La cumbre grancanaria vuelve a latir

Lentamente, aún con el susto en el cuerpo, lugareños, visitantes y comerciantes retoman el pulso de la rutina en la cumbre de Gran Canaria tras el voraz incendio que se inició el pasado 20 de septiembre y que arrasó campos de cultivo, derribó viviendas y acabó con animales en los municipios de Tejeda y Gran Canaria.

Alberto Artiles Castellano y Tejeda- San Mateo

Jueves, 16 de julio 2020, 08:13

Aunque la cicatriz tardará en cicatrizar, pues la ceniza aún sepulta el verde de las zonas calcinadas y el olor a humo lo impregna todo, poco a poco se ha volviendo a la normalidad en los pagos cumbreros aún con el recuerdo latente del fuego. «Vivimos con el susto en el cuerpo y con la pena de ver el paisaje gris. La naturaleza se recuperará, sobre todo los pinos canarios, pero tardaremos en volver a ver el campo como estaba», coinciden los vecinos, más o menos perjudicados por el incendio hambriento que quedó controlado el 23 de septiembre y se dio por extinguido el pasado 2 de octubre después de devorar casi 2.800 hectáreas, principalmente pinar canario y monte bajo, y ha afectado a un perímetro de unos 27 kilómetros. Pequeños agricultores y ganaderos se han visto afectados por la agresividad del fuego, pues no solo ha destruido huertas y fincas, también acabó con el pasto para los animales. «Es muy complicado mantener un rebaño solo con pienso. No es rentable mantener un grupo de cabras o ovejas sin hierba. Casi todo el mundo ha tenido que abandonar la zona, es muy difícil mantener así a los animales sin pasto», admite José García, natural de Tejeda, que apenas tuvo tiempo para salvar a sus animales. Coincide Manuel Ortega, el primero que comenzó hace más de 21 años a pasear a los turistas con sus burros en el entorno de la Cruz de Tejeda. «Sin ayudas y después de lo sucedido, es muy difícil mantener a un rebaño», afirma mientras acaricia a Morenita, inquieta como si el recuerdo del pasado 20 de septiembre siguiese presente. «Todo fue muy rápido. Vimos un hilo de humo y rápidamente ya teníamos el fuego encima. No recuerdo nada igual. El incendio afecta a la gente del campo y también a los turistas, que ya no tienen motivos para subir a la cumbre», dice esperanzado en que el verde no tarde en volver a cubrirlo todo.

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Mirando al cielo.

La lluvia en la vertiente norte, las áreas cortafuegos elaboradas con quemas prescritas en invierno y la contundente actuación del operativo desplegado, a lo que se sumó la limpieza hecha en gran parte de las fincas privadas, que así quedaron casi intactas, evitó que las tragedia fuese mayor. Sin embargo, queda en el recuerdo de todos el fallecimiento de Karen, vecina de Las Mesas de Ana López, a la que todos tienen presente. «Ha sido una desgracia. Tuvimos que salir corriendo con lo puesto. Nosotros poco a poco vamos recuperando la normalidad, pero siempre queda el miedo por lo que pudo haber sucedido y la pena por una pérdida humana. Miramos con miedo, nos estremecemos con el ruido, cada vez que sentimos volar un helicóptero y vemos pasar un camión de bomberos», admite Olivia Hernández, junto a los puestos de los comerciantes y artesanos apostados delante del parador, cerrado por los destrozos. Solo les queda el consuelo de que pronto llegarán las primeras lluvias de otoño y la naturaleza, agradecida, se abra paso entre la ceniza.

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