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Canario, celebra tu tierra

«Esos canarios y canarias que marcharon para siempre con los alisios. Pero que son ya eterna melodía de nuestra más sentida folía. La que todos en esta tierra, no sólo yo, llevamos en el alma»

David Morales Déniz

Jueves, 16 de julio 2020, 16:27

Imposible no reconocer que llevamos días anticipando mentalmente, y con más ansias de celebración aún si cabe, la llegada de este nuevo día grande de nuestra tierra. Al menos a mí así me ha ocurrido, supongo que no sólo a consecuencia de respirar desde la cuna -y al son de los arrorrós de mi madre y de mis añoradas abuelas- canariedad por los cuatros costados. Sino también por el caldo emocional de cultivo que, a causa de las excepcionales circunstancias generadas por el coronavirus, se ha ido cocinando a fuego lento durante estos últimos meses en mi alma de folía.

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Porque hoy, 30 de mayo, es un día para celebrar y para tratar de dejar aparcadas, aunque sea durante 24 horas, las lógicas preocupaciones, incertidumbres y temores sanitarios y socioeconómicos que a todos nos ha generado la inesperada pandemia. Un día para agradecer y celebrar que somos fruto de esta bendita tierra que es Canarias. Y para seguir proyectando nuestra perenne sombra de bregadores que no se rinden a pesar de las pardeleras recibidas.

Recuerdo como siendo yo un niño, y tocando nuestras islas a las puertas del inicio de la década de los 80, desde el aún primerizo Gobierno de Canarias se lanzó una campaña institucional bajo el lema Canario, cuida tu playa. Y la recuerdo perfectamente porque tanto quedé prendado de la singular metamorfosis de nuestra bandera en aquel corazón blanco que reposaba sobre una ondulante arena amarilla, en el marco ambos de un cielo azul intenso. Como porque dicha metamorfosis quedó materialmente plasmada en cientos de camisetas que se repartieron por todos nuestros barrios, pueblos y ciudades, anheladas especialmente por la chiquillería cuáles catálogos de juguetes para el Día de Reyes.

Aquellas camisetas de Canario, cuida tu playa -y con la etiqueta de Hilario en el cogote- las había de varios colores, y no sólo nos sirvieron para incrementar aún más si cabe la actividad y rivalidad futbolera entre equipillos de barrio, sino que además nos empezaron a ilustrar e instruir muy acertadamente a pequeños y mayores respecto a cuidar y a mimar no sólo nuestras playas a pesar de la literalidad de aquel mensaje. Sino también a todos nuestros espacios naturales. Porque ya se vaticinaba que nos iría la vida, y la economía, en ello.

Sin duda, aquellas camisetas, aquel eslogan y aquel singular grafismo probablemente representaron, sin pensarlo ni pretenderlo, mi primera aproximación al apasionante mundo profesional del turismo, a la vez que sirvieron para empezar a reforzar mi consciencia respecto a que Canarias no empezaba en La Isleta y acababa dónde el añorado Dedo de Dios, con el Nublo de epicentro y las Dunas de Maspalomas de falda bordada en oro.

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Sino que en la dimensión de mi espíritu isleño evolucionaba, ya desde pequeño, el afortunado sentimiento de ser hijo de todo un paraíso no sólo terrenal. Al igual que ser hijo también de unas islas generadoras de hechizantes sensaciones y fascinantes emociones como la de contemplar abobado desde un risco famarense un imperturbable y graciosero oasis atemporal; la de atravesar la espina dorsal de la endiablada lavada conejera; la de saborear el dorado silencio majorero; la de quedar perplejo ante la majestuosa morada (el Teide) de Guayota, el Maligno; la de quedar encantado ante la sonora y enigmática lengua gomera; la de quedar hipnotizado ante la asombrosa capacidad de levitación de unos mágicos enanos palmeros títeres del universo; o la de quedar minimizado ante el gigante rey lagartero objeto de lisonjas por la sabina herreña.

Espacios naturales únicos e indescriptibles. Legado histórico, artístico y cultural sin parangón. Exquisiteces gastronómicas. Sociedad multirracial, solidaria y de acogida. Capacidad de superación y de adaptación al medio y recursos disponibles. En realidad, a todo eso y mucho más se refería aquel simple eslogan de Canario, cuida tu playa. Porque, a decir verdad, la playa a cuidar por un canario no debiera ser sólo la de arena. Sino también la de lava, la de pino o la de retama. La de sus tradiciones costumbristas y culinarias. La de sus modernas y atlánticas ciudades. La de su arte contenido en magníficos recintos. La de sus incomparables pueblos y aldeas. La de su verde energía. La de su turismo referente. La de su esforzada agricultura y ganadería. La de sus señeras universidades. La de sus vibrantes comercios. La de sus cielos nítidos y estrellados. La de sus vibrantes romerías.

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Nunca hubiéramos imaginado que este nuestro Día de Canarias del año 2020 iba a estar marcado por el sabor agrio que una amarga almendra en forma de virus dañino nos dejará ya para siempre en la retina de nuestra memoria. Pero es, a su vez, un especial Día de Canarias que casi se convierte, al mismo tiempo, en una especie de Día de la Liberación. Porque de continuar los favorables datos de evolución de la pandemia que se vienen dando en nuestra tierra en estos últimos días, este nuestro 30 de mayo con toda probabilidad nos esté regalando datos estadísticos positivos que podrían referir entorno a no más de 300 casos de contagios de Covid-19 activos en todo el archipiélago. Pero sin que ello sea motivo para bajar la guardia.

Y por eso hoy no me dirijo a ustedes con cuestiones técnicas turísticas siempre recalcadas, como la importancia de la conectividad aérea; la necesaria y urgentísima renovación de espacios e infraestructuras públicas y privadas; los por-supuesto-claro-que-sí relevancia y valor añadido del Turismo en y para nuestra economía, nuestro empleo y nuestra sociedad; o incluso, como novedad, el Plan RETURN que desde nuestra asociación del Skal de Turismo de Gran Canaria remitimos hace unas semanas a la Comisión Europea. Return, en su acepción británica de billete de ida y vuelta al viajar, o de acrónimo tanto de Rebuilding European Tourism Now, como de (Canarias) Región Turística de No-Covid19. Porque se trata de sumar y aportar, sin más, con tal de ganar también la batalla a una nueva y pretendida anormalidad, más allá de básicos reajustes en nuestra hoja de ruta colectiva.

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Por todo ello les recalco el ruego de que celebremos nuestra tierra, más que nunca y como la vida misma. Porque hoy, 30 de mayo de 2020, empezamos a poder a cantar sin miedo y con brío el «somos costeros, arriando vela,...,hoy pregonamos ¡viva la fiesta!».

Y porque, además, el ron que nos echa el ventorrillero nos va a servir en esta fecha tan especial para brindar especialmente por ellos: por las canarias y los canarios que, por desgracia, no podrán volver a celebrar el día de su amada tierra por culpa de la pandemia. Esos canarios y canarias que marcharon para siempre con los alisios. Pero que son ya eterna melodía de nuestra más sentida folía. La que todos en esta tierra, no sólo yo, llevamos en el alma.

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«De una madre nace el hijo; de la noche nace el día; de las gargantas canarias nacen todas las folías».

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