Adiós a un caballero y a una voz de referencia
Se ha ido un gran cantante, un referente y un caballero. El folclore canario llora desconsolado desde el jueves, tras conocerse el fallecimiento de Pedro González Lino (1931-2018), Perico Lino, voz emblemática del grupo Los Gofiones, del que formó parte desde su fundación, en 1968.
La pasión, el amor por el grupo del que se forma parte suele ser un tópico. Pero hay casos en los que se trata de una realidad, sobre todo si quienes la cuentan son compañeros de infatigables batallas.
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«Era una persona que tenía muchos valores, a todos los niveles de la vida. Siempre me viene a la cabeza su amor por el grupo. Incluso, con más edad que nadie, era el primero en estar ahí para lo que hiciera falta. Recuerdo un viaje que hicimos a Chile y Argentina. Le costaba moverse, por la edad, pero nunca se quejó. Al contrario, siempre era el primero para todo. Su entrega por Los Gofiones siempre fue total», explica Artemi Franchy, cargado de dolor, cuando se le pregunta por Pedro González Lino, Perico Lino, integrante desde los inicios de este grupo folclórico que falleció el jueves en la capital grancanaria, a los 86 años.
El artista y la persona difícilmente se pueden separar. Con Perico Lino también sucedía, ya que el cantante y el caballero, dentro y fuera de los escenarios, iban de la mano cada día.
«Era un personaje muy apreciado y querido, así como un gran cantante. Siempre fue un estupendo compañero. Compartí muchas veces escenarios con él y programas de televisión, con los primeros programas de Tenderete, con Nanino, en Televisión Española. Siempre le he tenido un enorme aprecio, porque se dejaba querer. Sin duda, es una de las mejores personas que he conocido», apunta, con la voz quebrada por el dolor, la cantante Olga Ramos.
El segundo de los ocho hijos de Pedro y Dolores, que nació el 6 de marzo de 1931 en la capital grancanaria, se aficionó a la música por un tío político, Juan José Vega Bordón.
Con 16 años, aprovechaba los ratos libres para escuchar a los maestros de la Parranda de Educación y Descanso, en la que, durante cuatro años, formó parte de su cuerpo de baile.
En 1954 ingresó en los Coros y Danzas de España y viajó a la península y a Cuba como cantador y músico.
Por aquellas fechas conoció a María Ángeles Suárez Domínguez, su querida Maruca, con la que se casó y tuvo cuatro hijos.
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A través de la Coral de Santa Clara conoció el tema Arroyo de palma, que siempre fue una pieza esencial en su vida. También integró la parranda base del legendario programa de televisión española Tenderete.
«Totoyo Millares nos convocó para reactivar nuestro folclore, que pasaba por unas horas bajas. Nos reunimos en el Jardín Canario, arropados por mucha gente de la cultura de la isla. Totoyo nos expuso lo que quería para el grupo que pretendía formar. Nos pareció una gran idea que acabó fructificando. Al principio, fuimos unos 20 componentes». Así explicaba el propio Perico Lino como nació el grupo, formación que así lo recordaba ayer: «Imposible será borrar su presencia. Una presencia que nos acompañará para siempre y muy especialmente en el año que sus gofiones comienza a celebrar su medio siglo de vida».
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Agustín Toledo, integrante de Los Sabandeños, reconoce que con la muerte de Perico Lino se ha ido «un referente del folclore». Compartió escenario con su grupo y con Los Gofiones con el proyecto Manta y Estameña.
«Tenía una voz muy peculiar, como le sucedía a otros cantadores, como era el caso de Dacio Ferrera. Pueden cantar en grupo, pero sus voces son únicas, porque tienen un estilo muy peculiar. Su timbre era muy característico. En cuanto oías a Los Gofiones, distinguías a Perico», explica con emoción.
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Lamenta Agustín Toledo no «haber podido compartir más horas» sobre el escenario y fuera del mismo junto a este cantante único, comprador en el capitalino mercado Central cada fin de semana, que disfrutaba de los paseos por el Muelle Deportivo junto a su mujer Maruca, y que en casa no se perdía un partido de fútbol o un buen documental.
Este viernes, a las 14.30 horas, se incineraron sus restos mortales en el tanatorio de San Miguel, en la capital grancanaria.
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