Rosalina deja el volante: se jubila la primera chófer del Gobierno canario
La galdense confiesa que ha disfrutado haciendo lo que más le gusta, conducir | Sus compañeros le agradecen esos años de alegría compartida
Desde el año 1991 hasta ahora, han sido muchas las mujeres que han desempeñado el trabajo de conductora en la administración pública canaria, pero Rosalina Rosas Romero fue la primera que ocupó este empleo en el Gobierno de Canarias. Con 66 años y ocho meses cumplidos, la conductora, que siempre ha trabajado para la Consejería de Sanidad, celebra una jubilación que le permitirá dedicarse a sus «bichos» –como llama a sus perros y caballos–. Sus compañeros, en cambio, reconocen que la echarán de menos por su capacidad para repartir sonrisas y buenas palabras.
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Dicen de ella que, pese a no tener redes sociales, es una 'influencer' de la que todos tienen algo que aprender «como mujer, madre, abuela y sufridora de adolescentes» porque, sobre todo, «es una persona feliz».
Y en estos días, más aún. Celebra haberse dedicado durante estos 34 años a lo que más le gusta: «Me encanta conducir», sostiene Rosalina. Una frase que ya recogió este periódico en 2002, cuando llevaba once años al volante para trasladar a los responsables de la Consejería por toda la isla, a autoridades del Gobierno central y de otros países, además de portar documentos a otros departamentos. «Lo he pasado muy bien con los compañeros, con los jefes y con los altos cargos... y se me ha pasado volando», confiesa la choferesa, quien obtuvo su plaza de subalterno conductor en 1991. «Me presenté a unas oposiciones a finales de 1990 y entré en el puesto en abril de 1991», recuerda.
Asegura que durante sus años al volante nadie le ha increpado en la carretera por ser mujer ni se ha topado con ningún hombre que la haya intentado guiar en una maniobra de aparcamiento. «No se han atrevido», comenta risueña con una voz ronca y profunda.
Tanto sus compañeros como las personas a las que ha trasladado siempre la han tratado como a un igual. Solo durante los primeros años en su trabajo se topó con altos cargos de la península que se sorprendían al ver a una mujer al volante. Sin embargo, esa extrañeza duró poco.
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Sin madrugones ni atascos
Ahora, una vez jubilada, la galdense no tendrá que despertarse a las 5.30 horas. «Se acabaron los madrugones», dice satisfecha. Tampoco cree que vaya a echar mucho de menos el volante. «El tráfico está insoportable. Me voy en el momento perfecto. Antes de que se líe más todo», comenta sobre un trabajo que se estaba complicando con los atascos casi diarios que tenía que soportar. «Hace un par de años que estoy notando que vayas a donde vayas te encuentras una cola. Ya no solo para ir al aeropuerto; vas a Tafira, y cola; al Puerto, cola... El tráfico está fatal», lamenta.
Cuando se le pregunta por los jefes más agradables que ha tenido, hace un ejercicio de memoria y empieza a soltar una retahíla de nombres. «Todos, todos han sido agradables conmigo. Si hubo alguno desagradable, no le dejé que lo fuera conmigo», cuenta con sorna. «De verdad, siempre ha sido gente atenta y agradecida», recalca.
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Etapa intensa
Eso sí, recuerda especialmente agitada la época en la que trabajó con Julio Bonis al frente de la Consejería y Román Rodríguez, en calidad de director del Servicio Canario de la Salud. «Tenían muchas reuniones. Era la época de las transferencias de competencias a la comunidad autónoma. Fueron años muy intensos», comenta sobre las continuas idas y venidas que realizó hace 30 años, entre 1995 y 1999.
Entre sus muchos viajes, recuerda uno con una secretaria de Estado de Atención a las Drogodependencias. «Fuimos a la Fortaleza de Ansite. Íbamos con la Guardia Civil y la Policía Local abriéndonos paso. Fue una experiencia», rememora.
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Su jornada se guiaba por una agenda que fijaba horarios y destinos, pero además de conducir, Rosalina revisaba el itinerario con antelación. «Hay que saber a dónde hay que ir y, si se salen de los traslados normales, informarse bien», comenta Rosas, que antes hacía esta tarea incluso llamando por teléfono a los ayuntamientos.
Ahora, todo resulta más sencillo gracias a los navegadores y a internet. «Google Maps también se equivoca. Si le haces caso, te enrisca. No te puedes fiar», asegura la conductora que durante su carrera ha tenido la oportunidad de llevar grandes máquinas. «Ahora tenemos los eléctricos. Siempre he conducido coches de mucha potencia y cómodos. Una maravilla», cuenta con los ojos chispeantes por haber tenido el placer de conducirlos y que este fuera su trabajo. Una felicidad íntima que contagió a cualquiera que subiera a su coche o se cruzara con ella por los pasillos, relatan los que ya la echan de menos.
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