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Fuera del Radar · T7 · Episodio 6

El discurso de Loly

Loly Fernández sabe bien todo lo que se puede perder en la vida. Sufrió los años más duros del VIH y sobrevivió con una gran herida, pero también encontró una vocación imparable

Transcripción

FUERA DEL RADAR - TEMPORADA 7 - EL DISCURSO DE LOLY

JOSÉ ÁNGEL ESTEBAN: ¿Qué tal? Bienvenidas y bienvenidos de nuevo a nuestras historias.

JAES: María Dolores Fernández Horcajo, a quien todos llaman Loly, o Loly Fernández, tiene que escribir un discurso. Seguramente esté en su casa de Gijón, dándole vueltas. No es fácil hablar en público. Será la primera vez que haga algo así, micrófono en mano, delante de tanta gente, unas 5000 personas.

LOLY FERNÁNDEZ: Me pidieron participar para que subiera al escenario a hablar de mi activismo.

JAES: Todavía no sabe qué va a contar, qué va a elegir contar. Tiene varias opciones.

LF: Empecé preparándolo sobre el activismo. Pero luego dije… o sea, es que mi activismo es él.

JAES: Él es Kilian, ya le conoceremos. De momento, nos quedamos con Loly. Ella sabe que si su discurso tiene que ser sincero, no puede dejar de contarlo, de contar lo de Killian…

LF: Preparé lo que escribí, pero contando mi historia de lo que había supuesto, pues todo el proceso con Kilian y todo lo que vivimos con Kilian y que todo eso fue lo que a mí me llevó al activismo.

JAES: Porque, precisamente, el hecho de hablar o no hablar de Kilian es algo que lleva muchos años con ella. A veces una carga, a veces una obligación, a veces un consuelo…

LF: Yo notaba que cuando contaba mi historia… mi historia es muy dura. Yo eso lo sé. Entonces, a veces yo notaba en las personas que lo estaban escuchando cómo les afectaba lo que yo estaba contando, cómo reaccionaban…

JAES: Muchas veces era más sencillo pasarlo por alto, no contarlo, dejarlo estar. Callarse y no molestar a nadie.

LF: Era un poco yo… escogida o elitista a la hora de decir a quién cuento mi historia y a quién no, ¿no? Eso durante bastantes años.

JAES: La historia de Loly es una de las más difíciles de todas las que hemos narrado aquí. Es una de esas historias que suelen quedar en silencio. Pero también tiene lo que buscamos siempre: una persona, un personaje, que llega lejos. En este caso, además, de por medio hay una batalla por la vida, el encuentro de una vocación y la búsqueda de justicia.

LF: Quién me iba a decir a mí que iba, que iba a sobrevivir y que iba a vivir esto que estoy viviendo ahora, ¿no?

JAES: Las personas que van a escuchar el discurso de Loly, en un escenario en Madrid, delante del museo Reina Sofía, han atravesado un importante camino individual, muchas veces solitario, pero ahora están juntas, reunidas.

LF: Yo cuando hablo a lo mejor con otras personas con VIH que llevan mucho tiempo como yo con la infección, siempre dicen esos primeros años, cómo tuvieron que trabajar internamente para prepararse a morir de alguna manera, porque era lo que nos decían en aquella época, que era lo que nos iba a pasar.

JAES: El discurso será el final de una manifestación, una manifestación pionera en el mundo: la marcha del Orgullo Positivo. Un día histórico para las personas que viven con el VIH, para reivindicar su espacio y todo lo que les queda por conseguir. Muchas historias individuales que se encuentran, se escuchan… pero este día todos juntos van a escuchar la de Loly, lo mismo que vamos a hacer nosotros.

LF: Al final tienes que aprender a vivir con ese dolor y con esa pérdida. Es algo que no se nos olvida… nunca.

JAES: Porque esta es la vida de Loly, de Kilian, de Adrián y de Armando. Una historia en la que hay tres cosas que no han cambiado, que se mantienen. Un barrio, un refugio y el amor.

Soy José Ángel Esteban, y esto es Fuera del Radar

FUERA DEL RADAR. HISTORIAS MÁS ALLÁ DE LA NOTICIA. EN ESTE EPISODIO: EL DISCURSO DE LOLY

JAES: Loly Fernández es de Gijón. Mucho. Muy de Gijón. Pero no nació allí. O sea, que para empezar hay que irse muy lejos. La historia de España, y la de Asturias, lo quisieron así.

LF: Sí, bueno, pues en aquella época, en los primeros años… finales del año 50, 60, mis padres emigraron para Alemania, bueno, pues como muchos españoles, ¿no? A buscarse el pan.

JAES: No fueron los únicos. Se calcula que hasta 600.000 españoles emigraron a Alemania para trabajar en esas décadas de posguerra. Legal o clandestinamente, a la dictadura de Franco no le gustaba que se supiera que este país no daba de comer a su gente. La familia de Loly vivió en Düsseldorf, al oeste del país.

LF: Yo es verdad que siempre digo que no tengo prácticamente recuerdos. Me da mucha rabia, mucha pena, la verdad.

JAES: No los tiene porque duró poco allí. A los tres años, en 1968, ya planificaron la vuelta. Aunque su madre era segoviana, su padre tenía claro a dónde quería volver.

LF: Y vio que había una oportunidad en Gijón para poder él montar un negocio y nos vinimos. Mi padre tenía muy claro eso: Asturias, volver a Asturias.

JAES: Y tras venir de tan lejos, ya no se mudó nunca más. Pasó la infancia en el Barrio de la Calzada, un barrio obrero, grande y tranquilo, y allí sigue viviendo.

LF: Yo fui una niña muy, muy buena niña, muy estudiante. Me gustaba mucho el colegio…

JAES: Hasta le gustaba la lluvia.

LF: Yo recuerdo los inviernos en La Calzada de pasar el invierno yendo al colegio con botas de agua y con paraguas por todo lo que llovía. Pero lo recuerdo con mucho, con mucho cariño.

JAES: Después vino el instituto, por supuesto, y allí Loly conoció a un chico. Muy pronto, se va a casar con él y van a tener un hijo.

SUSANA NEIRA: ¿Cómo se llama él?

LF: Armando, se llama Armando.

JAES: La voz que acaba de sonar, la voz que pregunta es la de Susana Neira, y es ella la que va a seguir contando esta historia. Susana, estamos en los años 80...

SN: Exacto, estamos en Gijón.

JAES: Hace más de cuarenta años. Tenemos dos protagonistas

SN: Armando y Loly, que están recién casados y que cumplen etapas a la velocidad del rayo.

LF: Y nada, nos casamos súper jóvenes. Yo tenía 18 años, con 19 tuve a mi hijo y empezamos la vida como pareja, ya viviendo independientes e intentando pues eso, trabajar y vivir para mantener y criar a ese niño.

JAES: Muy bien, Susana, todo tuyo.

SN: Aquellos, los ochenta, fueron años de agitación social, de libertad y, al tiempo, de trabajo duro. De expectativas de mejora. Armando y Loly van a tener otro hijo. Pero también son años donde se importan tendencias terribles que llegan de otros lugares, que todo lo destrozan…

LF: Fueron unos años devastadores, que muchas de las personas de mi época, incluso mayores, quizás también de la época de mi hermano, que tenía cuatro años más que yo, fue devastado. Fueron una generación devastada por las drogas, llegaron sin información y arrasaron…

SN: Son años, y de eso va esta historia, donde una pandemia silenciosa e injusta empieza a destruir vidas en todos los lugares del mundo.

LF: Tengo a fuego marcado el año, el día y el mes en el que, en el que cambió, en el que cambió nuestra vida totalmente.

SN: Todo había empezado unos meses antes, con un malestar. Un malestar que tenía Armando, y que nadie sabía de dónde venía.

LF: Mi pareja llevaba mucho tiempo que no se encontraba físicamente bien y lo típico, vas al médico y te hacen pruebas y no encuentro nada y no sé qué está pasando…

SN: Estábamos donde estábamos…

LF: Claro, estamos hablando de 1990. 1989, 1990, y a nadie se le ocurrió hacer una prueba.

SN: Aquello, aquel malestar difuso y permanente, era un enigma. Un rompecabezas para los sanitarios de la época.

LF: Y hubo un especialista que se le ocurrió. Le llamó la atención que tenía los ganglios inflamados y dijo «Vamos a analizar esos ganglios». Y a raíz del análisis de esos ganglios fue cuando, bueno, llegó el diagnóstico de VIH.

SN: VIH. Es decir, el virus de inmunodeficiencia humana. La incertidumbre se dispara al máximo con solo darles ese dato.

LF: Fue terrible fundamentalmente, sobre todo por la circunstancia que yo estaba viviendo en ese momento. Yo estaba embarazada, embarazada ya a punto de dar a luz. De hecho, di a luz diez días después de esa fecha del 16 de noviembre.

SN: 16 de noviembre. Esa es la fecha del diagnóstico de Armando, el día en que cambia todo.

LF: Claro, mi preocupación cuando dijeron que él tenía VIH, que además en aquel momento no lo dijeron así, «tiene SIDA». Entonces imagínate el impacto. En aquella época, la información que nosotros teníamos era sida es igual a muerte. Ya se acabó todo.

SN: Son demasiados factores que considerar. Demasiadas implicaciones.

LF: Entonces fue un shock que bueno, pues tremendo, que no, que no lo esperabas. Yo recibí el diagnóstico y me desmayé, pero porque yo creo que mi cabeza petó en ese momento y ahí empezó pues todo... La dureza que supone enfrentarte a una infección por VIH cuando además hay un niño de por medio, ¿no?

SN: En aquellos años del VIH, del SIDA, se sabe muy poco. Y lo que se sabe es extremadamente negativo.

LF: Él al principio no se lo creía. Pensó que era un error de laboratorio. Esto no puede ser. Si yo esto ya está súper superado. Ya han pasado, han pasado diez años. No puede ser… bueno.

SN: Loly se refiere a un pasado de tonteo con las drogas, muchos años antes. Nadie imaginaba que podría tener estas consecuencias.

LF: Muchos años atrás, pero era algo que estaba superado y que cuando íbamos al médico siempre lo decía, que bueno que había tenido esa ese tonteo de alguna manera, porque fue un tiempo que por sí mismo lo dejó, no necesitó tampoco ni un centro de desintoxicación ni nada, sino que bueno, las circunstancias personales que tenía en ese momento le hicieron conocer ese mundo, pero de ese mundo salió por sí solo.

SN: Las pruebas de entonces no son como las de ahora, casi automáticas. Al conocer el diagnóstico, en noviembre de 1999, Loly también tiene que hacerse pruebas, pero los resultados tardan. Tardan más de diez días.

LF: Entonces yo di a luz sin saber si mi niño tenía VIH o no tenía VIH…

SN: Kilian, un bebé fuerte, de más de 4 kilos, nace sin complicaciones en el hospital de Cabueñes, en Gijón. Poco después, llegan los resultados.

LF: Llegaron los análisis del niño primero que los míos. Y se confirmó que tenía VIH.

SN: Y si Killian, el niño, lo tenía…

LF: La única persona que le podía transmitir el VIH a mi hijo era yo, con lo cual estaba claro que yo tenía VIH.

SN: Aún así, queda mucho por saber. Los anticuerpos que le han detectado pueden ser de la madre o puede haberlos generado él mismo, y una respuesta u otra cambiará por completo el futuro.

LF: Entonces eso fue un periplo de más de un año en esperar ese resultado para saber si, si era un niño con VIH o negativizaría. Desgraciadamente, no negativizó.

SN: No negativizó. Es decir, los anticuerpos de Kilian, los anticuerpos con los que nació, son suyos. Va a vivir con VIH.

LF: Él tuvo una evolución muy buena durante el primer año. Fue un niño bueno, completamente sano. Nació con más de cuatro kilos, estaba bueno, tuvo un desarrollo completamente normal. A partir del año fue cuando empezaron los problemas de salud.

SN: La preocupación por el niño es lo más importante. Loly y Armando apenas piensan en sí mismos.

LF: Mi núcleo y mi foco era él, entonces yo vivía e iba al médico y cuando necesité tomar la medicación tomé la medicación. O sea, yo me cuidaba, pero me cuidaba porque necesitaba estar bien también para ese hijo y para el mayor, ¿no?

SN: Y durante todo ese tiempo, además de temer por su hijo y por sus propias vidas, está el inmenso estigma social.

LF: Primero con un miedo atroz porque no sabíamos, no sabíamos cómo manejarlo. Y estuvimos pues más de un año comiéndonoslo mi pareja yo. No lo sabía absolutamente nadie, nadie. No sabíamos cómo decirlo.

SN: Es demasiado difícil de gestionar. Al final, un día cualquiera deciden que no aguantan más.

LF: Mi suegra llegó a la habitación y nos pilló llorando. Entonces ya le dije mira, ya no puedo más con esta… no mentira, porque tampoco es mentira, sino muchas veces lo hacíamos por protegerles a ellos, por no hacerles daño. Y entonces a raíz de ese día, bueno, se lo comunicamos a ella y ya dije bueno, pues...

SN: Un alivio, un pequeño alivio.

LF: Y ahí fue cuando lo abrimos un poco más y pudimos compartir un poco más.

SN: Afortunadamente sus familias se vuelcan en apoyar. No todos tienen esa suerte cuando dan la noticia. Loly y Armando se lo van diciendo a toda la familia más cercana.

LF: Al único que no lo comunicamos fue a mi hijo, porque pensábamos que mi hijo mayor… que todavía era muy pequeño, que no lo iba a poder entender y bueno, fuimos contando eso, medias verdades.

JAES: Todavía con medias verdades, hay que volver ahora al hospital. Kilian no mejora. Y Armando y Loly, los padres, viven lo mejor y lo peor del sistema sanitario de entonces. La atención diaria, por ejemplo, es más que buena.

LF: Tú nombras Kilian en el Hospital de Cabueñes y hasta el día de hoy que, que le recuerdan, evidentemente

JAES: Loly se sintió querida y cuidada. Recuerda con claridad algunos detalles…

LF: Él tenía todos los días cuando estaba ingresado su huevito de chocolate, de huevo kinder, por parte de una enfermera. Si esa enfermera estaba de vacaciones o no estaba de turno, siempre lo dejaba encargado a otra, entonces son detalles que a mí bueno, me reconfortaban de alguna manera.

JAES: Pero otros médicos dejan mucho que desear. Cuando hay que hacerle una pequeña operación rutinaria en Oviedo, tardan en decidirse.

LF: Y a última hora de la mañana llegan dos médicos y nos dicen que han decidido no operarle. Y digo yo, ¿ahora? En puertas de quirófano, como quien dice…

JAES: Tras varias consultas, el preoperatorio, tras el ayuno y con todo preparado, ahora no van a hacerlo. Y la respuesta es heladora.

LF: No, porque con el diagnóstico que él tiene creemos que no, que no merece la pena. Entonces aquello fue otro mazazo.

JAES: No saben cómo reaccionar.

LF: Me acuerdo. Recuerdo claramente haber salido a hablar con el control de las enfermeras y había una enfermera que me decía así por lo bajo: «Denúncialo, denúncialo, porque no se pueden hacer las cosas así, denúncialo».

JAES: La pediatra también les anima a denunciar. Y aquí hay un momento importante. Cogen el coche, y aparcan frente a un edificio. Es la sede del comité antisida de Asturias. Allí les ayudarán a poner la denuncia. Saben que lo tienen que hacer. Pero, pero… pasa algo.

LF: Y no fuimos capaces de entrar. Llegamos, aparcamos el coche delante de la puerta y ahí estuvimos sentados y no nos fuimos capaces de dar el paso y salir. Y nos fuimos ese día y no denunciamos. No nos atrevimos a denunciar.

JAES: La razón por la que no salen, el motivo real de esa impotencia, lo conocen perfectamente….

LF: Porque nos daba mucho miedo que alguien nos viera entrar. Y claro, planteamos que si alguien nos ve entrar aquí tenemos a Adrián, el mayor, a ver si esto le va a perjudicar…

JAES: Es que entonces era tan, tan difícil…

LF: Claro, ahora dices a toro pasado y con todo lo que has vivido, claro, me arrepiento. Pero en aquel momento era como… como lo estábamos viviendo.

JAES: Igual que Loly llegó a Gijón y no se movió, el comité Antisida sigue teniendo la sede exactamente en el mismo sitio que siempre. Ese día, por miedo, no consiguen ni salir del coche. Pero eso va a cambiar.

Una pausa y volvemos.

[PAUSA]

JAES: Algunos datos. El primer diagnóstico en España fue en octubre de 1981, solo unos meses después del primero en el mundo. Desde entonces, al menos 60.000 personas han muerto en nuestro país por causas relacionadas con el VIH. La inmensa mayoría, en los años noventa. El peor año de todos fue 1995. Es en ese año donde sigue esta historia.

JAES: Killian está en el hospital. Tiene cuatro años y sigue sin mejorar. Sus padres, Armando y Loly, tienen un poco más de apoyo, familiar y psicológico. Pero el final se va acercando.

LF: Es verdad que durante mucho tiempo nos íbamos preparando, porque la evolución la estabas viendo. Él solo llegó a tomar dos tratamientos diferentes porque no había más… Pero nada, vimos que no, que no funcionaba, que la evolución... Entonces, al final lo que se decidió es que fueran paliativos. Que bueno, el tiempo que estuviera, que estuviera lo más tranquilo, sin dolor y bueno, de la mejor manera posible.

JAES: Y ese final llegó. Kilian vivió más de cuatro años, ahora la vida tenía que seguir sin él.

LF: Yo tenía muy claro que por muy mal que estuviera, que yo no me podía hundir porque tenía otro hijo que había que sacar adelante de la mejor manera. Y yo fue a lo que me agarré. Yo... si no hubiera tenido otro hijo, no sé cómo lo hubiera podido llevar. Pero me agarré en eso y en seguir viviendo día a día.

JAES: De lo que hicieron después Adrián, Armando y sobre todo Loly, nos sigue contando Susana Neira.

SN: El personal sanitario insiste una y otra vez para que Armando y Loly contacten con la asociación, aquel edificio en el que no se habían atrevido a entrar.

LF: Se daban cuenta de que nosotros necesitábamos un apoyo psicológico, necesitábamos un refuerzo. O sea, que estábamos cargando con una historia muy dura y que por mucha fortaleza que le quisiéramos poner y por mucho… pues necesitábamos profesionales.

SN: Poco a poco, ya tras la muerte de Kilian, y con discreción para proteger a Adrián, Loly comienza a participar en el comité antisida de Asturias.

LF: Había lo que llamaban grupos de autoapoyo, ¿no? De aquella época, y compartías un poco cada uno sus vivencias. Eran tiempos muy duros porque a lo mejor ibas un día y conocías a una persona y la siguiente vez que ibas esa persona estaba ingresada o fallecía... Yo muchas veces digo que yo no sé como sería en el comité después de tantas pérdidas también como las que viví, ¿no?

SN: La muerte es omnipresente. Pero el contacto continuo, el sentirse escuchados, es un apoyo impresionante para los participantes. Los lazos que se crean son particularmente fuertes.

LF: Pero yo creo que era una necesidad de compartir, de comparar, de poder hablar con otras personas que sabías que te iban a entender, que aunque tu situación fuera diferente, había muchos puntos en común.

SN: En esas reuniones se habla mucho de fármacos, de tratamientos. Su evolución en los años noventa es un camino de ensayo y error, con muchos efectos secundarios, pero mejorando todo el tiempo.

LF: Hasta el año 96, 97 que empezaron a aparecer nuevas familias de fármacos, los inhibidores de la proteasa, de la transcriptasa y demás... Hasta esa fecha, eh, Los que hemos sobrevivido es porque hemos tenido suerte.

SN: Ese espacio, esas personas, esa emergencia social, empiezan a volverse muy importantes para Loly. Se pasa el día entrando y saliendo del edificio que una vez la paralizó.

LF: Bueno, pues yo poco a poco fui, fuimos entrando poco a poco en las actividades y cuando me di cuenta pues me ofrecieron llevar una campaña, luego que si un proyecto... Y la verdad es que yo me sentía, me sentía cómoda.

SN: Mucho contacto, muchas personas a las que ayudar, historias duras que hay que atender sin pensárselo dos veces. Loly comienza a hacerse fundamental, tanto como lo es para ella estar ahí. En los primeros años luchaban para mejorar las medicaciones, o para que las muertes fueran dignas.

LF: Batallabas, por cosas tan sencillas como… yo recuerdo los primeros años que en nuestros volantes ponían un punto rojo, en el volante, y tú ibas con el volante por todo el hospital con ese punto rojo marcando. Eso fue una reivindicación, que se consiguió quitar.

SN: En 2010, por ejemplo, inauguran el Bosque de la Memoria, un espacio para el recuerdo de las víctimas del sida en Gijón.

JAES: Un bosque de la memoria, Susana. Cuéntame más. ¿Cómo es?

SN: Está en una ladera en la que se plantaron entonces más de 200 árboles, exactamente 221 árboles de muchas clases: hay alisos, abedules, ginkgos, robles americanos...

JAES: Hace 14 años de eso, seguro que han crecido. ¿Algo más?

SN: Sí, hay un monolito, una especie de árbol metálico y de colores, como una torre, estrecha y larga, y sobre un pedestal, una placa en recuerdo de las víctimas del sida.

JAES: Eso fue en 2010, verdad?

SN: Sí, y Loly, de hecho, dio uno de los discursos, uno de sus primeros discursos, a pequeña escala. En 2012, le dan a su asociación la medalla de plata de la ciudad. Y en 2015, Loly se convierte en presidenta.

LF: No tiene nada que ver la población que estábamos en el comité anti sida como personas con VIH en aquellos años con la que tenemos ahora, pero que sigue habiendo muchas necesidades y que hay que trabajar…

SN: Se trabaja contra el estigma, por la detección de nuevos casos, por la memoria de las víctimas, por la educación sexual.

LF: Pero sí es verdad que cuando hacemos campañas o cuando estamos en alguna actividad, sí sigues viendo reacciones de la gente con cuando hablas del VIH. «Ah, no no no, yo…». Como que da miedo, como que no, eso no va conmigo. ¿Tienes relaciones sexuales? Porque si tienes relaciones sexuales, va contigo, porque esto el VIH no entiende ni de edad, ni de género, ni de creencias ni de nada. Entiende de si utilizas o no utilizas el preservativo, nada más.

SN: Y por recordar información muy básica que todo el mundo tendría que saber.

LF: El tratamiento no cura la infección, pero sí la controla de tal forma que me permite tener más o menos una buena calidad de vida. Y algo muy, muy importante, hace que mi carga viral, mi cantidad de virus en sangre, sea indetectable. Con lo cual no puedo transmitir el virus a nadie. Haga lo que haga.

JAES: Dijimos al principio que había tres cosas que no cambiaban. Loly sigue viviendo en su barrio de Gijón, la sede del Comité Antisida está en el mismo sitio, y la tercera cosa es que su pareja, desde el instituto, sigue siendo Armando.

LF: Sí, seguimos juntos contra viento y marea. Sí, sí, porque ha habido momentos muy, muy duros. Muy duros. Sí. De tirar, de tirar la toalla montones de veces. Porque no... Era... Era muy difícil.

JAES: El sentimiento de culpa es algo que han trabajado mucho a lo largo de los años.

LF: Yo siempre lo viví, esa parte siempre la tuve muy clara. Bueno, pasó, pasó. Fueron los años 80. Fue eso, la falta de información. Quién no hizo un coqueteo, una historia ahí... El problema es que, bueno, en este caso, trajo unas consecuencias que arrasaron nuestra vida. Pero bueno, siempre, yo siempre trabajé para que él no viviera ese sentimiento de culpabilidad.

JAES: Ahora ya… la situación es otra.

LF: Nosotros estamos viviendo otro momento ahora, eso: nos han hecho abuelos. Y ahora estamos en esa faceta de abuelos babosos que se nos cae todo, y esa parte bonita, porque yo, claro, yo en aquella época quién me iba a decir a mí que iba a vivir lo que estoy viviendo ahora mismo.

JAES: Son hijos de Adrián, por supuesto. Esperaron a contarle toda la verdad a que cumpliera los dieciocho.

LF: No fui capaz de verbalizarlo. Se lo tuvo que decir el padre. Yo no era capaz de verbalizarlo. Entonces fue muy impactante para él saberlo. Sí, sí, sí, sí. Fue muy impactante. No sospechaba nada.

JAES: Loly termina su discurso. Lo leerá en octubre de 2023 delante de miles de personas y, por supuesto, contará la historia de Kilian.

LF: Lo que te decía antes de que durante muchos años casi no lo contaba por la reacción de los demás. Luego llegó un momento que dije tengo que contarlo y lo siento mucho si al que le estoy contando le duele y no sabe cómo reaccionar…

JAES: Desde ese discurso, ha habido muchos más…

LF: Es mi vida y él... Y él ha sido parte en parte de mi vida y ha sido una víctima de todo, de todo esto.

JAES: Pues hasta aquí. Gracias, Susana, Susana Neira.

SUSANA: Un placer.

JAES: Esta ha sido otra de nuestras historias de Fuera del Radar, el podcast de periodismo narrativo que va más allá de la noticia. Muchas gracias a Loly Fernández por contarnos su historia, y a Susana Neira por investigarla y narrarla desde Asturias. Soy José Ángel Esteban, gracias por escuchar.

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Jueves, 23 de octubre 2025, 23:05

La época más dura de la pandemia del VIH en España fue la de finales de los años ochenta, y sobre todo los noventa. Loly Fernández y su familia lo saben bien. Esta activista de 60 años se encuentra frente a un folio en blanco para dar un discurso importante, pero le surge la duda: ¿cuánto de mi historia tengo que contar? Hay un nombre fundamental, imposible de pasar por alto, y es Kilian. Lleva media vida pendiente de contar o no contar lo que pasaron con Kilian, y con los años ha aprendido que es muy importante hacerlo. Porque él es la fuerza motriz que sigue haciéndola avanzar.

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Créditos

  • Una historia de Susana Neira

  • Producción técnica Íñigo Martín Ciordia

  • Diseño sonoro y mezcla Rodrigo Ortiz de Zárate

  • Ilustraciones Felip Ariza

  • Edición y coordinación Carlos G. Fernández

  • Dirección y producción ejecutiva José Ángel Esteban