Sisa recuerda la vida en el siglo XX desde la Vega de Río Palmas
Se llama Florentina Padrón Ruiz, aunque todos la llaman Sisa. Esta mujer se ha lanzado a recordar su vida, sin grandes hazañas y repleta de logros íntimos, desde que nació en la Vega de Río Palmas del siglo XX. Los fondos recaudados por la venta del libro Mi corazón en Fuerteventura van a Duchenne Parent Projet.
Catalina García y Catalina García / Puerto del Rosario
Jueves, 16 de julio 2020, 11:59
La vida de Sisa Padrón Ruiz (Vega de Río Palmas, 1934) ha transcurrido entre las gavias de su padre en El Membrillo, los hervores del puchero de la fiesta de la Virgen de la Peña y el noviazgo con Chanito Suleimán, teniendo por frontera emocional Gran Tarajal a donde se fue a vivir cuando se casó con 23 años y donde nacieron sus tres hijos. Sus vivencias las ha recogido en el libro Mi corazón en Fuerteventura que ayer por la tarde presentó en el Espacio Betancuria Cultura-Patrimonio y cuya recaudación va a parar a Duchenne Parent Projet España, que es una asociación sin ánimo de lucro creada y dirigida por padres de niño con este tipo de distrofia muscular.
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En Vega de Río Palmas empezaba y terminaba su vida en la España de postguerra donde le tocó pasar la infancia y la juventud. No fue fácil en una familia de once hermanas, aunque aquellos primeros años de vida no los recuerda con amargura, ni mucho menos con una mirada rencorosa a la escasez innata a la Fuerteventura de la primer mitad del siglo XX. «En mi niñez y juventud no había nada de lo que había ahora. Soy la décima de once hermanas y desde que tenía ocho años mi padre me mandaba a cuidar el ganado de cabras y ovejas». Sus días transcurrían entre la finca familiar de El Membrillo y los rosarios del sábado en la iglesia de Vega de Río Palmas, porque entonces ni se celebraba misa.
vocación de maestra. A los nueve años, que era la edad habitual de inicio de la escolarización, su mundo dio un giro cuando entró en el colegio y le quedó ya claro para siempre que quería ser «maestra de escuela, como se decía antes». Esa es su vocación frustrada porque asegura que hoy en día todavía añora no haber podido realizar porque su larga familia de once hermanas le impedía seguir estudiando fuera de la isla tras cumplir 14 años.
Hacia ese mundo de la infancia y la juventud mira en el libro, «un mundo más tranquilo que el de ahora, donde con casi nada comíamos, jugábamos y nos divertíamos».
En un baile de la Peña, le presentaron a Chanito Suleimán, de origen palestino. La diferencia de quince años entre ambos no fue impedimento para casarse, «yo vi que sería un buen padre para mis hijos». A los 23 años se casó y se fue a vivir a Gran Tarajal, donde permaneció 40 años.
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