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El gimnasio de la Unidad de Lesionados Medulares del Hospital Insular, en Gran Canaria. Juan Carlos Alonso
En la Unidad de Lesionados Medulares del Insular

Tetrapléjico por una zambullida: «Te olvidas de la vida que imaginaste»

Said Lamrabet es uno de los 17 pacientes ingresados. Se tiró de forma imprudente a una piscina natural y pide, como los sanitarios que le atienden, mucha responsabilidad

Sara Toj

Las Palmas de Gran Canaria

Sábado, 9 de agosto 2025

El tintineo de unas campanas y los aplausos interrumpen por unos instantes la actividad en la Unidad de Lesionados Medulares del Hospital Insular de Gran Canaria. Es un momento especial. Este viernes de agosto la vida de Fran Fernández, de 45 años, y Cris Vicario, de 25 años, comienza de nuevo. Entre abrazos, sonrisas cómplices y muchas lágrimas de emoción, tanto ellos como sus familias se despiden, después de recibir el alta, de la otra familia que han encontrado en la planta cinco del centro hospitalario público durante los meses que han estado ingresados. «A tope», le dice Cris a uno de los pacientes que se quedan para seguir recuperándose.

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La nueva realidad que afrontan después de tres meses en planta, en el caso de Cris, y ocho en el de Fran, la ve lejana y con esperanza uno de sus compañeros, Said Lamrabet, que desde 2021 vive en la unidad después de sufrir una lesión medular tras una zambullida.

El joven, de 31 años y natural de Marruecos, llegó a las islas en patera en 2020. Un año después, una tarde de abril y por paradojas del destino, fue en el mismo lugar donde sobrevivió donde todo cambió. «Me tiré mal a una piscina natural y me quedé tetrapléjico», cuenta Said desde la cama de su habitación después de almorzar junto a sus compañeros en el comedor.

Él es uno de los trece pacientes con una lesión medular ocasionada por zambullida que han sido atendidos en esta unidad, de referencia en el archipiélago y que solo cuenta con 17 camas, durante los últimos cinco años. En esta planta, un equipo multidisciplinar de rehabilitación intensiva, compuesto por cerca de 60 profesionales, entre los que hay fisioterapeutas, terapeutas ocupacionales y psicólogos, acompaña y enseña a los pacientes, 44 durante 2024, a «vivir con todas las posibilidades».

Presente todo el año

Aunque durante el verano proliferan las campañas de sensibilización sobre los riesgos de una zambullida imprudente –es la época en la que más lesiones medulares se registran por este motivo–, en Canarias, a diferencia del resto de España, es la tercera causa de lesión medular, por detrás de las caídas y los accidentes de tráfico. Las razones: el carácter isleño del territorio y el turismo, presente durante todo el año.

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Por este último motivo, no existe una estadística real de los afectados en las islas, puesto que muchos de los que acaban lesionados en el mar o en piscinas son personas extranjeras que luego regresan a sus países para tratarse, según explica Enrique Bárbara, médico rehabilitador de la unidad. Sí se puede determinar que en torno al 45% de los pacientes afectados en Gran Canaria por esta lesión son turistas.

Además, en el 95% de los casos de lesionados por zambullida, el perfil suele ser el de un varón de entre 25 y 30 años que se lanza al mar «desconociendo las consecuencias de una mala caída» y con conductas temerarias. Como remarca Bárbara, es una «lesión grave» y completa que deja a la persona sin movilidad en brazos y piernas. «Los efectos son irreversibles y cambian mucho la vida del paciente», subraya el médico.

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Por eso, desde la unidad, Bárbara incide en las recomendaciones para prevenir este tipo de lesiones entre la población: «Hay que tirarse en una zona que se conozca; si lo va a hacer, mejor que no sea de cabeza; procurar extender siempre los brazos y bloquearlos y, sobre todo, no tirarse bajo los efectos del alcohol».

Cris y Fran se despiden de sus compañeros entre aplausos y lágrimas de emoción (arriba). A la izquierda, Enrique Bárbara, médico rehabilitador. A la derecha, Alejandro Palmés, fisioterapeuta. Juan Carlos Alonso

Said sabe bien lo que es que, de un segundo a otro, la vida dé un giro inesperado. Lleva ya cuatro años en la planta después de una zambullida. Por eso, es tajante con su advertencia: «Le diría a los jóvenes que tuvieran mucho cuidado, que se tiren en zonas que conozcan y que hagan caso a la señalización. Después de esto te olvidas de toda la vida que habías imaginado y empiezas otra muy distinta, y no sabes cómo hacerlo». Precisamente, eso fue lo más complicado de asimilar para Said: «Siempre piensas que entrarás en un hospital para otra cosa, no piensas que lo harás para vivir en él».

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Porque el futuro que un día soñó es muy distinto a su presente. En su tierra natal inició estudios en mecánica, trabajó como taxista y, durante un tiempo, se dedicó a la pesca para poder ayudar a su familia económicamente. En vista de que las oportunidades escaseaban en su país, decidió embarcarse en una patera para buscar un futuro mejor en el archipiélago. Sin embargo, ahora ve con otros ojos todo lo que alguna vez se propuso.

Atrás ha quedado ya, en su caso, la primera fase, la de «rabia y de negación» que inunda a los pacientes al ver que todo ha cambiado. «Cuando llegan al fondo es cuando comienzan a salir hacia adelante y ven qué es lo que pueden hacer, y empiezan a luchar», cuenta el médico Enrique Bárbara.

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A partir de ahí, los profesionales establecen los objetivos que cada uno de ellos pueden lograr en función de su lesión. Para los pacientes con una lesión cervical alta, como Said, «su meta inicial es conseguir respirar para vivir», expresa el fisioterapeuta Alejandro Palmés, que llega dos años en el equipo. También les indican cómo expulsar las secreciones, que generan neumonías, y que suponen una de las primeras complicaciones.

Y, tras esta fase, llega lo más importante: enseñarles a vivir de nuevo. Así, se estudia cuáles son las actividades que podrán volver a realizar dependiendo de la gravedad de la lesión. Tareas sencillas para otros como comer, vestirse, mantener el aseo personal o bajar y subir de un coche las reaprenden gracias a los terapeutas ocupacionales.

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Los profesionales alertan de los efectos «irreversibles» que puede tener tirarse al mar de manera imprudente

En esta planta del Insular, también aprenden a convivir con la que será su compañera fuera de las paredes del centro hospitalario: la silla de ruedas. Así, les dan las pautas para subirse y bajarse de ella o para trasladarse de la misma a la cama.

Entre las diferentes máquinas de rehabilitación del gimnasio, destaca el exoesqueleto, uno de los pocos dispositivos robóticos de estas características en toda España que permite que los pacientes con lesiones completas, como Said, vuelvan a sentir lo que es estar en posición vertical de nuevo. «Es un gran impulso a nivel psicológico», destaca Palmés.

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En su nuevo presente, pacientes como Said han aprendido a convivir con el dolor: «Cuando no lo siento son los días más felices de mi vida, se me olvida todo». Habla del dolor neuropático, el que sienten los afectados por una lesión en el sistema nervioso. «No podría describirlo, te amarga la vida. A veces se me pasa por la cabeza preguntar si me pueden cortar las piernas para mejorar», reflexiona con dureza. En estos días «malos», el joven no tiene ganas de hablar con nadie, y solo quiere «encontrar una forma de calmarlo».

Además de los medicamentos, lo único que le queda es «pensar en positivo» e intentar relajarse. Porque en una jornada así, lo que ha aprendido Said es a «controlar la mente, intentar respirar bien y encontrar una salida».

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Para ello, en la unidad cuentan con un psicólogo que acompaña a los pacientes en este tránsito en el que aprenden a aceptar lo que están viviendo, ya que uno de los retos más difíciles es superar el impacto psicológico y emocional que deja tras de sí. «Imagina estar de vacaciones y, al día siguiente o a las tres o cuatro horas, estar en una cama de la UVI, intubado, sin entender nada, y que te digan que no vas a mover ni brazos ni piernas para el resto de tu vida», comenta Alejandro Palmés.

No obstante, Said no pierde las ganas de seguir adelante. Para él, los mejores momentos son aquellos en los que tiene alguna actividad, como la pintura. Orgulloso, mira hacia algunos de los dibujos que ha hecho gracias a un pincel y su boca y que cuelgan de las ventanas de su cuarto.

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También consigue aliento con el tiempo que pasa con sus amigos, que le brindan todo el apoyo que a veces echa en falta al tener a su familia lejos. Con ella solo puede comunicarse a través del teléfono móvil, y espera, algún día, poder reencontrarse con ellos.

Porque para todos los pacientes, la familia es la piedra angular de la nueva vida que inician. El aprendizaje que adquieren en la planta cinco no solo es para ellos, sino que se extiende a sus allegados. «El objetivo es que el paciente regrese a casa y recupere su entorno, y ahí es donde los familiares ocupan el papel fundamental para recobrarlo», apunta el médico Enrique Bárbara.

Cris y Fran se despiden de sus compañeros de la Unidad de Lesionados Medulares del Insular para dar comienzo a su nueva vida. Juan Carlos Alonso

La vida después de la unidad

Cris y Fran, los pacientes que tienen marcado agosto de 2025 como el inicio de una nueva vida, dicen adiós a sus compañeros y se preparan para «recobrar su entorno». Cris, que tras un accidente perdió la movilidad en las piernas, vive esta nueva fase con ganas y «un poco de miedo» por «enfrentarse a la vida como persona con movilidad reducida, que no es nada fácil». Su mayor aprendizaje ha sido «tener paciencia» con su propio cuerpo y con sus familiares. Pero una cosa tiene clara: «He aprendido que lo más importante es el cariño, y el amor es lo que me salvó, lo que me hizo querer seguir adelante».

Lo mismo piensa Fran, de Tenerife, que regresa a su isla tras aprender a convivir con las consecuencias de una disección aórtica que derivó en un infarto medular. «Te vas de aquí con 17 hermanos y con 36 padres y madres», comenta con una amplia sonrisa. Aunque ahora dejan la unidad, tanto Cris como Fran volverán a la planta cinco para visitar a sus compañeros y compañeras para darles aliento y transmitirles «el amor por vivir».

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