es intentar que actúen también aquí. Hay que apostar por los emergentes, tanto canarios como españoles. Tengo en mente a varios.

— Durante la presentación oficial, usted habló de desarrollar la orquesta, tanto sobre el escenario como fuera, a nivel de implicación social. ¿Podría profundizar en el primero de los apartados?

— Es una cuestión artística y de imagen. Esta es una orquesta pública. La costea el Cabildo de Gran Canaria, el pueblo. Tenemos la obligación, me incluyo, de mostrarle a la sociedad por qué es necesaria una entidad así. No es una cuestión de A, B y C. Tenemos que justificar nuestro espacio. Si fuéramos una entidad privada, las cosas cambiarían. No podemos cerrarnos a la sociedad y dedicarnos solo a nuestros conciertos. ¿Cómo lo hacemos? Desde mi punto de vista, vendrá de la mano de la calidad. Cuando vengan ciertos directores, solistas y cuando se cambie el enfoque artístico. Un director tiene muy claro cómo debe sonar una orquesta. Eso incluye distintas facetas internas. Una es la disciplina. Eso implica cómo trabajar en los ensayos, cómo conseguir un resultado concreto. Si la propia orquesta ve que sus resultados mejoran, ella misma cambia. Es natural que, si tienes éxito, te sientas diferente y mejor. Lo tengo extremadamente claro. Existe una serie de pautas que dependen mucho de la actitud. No estoy diciendo que esta orquesta no tenga la actitud correcta. Solo hay que cambiar un poco el enfoque de la actitud. Por ejemplo, si interpretas tomando riesgos, el público lo percibe. Es muy distinto ir a ver una orquesta con un director que va por lo cómodo, que acudir a un concierto en el que los que están sobre el escenario toman riesgos. Generan una experiencia que merece la pena y el público nota que sucede algo. Así es como yo he generado mis distintos públicos. En las orquestas en las que he estado como titular, el porcentaje de aforo ha aumentado. En Alemania, hasta un 100%. En Letonia, fue más significativo. Llegué cuando la orquesta estaba en plena crisis. Con aforos del 60%. En un año, llegamos al 95%. ¿Por qué? Porque la gente sufría mucho la crisis y lo que quería era ir a un sitio en el que pudiera evitar pensar en ello. Encontraron un lugar donde se hacían las cosas de forma honesta y muy humana. A la orquesta le sucedió lo mismo. Encontró en mi persona, y yo en ellos, unos ensayos de tres horas tan fructíferos que tenían ganas de seguir en los mismos durante más tiempo. Encontraron su orgullo y vieron que, a pesar de la terrible crisis, aún se podían hacer las cosas bien. Por suerte, la OFGC ya cuenta con un público muy fiel. Mi idea es que descubran que, poco a poco, sucede algo especial.

— ¿En los tres conciertos en los que ya ha dirigido a la OFGC vio que contaba con los mimbres suficientes para lograr ese objetivo?

— Como cualquier organización, tiene partes buenas y otras que se pueden mejorar. A mí me sucede igual. Hago mejor unos compositores y otros los podría hacer mucho mejor. Eso forma parte de ser músico y de tener una responsabilidad pública, de servicio al espectador. Al público le da igual lo que sucede detrás del escenario. Quiere un buen concierto y creo que así debe de ser. Las cosas tienen que funcionar sobre el escenario. Lo que yo tenga que hacer detrás, es cosa mía. Lo que no voy a hacer es entrar como un loco y destruir todo lo que ya está hecho. Hay que respetar la tradición y el tratamiento y el respeto a los músicos. Esta orquesta tiene unas enormes capacidades. Si no viera que es posible desarrollar mi proyecto, no habría venido. Si después de un año veo que no puedo hacerlo, no me quedaré aquí. Además, he visto que la orquesta quiere. Hay otras que no quieren. En Letonia, por ejemplo, tuve que empujarles mucho. La OFGC ya me conoce y sabe que vengo a trabajar.

— Tengo entendido que usted, en los ensayos, tiene claro a dónde quiere llegar y hasta que no se consigue, se ensaya y se ensaya...

— Absolutamente. Esa es la manera con la que, a largo plazo, se acortan los plazos para alcanzar el objetivo fijado. Si el músico ve que insisto, insisto y vuelvo a insistir... y llegamos a donde queríamos, en la siguiente ocasión llegaremos antes. Y en la posterior ni siquiera habrá que decirlo. Eso se tarda en lograr. He estado siete años con mi orquesta en Alemania y hasta el cuarto año, diría yo, no hemos llegado a entendernos al 100%. Esto no tiene que funcionar solo conmigo. Tiene que funcionar con todos los directores que pasen por aquí. Especialmente, cuando yo no esté. No estoy diciendo que ahora no funcione. Tiene que funcionar aún mejor. Para mí, no existe mejor halago que, cuando yo no esté, me llame un director y me diga: «¡qué gran orquesta tienes!». Eso me ha pasado con la de Saarbrüken Kaiserslauten. El estado de calidad de la orquesta se debe al titular. Y lo que no funciona, también es de su responsabilidad. El camino no será fácil. Mi enfoque principal será generar orgullo. Orgullo por pertenecer a esta institución.

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— ¿Notó cierta falta de entrenamiento?

— Más que falta de entrenamiento, lo que sentí es que muchos directores no le han exigido lo suficiente. Me dio la impresión de que yo les pedía cosas que no era habitual que les solicitasen en los ensayos. Por eso, mis ensayos fueron más duros. Lo fácil es culpar a otros. Pero yo tengo claro que todo empieza y termina con el director. Por eso, las orquestas suenan mejor o peor, según quién esté al frente. Creo que el objetivo es exprimir lo mejor que cada uno de los músicos lleva dentro. Si no se lo pides...Tengo que decir que el maestro Herbig ha hecho una grandísima labor. Es de la vieja escuela y la admiro mucho. Es una pieza esencial del maniquí de la orquesta. El repertorio alemán lo domina como pocos. Lo que quiero es colaborar con él. Yo me alejaré del repertorio que hace él. Hay que ser consciente de las debilidades de uno mismo y utilizarlo para el beneficio de la orquesta. Lo que no voy a hacer y sé que muchos directores lo han hecho aquí es traer invitados de menor calidad para que el titular parezca un dios. No me han empleado para hacer eso. Además, cuando vuelves, te encuentras a la orquesta en peores condiciones. Tengo que decir también que en las dos últimas temporadas, la selección de directores ha sido buena. Algunos que están previstos no vendrán, porque esos conciertos los haré yo. Tengo que hacer un máximo de 12 semanas, por contrato. Entiendo que un mínimo de diez.

— ¿No cree que es una pena que esta orquesta haya tenido más notoriedad en los últimos años por cuestiones internas que por aspectos musicales? ¿Eso no le hizo pensárselo dos veces?

— No. Sé solucionar los problemas y creo que entiendo bien la psicología de las orquestas. He dirigido en todo el mundo y he sido titular en tres, cada una muy diferente. No me escondo. Si hay un problema, lo soluciono. Esto no es un concurso popular. No vengo aquí por votos. Vengo a hacer un trabajo y quiero que todos vengan conmigo. Pero haré lo que tenga que hacer. Quiero llevarme bien con todo el mundo, tanto con los músicos como con el resto del personal. Pero mi objetivo es la calidad, porque eso es lo que paga el público, que a su vez es el que paga a toda la orquesta y mi propio sueldo. No tenemos una orquesta dividida. Pero tampoco tenemos una orquesta unida. Si no está totalmente unida, no funciona tan bien como debería. No voy a dar detalles, pero quiero solucionar los problemas existentes. Que ni son tantos ni son tan distintos a los que he visto en otras orquestas. En algunos lugares, me he encontrado con otros más graves. Y en todos los casos me han elegido para solucionarlos. Yo no vengo aquí de cachondeo. Quiero tener una relación optima con los músicos, basada en el respeto mutuo. Mi esposa me lo dijo. Es muy diferente «usted idiota, que tú idiota». Muchos directores se equivocan aquí. Piden respeto pero no lo tienen con los músicos. A todos los músicos hay que tratarlos por igual, si no, los que más gritan o se sienten más fuerte se te echan encima.

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— ¿Y si alguno no se sube al carro que usted propone?

— Vengo de buenas. Haré lo que tenga que hacer. Tengo que decir que no he visto ningún caso en el que haya detectado un problema grave. Creo que la orquesta necesitaba y quería un líder. Ahora lo que toca es ver si el matrimonio funciona. En el primer año tiene que generarse una notable diferencia. Y sé qué es lo que tengo que hacer. Se consigue tras haberse equivocado en el pasado 200 veces y tras descubrir fórmulas que funcionan con algunas orquestas y con otras no. El repertorio que elija será muy importante. Mi proyecto tendrá mucho que ver con las obras que se hagan, para desarrollar la orquesta en todos los terrenos.

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