La gran factoría aborigen de Sardina
Investigadores de la ULPGC culminan su segunda campaña excavando en Playa Chica, Gáldar, enclave donde los primeros pobladores de Gran Canaria procesaban pescado y marisco
Jared e Idaira están volcados con mucho mimo sobre los restos de un gran fuego de la prehistoria canaria que ardió entre los siglos XII y XIII. El alumno de cuarto grado de Historia y la estudiante del máster de Patrimonio de la ULPGC forman parte del equipo arqueológico de la universidad grancanaria que desentraña los secretos de lo que fue, según todos los vestigios, una factoría para el procesado de pescado y marisco de los primeros pobladores de Gran Canaria. Es el yacimiento de Playa Chica, en Sardina del Norte, ubicado en un pequeño espacio entre el risco y el mar del municipio de Gáldar.
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Este es el segundo año que se excava en un enclave que forma parte de una ambiciosa investigación arqueológica liderada por la ULPGC que busca responder a las grandes incógnitas del poblamiento del archipiélago: cuándo y cómo llegaron sus primeros habitantes, cómo se extendieron por las islas o cómo sobrevivieron de forma aislada durante tantos siglos en una tierra escasa en alimentos. Se trata del proyecto IsoCan ('Aislamiento y evolución en Islas Oceánicas: la colonización humana de las Islas Canarias'), dotado con 1,4 millones de euros al lograr una de las prestigiosas becas Starting Grant del Consejo Europeo de Investigación, destinadas a financiar trabajos pioneros y de excelencia.
Playa Chica posee una de las dataciones más antiguas de Gran Canaria y el equipo arqueológico de la ULPGC ha excavado en esta campaña en dos zonas separadas por cinco metros y seis siglos. La del gran fuego, descubierto bajo varias capas de cenizas superpuestas, se sitúa hace unos 800 años, una datación lograda gracias a una semilla de laurel aplicando una avanzada técnica de carbono 14. Los restos de carbones de piñas de pino, semillas de tabaiba o leñabuena, especies vegetales ideales como leña para el ahumado y que no se han encontrado en otros yacimientos de Gran Canaria, se entresacan junto a miles de escamas, muchas de ellas de viejas o pejerreis, que a simple vista se aprecian como puntitos blancos en medio de la tierra.
Restos de fuegos y escamas que se guardan en la casa cercana al yacimiento donde las y los investigadores procesan y documentan para su posterior análisis todo lo hallado en el enclave. De los vestigios encontrados sobresalen los instrumentos especializados para el funcionamiento de la factoría aborigen, como los resistentes anzuelos hechos con dientes de cochino o desescamadores de cuernos de cabra. «Hemos hecho la experimentación y se desescama genial», señala a pie de yacimiento el arqueobotánico Jacob Morales, docente e investigador del departamento de Ciencias Históricas de la ULPGC y codirector de la excavación junto a Jonathan Santana.
También hay varias herramientas de piedra e incluso lascas de obsidiana, un precioso y cortante cristal volcánico que la población aborigen obtenía de la lejana mina de Hogarzales, en lo alto de los riscos entre Tasarte y La Aldea. A ellos se unen restos de lapas, ostrones o burgaos. E incluso púas de erizos, que creen que podían usar como carnada para las viejas.
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Al lado de los restos de llamas donde ahumaban lo pescado, y en un agujero más profundo y lejano en el tiempo, se buscan vestigios de lo que podría ser la primera ocupación del enclave, que se remonta unos 1.300 años atrás, aunque el equipo investigador espera dataciones más antiguas de los restos recopilados este año. Han hurgado en la tierra «para obtener información de cómo vivían en esos primeros momentos», añade Morales. En esta zona se trabaja en una estructura de piedra seca rectangular y suelo de tierra batida. El objetivo es llenar con evidencias científicas los siglos de vida que separan esta construcción del gran fuego.
Porque este yacimiento funciona como una máquina del tiempo: «nos lleva al siglo XII y XIII, hablando de las especies que crecían en el mar, que aprovechaban, que son muy parecidas a las de ahora, y, por otro lado, a lo que había en el VII y VIII, y queremos comprobar si son las mismas o ha habido cambios, porque sabemos que hay una serie de cambios climáticos en el siglo X y XI y nuestra investigación quiere testarlo», explica Jacob Morales.
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Esta es la segunda campaña de trabajo de campo en Playa Chica del equipo de la ULPGC, formado por 15 personas entre profesorado de Prehistoria y Arqueología, estudiantes de grado y máster e investigadores en formación. Sus resultados serán refrendados cuando la investigación se publique en una revista científica tras ser evaluada, pero ya hay evidencias: «Estamos viendo que este era un lugar muy especializado. No vemos molinos, no vemos restos de comida habitual como gofio, aquí venían a pescar, a procesar ese pescado y esos mariscos y problablemente llevarlo a otro lugar para intercambiarlos o comerlos», sostiene el director de la excavación.
El hallazgo del yacimiento, en 2016, fue accidental: un desplome dejó al aire los estratos que esconden varios de siglos de vida aborigen. El equipo de la ULPGC ya ha echado este año el candado en Playa Chica, enclave que volverá a abrirse para campañas de excavación al menos en los dos próximos años. Tiempo para seguir desescamando los secretos y vida de quienes eligieron este breve espacio entre el risco y el mar para crear una gran factoría aborigen.
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Un equipo investigador multidisciplinar
La excavación de Playa Chica servirá para arrojar luz científica a los varios siglos de ocupación aborigen del enclave. Para lograrlo, el equipo de la ULPGC está formado por investigadores especializados en varias áreas de la arqueología. Así, están Mari Carmen González Ruiz, experta en moluscos; Alberto Lacave Hernández y Amelia Rodríguez Rodríguez, especialistas en herramientas de piedra; Aitor Brito Mayor, en animales terrestres; Miguel del Pino Curbelo, exoerto en cerámica; Pedro Henríquez Valido, especialista en insectos; Aarón Morquecho Izquierdo, que centra sus trabajos en dieta humana; Sandra Cancel, experta en registro fotogramétrico; y Saro Méndez Pérez, técnica de laboratorio. La excavación está dirigida porJonathan Santana Cabrera y Jacob Morales Mateos, especialista en semillas.
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