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Ni las tres guerras, ni esta pandemia

Con su 103 cumpleaños, María Suárez arroja algo de luz en estos oscuros días. Lo celebrará confinada, pero su mayor pesar no es el encierro, sino que su hija Mensa no podrá felicitarla más.

Ronald Ramírez Alemán y Valsequillo

Viernes, 17 de julio 2020, 03:28

No hay mayor tristeza para una madre que sobrevivir a su hija, por eso que 2020 sea un año negro para María Suárez, de los peores de los 102 que ya ha vivido, no se debe al coronavirus ni al estado de alarma que le impedirá celebrar un nuevo aniversario rodeado de todos sus seres queridos. Porque para suerte de esta incansable luchadora (Cuba, 11 de abril de 1917), convive en el mismo edificio con buena parte de su familia, por lo que mañana podrá soplar unas velas que contarán por tercera vez con tres dígitos juntos a varios hijos.

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Su pesar, que no estará su Mensa. Falleció hace un mes y con ella se fue parte de su corazón. Pero esta valsequillera contará con el apoyo de sus otros siete vástagos, 23 nietos, 31 bisnietos y dos tataranietos para seguir adelante. Aún así, ese ha sido su mayor golpe, y no una pandemia que no le asusta. Difícil hacer temblar un esqueleto que nació en medio de la Primera Guerra Mundial y que pasó hambre y penurias después de la segunda y de la Guerra Civil. Llegó a la isla procedente de Ciego de Ávila (Cuba), trabajó desde niña, vio morir a uno de sus bebés y enterró a su difunto marido Maestro Paco, que también aguantó lo suyo (98 años). Pero nada de esto le hizo perder un pícaro humor que todavía conserva.

«Comida de caldero y lechita con gofio», resuelve decidida cuando se le pregunta el secreto para sobrepasar holgadamente el centenario con tal entereza. Cada vez se deja ver menos por Lomitos de Correa, en Valsequillo. Alguna factura tenía que pasar la edad. Pero sus vecinos le siguen guardando una gran estima. Su enorme corazón y plena disposición para ayudar a los demás le han hecho merecedora de un cariño y reconocimiento que se extiende a todo el pueblo. Eso sí, también es conocido su genio, que aunque suele guardar, lo ha exhibido cuando ha hecho falta.

Este carácter duro es fruto de una vida que nada tiene que ver con las de ahora. Con sus dos trajes, uno para entre semana y el otro para los festivos, sus caminatas embarazada o sus deslomadas empaquetando tomates en almacenes desde que cumplió los nueve años, María sabe lo que palabra esfuerzo verdaderamente significa. Días enteros pasó sin comer por culpa de la pobreza que trajo una guerra que enfrentó a hermanos. Ahora es población de riesgo para un virus que hace estragos entre los mayores. Pero ella tiene claro que lo peor ya lo ha pasado, así que ojalá dentro de un año esta página vuelva a repetirse hablando de los 104. Eso sí, sin cuarentena, coronavirus ni estados de alarma. Ni tampoco más pérdidas.

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