Prohibido olvidar
Hace 20 años, no había fiesta sin salsa. Ahora, se baila al ritmo de otros compases con bases rítmicas más simplonas y letras de temática puramente amorosa, cuando no marcadamente sexual, rayando lo obsceno.
Son malos tiempos para la salsa y, sobre todo, para la de Rubén Blades, que el pasado sábado se despidió del género ante sus seguidores grancanarios que, ya entrados en años, bailaron todo lo que pudieron durante las 3 horas y 4 minutos que duró su adiós al son de las congas, de los timbales y, en especial, de la potente sección de vientos de la orquesta de Roberto Delgado.
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El panameño lo tiene más crudo porque sus letras obligan a reflexionar al mismo tiempo que se mueven las caderas, un esfuerzo ajeno ya a la música bailable latina actual, con contadas excepciones como el reggaeton de Calle13.
Quizá por eso, más que despedida, su concierto fue un homenaje a todos los músicos que le precedieron en este género y a otros artistas y amigos a los que admira, desde Leonard Cohen, a Bowie, pasando por Paco de Lucía, Gabriel García Márquez y Cheo Feliciano, estos dos últimos perdidos en el mismo día. «Mientras los recordemos estarán vivos», comentó Blades acerca de los rostros que desfilaron por la pantalla durante su canción Todos vuelven.
El concierto empezó fuerte con Pablo Pueblo, el retrato de un trabajador pobre ilusionado con la posibilidad de que Dios, la lotería o los políticos le den un giro a su vida. Prosiguió por Las calles, con otro homenaje a las familias humildes. Viró por Decisiones, esa canción que cuenta las historias de una adolescente embarazada, un vecino adúltero y la muerte de un conductor borracho. Luego, se metió al público en el bolsillo con En Canarias, incluido en la banda sonora de Distrito34, de Sidney Lumet, que Blades dedicó al padre del trompetista Wichi López, enterrado cerca del escenario, en el cementerio de San Lázaro.
También la octava isla tuvo su momento con María Lionza, cuando el panameño deseó a Venezuela su regreso a la «legalidad constitucional».
Cálido y cercano, Blades intercaló anécdotas de su vida entre las canciones con las que repasó su dilatada trayectoria: El cantante -con la que rememoró a Héctor Lavoe-, Prohibido olvidar, Juan Pachanga, Te están buscando, Caín, Ligia Elena, Buscando guayaba, Plantación adentro, Paula C, Pedro Navaja -cuyos primeros compases aprovechó para recordar a Michael Jackson-, Maestra vida, Buscando América, Caína, Amor y control y, por último, el himno contra el racismo Muévete, en homenaje a Mandela.
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Fue una gran fiesta. Ni la lluvia intermitente ni el contenido social y de denuncia de unas letras que obligan a pararse a pensar impidieron que el público dejara de bailar y, al final, les imploró que, por favor, se fueran a sus casas. Era el tiempo de recoger velas con la sensación de que el cantante había lanzado un mensaje claro: prohibido olvidar la salsa y a sus maestros.
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