Cuatro golpes a una Cumbre malherida

Jueves, 16 de julio 2020, 09:55

Después de esta nos tendrán que recoger con cucharilla». Más gráfico imposible. Así responde a bote pronto el presidente de la Asociación de Empresarios de Artenara (Edarte), Miqueas Sánchez, respecto a los posibles efectos de esta nueva crisis en la Cumbre. El coronavirus es una pandemia mundial y el estado de alarma ha paralizado a España entera, pero este nuevo golpe económico pilla algo más tocados que al resto a Tejeda y a Artenara. «No nos hemos recuperado de un susto y ya nos viene otro». El alcalde tejedense, Francisco Perera, comparte la impresión de Miqueas. Al resto de España no se les quemó medio territorio, por dos veces, en apenas quince días, como pasó con estos dos pueblos en agosto pasado, ni una tormenta de arena les obligó otra vez a echar el cierre durante varios días hace tan solo unas semanas, justo en plena fase de recuperación. Hace ocho meses los desalojaron. Ahora los confinan. Ya están exhaustos y no sabe cómo saldrán de esta.

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La prohibición de salir de casa ha vaciado las calles en todo el país, pero las de Tejeda y Artenara parecen doblemente vacías. ¿Por qué? Porque no es que la gente esté dentro de sus casas. Es que no está. Buena parte de la vida que respiran estos pueblos se la dan sus visitantes. Si no vienen, se quedan algo más solos de lo que ya estaban. Muchos de los que trabajan en sus comercios, por ejemplo, suben desde San Mateo y otros municipios aledaños. Si ellos no suben, menos gente hay todavía. Llevan años sufriendo un progresivo despoblamiento que se hace más palpable en circunstancias como las que les ha obligado a pasar ahora el encierro por el coronavirus.

Serafina Suárez, cronista de Tejeda y empresaria, resalta el esfuerzo y la responsabilidad social de negocios como el de la farmacia, la panadería, la gasolinera o el supermercado. «Están abiertos para darnos servicio a los pocos que quedamos aquí», subraya. Puede que salgan hasta perdiendo. Quién sabe. Pero abren y atienden. Por ejemplo, Miqueas, que regenta la panadería en Artenara, se expresa con claridad. A su negocio y a todos los de la Cumbre les salvan los fines de semana, donde se hacen con el 60% de sus ventas. El resto de los días sobreviven. Con todo, admite que, paradójicamente, ahora está haciendo más panes entre semana que en condiciones normales. Muchos que tienen casa en Artenara han venido a pasar el confinamiento al campo. Pero ni con esas compensa. A su cargo tiene a 6 o 7 trabajadores. «Solo sobrevivo, no sé hasta cuándo».

Pero si mal lo pasa Miqueas, peor lo están llevando los negocios de restauración o de hospedaje. Ellos ni siquiera pueden abrir. O, como le pasa a hoteles como el de Fina Suárez, han estado deseando cerrar y no han podido. «Yo estoy con la patronal y con el Gobierno por el cierre, pero en nuestro caso ha tenido que ser un cierre escalonado, porque si tengo clientes dentro, como me ha pasado, no los puedo tirar a la calle de un día para otro», apunta Suárez. Sin ir más lejos, cuenta que la misma noche que se declaraba el estado de alarma en España, se le presentaron dos turistas a las 00.30 horas de la madrugada en la Fonda de la Tea. «Pensaban que aquí en Canarias, como estamos tan lejos, no había llegado nada, pero en cuanto les expliqué, tomaron conciencia y adelantaron el vuelo». Y hasta este miércoles le quedaban otros dos huéspedes, una pareja de holandeses. «Ya el restaurante (está en otro local) lo tengo cerrado, pero habilité la cocina durante estos días para atenderlos sin que salieran de aquí». Según cuenta, ya pudieron adelantar su salida.

En cambio, Miriam Rodríguez, gerente de Artenatur, no tiene a nadie en ninguna de sus siete casas, la mayoría de ellas, cuevas, todas en Artenara. Y como a Fonda de la Tea, le llueven las cancelaciones. Por eso no sabe cómo va a escapar. «Intentaremos salir otra vez a flote, ya veremos cómo». Por lo pronto, admite que esta vez no ha podido mantener a sus tres empleados. Aguantó los dos incendios de agosto. Es más, admite que, pese al golpe que supusieron, luego no le fue mal. Los meses de enero y febrero fueron buenos. No tuvo los niveles de ocupación de 2019, pero sí los de 2018. Sin embargo, esta tercera, o cuarta, sacudida ya se le hace más cuesta arriba. Máxime porque tampoco está claro cuándo escampará. «No hay nuevas reservas». En fin, que a la Cumbre le toca aguantar. Otra vez. Y ojalá puedan. Gracias a estos empresarios y a los pocos irreductibles que no se van, Tejeda y Artenara siguen siendo un bonito presente de Gran Canaria.

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