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Fuera del Radar · T7 · Episodio 8

Una cueva en la memoria

Delia investiga en la mente de su abuelo: busca un secreto que lleva guardando ochenta años. Al otro lado, un tesoro que podrá recuperar un pedazo de nuestra historia

Transcripción

FUERA DEL RADAR - UNA CUEVA EN LA MEMORIA

JOSÉ ÁNGEL ESTEBAN: ¿Qué tal? Bienvenidos y bienvenidas a nuestras historias.

JAES: ¿Cuánto tiempo puede un niño guardar un secreto? Quizás, si le convencemos de que es cuestión de vida o muerte, si le decimos que es absolutamente fundamental que nadie lo sepa nunca, ese secreto pueda durar ochenta años. Sin importar cómo golpee la vida, quién vaya y quién venga, cómo cambie el mundo, un secreto es un secreto.

Esta es una historia que conecta dos épocas, una en cada extremo del tiempo. Y ese secreto, escondido al principio en la cabeza de un niño, va a terminar guardado en la memoria de un anciano, con cuidado, con cariño.

DELIA GUARDO: Bueno, pues mi abuelo Paco era un hombre de Castro Cillórigo, que se dedicaba primero cuando éramos jóvenes, adolescentes, de pequeños al ganado y ayudar a la familia en casa...

JAES: «El abuelo Paco», ese es Francisco Verdeja. Ella es Delia, Delia Guardo Verdeja. Francisco se dedicó a todo lo que se hacía en su zona, la comarca de Liébana, en Cantabria. Principalmente ganadería y minería.

DG: Y finalmente montó un taller de carpintería allí en su pueblo, debajo de casa, y hasta que se jubiló se dedicó a ser carpintero. Le gustaba mucho pues las colmenas, las ovejas, pues todo, todo lo que le rodeaba a él ahí en el pueblo.

JAES: Ese pueblo es Castro Cillórigo, y tiene poquísimos habitantes, 35, según el censo de 2024. Calles con cuestas, con preciosas casas los días de sol. En varias direcciones, inmensas paredes de roca anuncian que estamos en los Picos de Europa. Cuando le preguntan por su abuelo, Delia sabe qué decir.

DG: Es amigo de sus amigos. Se podía contar con él para lo que fuera. Si necesitabas algo llamabas a Paco el de Castro y no había ningún problema.

JAES: Se podía contar con él. Quizás se podía contar con que guardase un secreto. Pero Delia también sabe qué es lo que al abuelo y a la nieta les une, un rasgo del carácter

DG: Antes, cuando me has preguntado cómo es mi abuelo, pues yo igual. En ese sentido también me parezco mucho a mi abuelo, en el tema del cazorito, de meterte, de meterte donde no te llaman.

JAES: Esta es una historia de gente metiéndose donde no le llaman. Hace ochenta años y ahora. De gente cabezota, gente que insiste.

DG: Es que toda esta historia de las historias que me contó mi abuelo no vienen, no vienen de un día para otro que un día vas a visitar a tu abuelo y dices «abuelito, cuéntame…». Fue una confianza de mucho tiempo, muchos años…

JAES: Delia quiere entrar en la cabeza de su abuelo. En sus recuerdos, cuando Castro Cillórigo, que era un pueblo muy parecido al de ahora, vivía un tiempo muy diferente.

DG: Pues mira, te contaban que no había ni un alambre en el suelo, que en aquella época no les sobraba nada, que algo de hambre pasaban y que tenían que trabajar muchísimo.

JAES: Como Don Quijote, leer hizo a Delia ser curiosa, atreverse, lanzarse.

DG: Fue a base de leer libros. De repente me empecé a interesar. Me cayó en las manos el libro de los que se echaron al monte y empecé a reconocer sitios que conocía. Empecé a marcarlos, a visitarlos, a pasear. Y se lo iba contando a él.

JAES: Delia empezó a saber mucho sobre esa gente que se echó al monte en Cantabria, esa gente que se echó al monte cuando la Guerra Civil atravesó la región y el bando franquista pasó a controlar la zona. Y ella, Delia, recordaba que su abuelo tenía alguna historia. Algún secreto.

DG: Yo ahora que echo la vista atrás, creo que él estuvo tiempo no preparándome, pero sí queriendo saber hasta qué punto yo era capaz de meterme por la peña a buscar lo que él me estaba diciendo que había allí.

JAES: Francisco sabía que había algo en la montaña, pero se resistía a contarlo. Ni siquiera a su propia nieta. Además, aquella zona es difícil, hay que ir preparado. Y, si puede ser, con compañeros.

JP: El problema de estos caminos, que son pasos de pastores complicados que están muy expuestos a un accidente mortal.

JAES: Exploradores de lo físico, como Jesús Pelayo, y del pasado, como Valentín:

VA: Es decir, hay determinadas esquinas de la historia a las que solo se puede llegar a través del testimonio de la gente que ha vivido.

JAES: Esta es la historia de una nieta y un abuelo, de unos viejos guerrilleros que no podían volver a la sociedad, de un mapa del tesoro, y sobre todo un historia sobre prestar atención y saber escuchar

DG: El mismo día del entierro de mi abuelo Paco, que hubo un amigo de él del pueblo de Vejes, que se acercó a mí y me dijo «Oye, será cabrón tu abuelo, que yo pensé que éramos mejores amigos y nunca me contó nada de lo de la cueva».

JAES: Soy José Ángel Esteban, y esto es Fuera del Radar.

CABECERA | FUERA DEL RADAR. HISTORIAS MÁS ALLÁ DE LA NOTICIA. EN ESTE EPISODIO: UNA CUEVA EN LA MEMORIA

JAES: Cantabria es territorio de cuevas, de eso no hay ninguna duda. Sin ir más lejos, está Altamira, probablemente la cueva más famosa del mundo. En esta historia todo gira en torno a una de ellas, a una cueva, sí, pero por supuesto hay mucho más. Para empezar, es el intento también de atrapar un recuerdo, como hemos dicho.

DG: Son cosas que desde hace 80 años para acá no se habían hablado y que de repente una nieta venga y te diga a tus 90 años oye, y esto, cuéntame estas cosas. Mi abuelo pues al principio dudaba un poco.

JAES: Delia trata de tirar de un hilo, unas pistas que algunas veces su abuelo le había ido dejando. Pero siempre con resistencias.

DG: Porque para ellos también es volver atrás. Es pues no es plato de gusto. Y a mi abuela tampoco le gustaba mucho que me contara cosas con miedo a que yo fuera a investigar o fuera a hacer cosas.

JAES: Hay una complicidad. El abuelo se va ablandando. Se va abriendo y pone a prueba a la nieta. Ella insiste, él cada vez da más detalles. Francisco se da cuenta de que, a Delia, su historia le interesa de verdad.

DG: En un paseo que dimos una tarde por ahí por el pueblo, terminó de llevarme a un sitio y me dijo «Mira, ¿ves aquello? Pues hasta allí tienes que ir».

JAES: Carlos, ¿es esto una búsqueda del tesoro como otra cualquiera?

CGF: Desde luego tiene todos los elementos, pero yo creo que hay muchos más.

JAES: Seguro. Misterios, disparos, amigos y enemigos, peligro de muerte…

CGF: La materia de la que están hechos los cuentos

JAES: Los cuentos reales, en este caso. Adelante.

CARLOS GARCÍA FERNÁNDEZ: Para tratar de llegar al inicio del recuerdo que vamos a perseguir, tenemos que ir a la infancia de Francisco, el abuelo de Delia. Allí vivió algo distinto, fascinante y clandestino. Y esa puerta a otra realidad no estaba muy lejos.

DG: Sí, mi abuelo se veía con ellos en el pajar de casa, porque el desván estaba comunicado por un pasillo y una puerta con el pajar.

CGF: En ese pajar, algunas noches, seguramente muy pocas, un Francisco adolescente mantenía unas conversaciones que, en los años cuarenta, no se podían tener en ninguna otra parte.

DG: Del que más hablaba, era de Santiago. Yo no sé si iría alguno más, porque también hay que pensar que no creo yo que cualquiera de los del monte entre en confianza con un chaval de 14 años que sale de ahí y tú no sabes dónde va a ir, lo que va a contar a quién y lo que podría pasar.

CGF: Eran conversaciones distintas sobre todo por los interlocutores. Francisco hablaba con la «gente del monte»: la gente escondida en el monte, hombres que ya no podían vivir en sociedad después de perder una guerra. Todo estaba en un límite muy tenso, como en cualquier historia de fugitivos.

VA: Esta gente llega al monte por un compromiso político. Ellos sabían que eso luego tenía un coste, es que luego no puedes, cuando cayó el frente, no puedes volver a tu casa.

CGF: Es Valentín Andrés, historiador, y más tarde volveremos a oír su voz, porque además será protagonista. La principal misión de la gente del monte, pues, era no ser encontrada. Y un día, Francisco cometió una temeridad, un error. Se disparó sin querer, en el pajar, jugando con una escopeta que habían dejado allí.

DG: Tuvieron la suerte de que pudieron hacer que no se enterara nadie y venía un médico a curarle a casa. Porque… ¿cómo ibas a contar qué había pasado ahí? ¿Con qué arma se disparó? ¿Dónde está ese arma? Había que ocultarlo todo.

CGF: Santiago Rey, ese guerrillero que entabló confianza con Francisco, le hablaba de su refugio. Una cueva, un lugar mítico que se quedó en la cabeza del chaval durante décadas. Un secreto que no le podía contar a nadie.

DG: Pero lo más importante es que desde casa de mi abuelo y desde prácticamente toda Liébana se ve donde está, se ve donde está la cueva, Ves… Si sabes dónde está, la ves.

CGF: Y Delia empezó a insistir, empezó a hurgar en ese secreto. A animar a su abuelo a que lo compartiera con ella. Y un día sí, finalmente, señaló a una peña, una peña alta, enorme y muy inaccesible.

DG: Sí, pero eso fue hace ocho años. Después, durante esos ocho años, estuve buscando, había indicios, pero nunca llegábamos a resolver lo que decía mi abuelo Paco, que era la segunda cueva.

CGF: Ocho años buscando. Ella habla de «la segunda cueva», porque había una primera. Esa primera cueva ya era conocida. La llaman, sin lugar a equívocos, la Cueva de los Rojos, su acceso es relativamente sencillo. Es el momento de presentar un segundo explorador para nuestra aventura. Jesús Pelayo.

JP: Más conocido como Pelayo entre los amigos. Soy bombero forestal…

CGF: Pelayo, como Delia, es un gran conocedor del monte. De hecho, es buen conocedor de este tipo de escondites.

JP: Es muy difícil. Sí que hemos entrado en bastantes cuevas que que previamente ya hubo gente y ya… ya prácticamente no quedaban restos.

CGF: Por aquel entonces Delia casi había tirado la toalla. Fueron muchos años buscando, y entonces apareció Pelayo en la historia. Gracias a un encuentro fortuito con un amigo común.

JP: Una vez bajaba yo de una cueva de estas y me encontré a este amigo. Y hablando un poquitín del tema, pues me comentó que Delia estaba, andaba detrás de una cueva que el abuelo le había dicho que anduvieron los del monte bastante allá. Y bueno, que todavía no, que la cueva no se conocía.

CGF: Pelayo no se puede quedar quieto, ahí hay algo. Llama a Delia, le ofrece su ayuda. Después va a conocer al abuelo, le escucha, se gana su confianza. Y entonces, forman un equipo. Echan tardes y fines de semana buscando cuevas, repasando la zona todo lo que pueden. Pero es una zona muy complicada, al menos para nuestros estándares.

JP: Pero la mayoría de las cuevas pues eran pasos que estaban al alcance de pastores. Así un poquitín, un poquitín valientes, por así decir. Los pastores, toda la vida, y esta gente de los del monte, la mayoría se habían criado con cabras y ovejas y estaban de andar por ahí.

CGF: Aquella Cueva de los Rojos, también conocida como «La bodega», era la única pista. Una cavidad amplia donde todos los objetos ya habían desaparecido.

DG: Yo, la de la bodega ya la tenía localizada y había estado en ella y había encontrado restos. Lo que pasa es que él me insistía en que «encima, encima, encima y por encima» y yo por encima no veía nada. De hecho necesitabas equipo y gente que sepa colgarse, porque si no te juegas la vida.

CGF: El abuelo insistía: lo que buscan estaba por encima de esa cueva, en algún lugar de la peña.

DG: Bueno, cuando veíamos la cueva desde abajo, cuando nos la señalaba mi abuelo, yo le decía. «Pero cómo voy a subir ahí? Pero si desde aquí se ve todo vertical»...

CGF: Pero Francisco seguía en las mismas. Necesitaba confiar en la determinación de Delia y Pelayo. Seguía las novedades con atención.

DG: Hubo un día que yo cuando ya estaba pachucho, yo cuando le hablaba de Pelayo, siempre pinaba las orejas y ya me miraba como diciendo «Oye, Pelayo, a ver qué novedades tenemos».

CGF: El equipo está un poco desesperado. No encuentran la cueva de ninguna manera.

DG: Y le dije, «es que está Pelayo preocupado porque nos da la pequeña impresión de que se te están olvidando las cosas»...

CGF: No lo recibió bien. Él estaba convencido.

DG: Me echó una mirada extraña e hizo un breve silencio. Y al poco me vuelvo a mirar y me dice «Yo lo que os pude aportar yo, hecho está. Ahora, mirar a ver vosotros lo que hacéis con ello».

CGF: Delia lleva ocho años buscando una cueva. Un secreto que su abuelo había guardado desde que era un niño, y no había querido revelar a nadie. En teoría él nunca estuvo allí.

DG: Yo no sé si él estaría allí o no, yo creo que todo lo que… todo lo que él sabía lo sabía, o por lo menos a nosotros nos lo transmitió como que lo sabía de palabra, porque luego también se reía por lo bajini, ¿sabes? Y no sabía si había estado, si no había estado o si qué.

CGF: Francisco jugaba al despiste. Pero lo que es cierto es que, sea como sea, sabía describir la cueva, incluso con algunos detalles muy exactos.

DG: Sí que nos describió el que la puerta de la cueva estaba sellada con un bidón metálico, con un bidón que ellos utilizaban antiguamente para hacer acopio de agua con unas ramas hacían como una canaleta. Eso es lo que me explicó él. Y desde ahí iba goteando cuando llovía al depósito ese que tenían.

CGF: Los guerrilleros tuvieron que bloquear la puerta de alguna manera, sobre todo por una cosa. Francisco recordaba ver un resplandor algunas noches, que en algún momento cesó.

DG: Que encenderían el fuego un poco para calentarse, calentar algo de comer y apagar el fuego por si acaso. No lo sé, y algún vecino les avisará «Oye, que se os ve de noche el reflejo del fuego».

CGF: Pero por más que lo intentan, Delia y Pelayo no consiguen conectar ese recuerdo con la realidad. Buscan, exploran, y no dan con ello. Es una zona muy escarpada, muy difícil y peligrosa. Un día, estuvieron a punto.

JP: Fuimos y nos acercamos a la bodega, a la de abajo, a la Cueva de los Rojos como la conocían los de la zona. Hemos llegado allí. Delia tenía sospechas de que era una especie de covaju que estaba por encima... Bueno, nos acercamos... Y bueno. Y no, no era esa cueva.

DG: Y volví al «Jo, va a fallecer mi abuelo, voy a perder a mi abuelo y no voy a resolver esto». Ya se te pasan tantas cosas por la cabeza…

CGF: Pero al día siguiente, Jesús vio algo nuevo, algo que aún no había visto.

JP: Tú puedes intuir que hay una cueva. Una peculiaridad de las cuevas de los del monte es que no se ven. O sea, tú ves una repisa en el monte, en una peña, en una pared y tú no ves cuevas. Suele estar con vegetación a la entrada y detrás de esa vegetación hay una cueva…

CGF: Él estaba trabajando en otra cosa, investigando viejos senderos de pastores, pero la curiosidad fue más fuerte.

JP: Estuve mirando la zona de la cueva y nada y vi algo. Que bueno que al poco llamé a Delia y le dije «yo creo que más o menos creo que sé cuál puede ser».

DG: Sí, dice, «Tengo indicios. He visto algo desde más arriba y me parece que no es donde tú vas a decir, pero es cerca».

CGF: Si la cueva avistada por Pelayo era la correcta, Francisco, el abuelo, había tenido siempre razón. Estaba justo encima de la bodega, la Cueva de los Rojos. Pero no era algo que se pudiera ojear en un momento, necesitaban material para acceder. Arneses, cuerdas, cascos. Eso lo hacía aún más fascinante.

JP: Aquí pues sería. El primero que subió… se la jugó. Al igual llevaba un cordel de la época al hombro. Subió a pelo, como se suele decir. Y luego ya igual una vez arriba ya instaló algo y ya bajaban y subían por la cuerda.

CGF: Si es la cueva correcta, nuestros exploradores van a vivir físicamente el mismo camino que aquellas gentes del monte hace más de ochenta años.

JP: No lo sabemos. Pero lo que yo no veo viable es que cada vez que subieran lo hicieran por losa, sin cuerda ni nada.

JOSÉ ÁNGEL ESTEBAN: Delia y Pelayo se preparan. Hacen acopio de equipo. Están esperanzados, creen que pueden, por fin, resolver el mapa, llegar al tesoro, y compartir el secreto.

JP: Y ya volvimos otro día a tiro hecho. Entramos por abajo también, accedimos a la bodega, la Cueva de los Rojos y de la Cueva de los Rojos arriba y… y apareció por fin.

DG: Y sí, era allí mismo, como decía mi abuelo Paco, justo encima.

JAES: Allí estaba. El bidón en la entrada, el signo de que era la cueva que Delia llevaba buscando casi una década.

DG: Yo cuando llegué allí me quedé sorprendida porque es que ya te digo que fue tal cual lo describió, tal cual nos lo encontramos ahí. Por lo menos el bidón, que estaba allí para hacer acopio de agua ,y eso él lo sabía…

JAES: Y tras ese bidón, todo lo demás.

DG: Bueno, con muchísimo cuidado porque es como como lo hablábamos en su día, una cápsula del tiempo. Y te sientes allí, que no es como si fueras el siguiente. Es que eres el siguiente en entrar ahí. Después de que ellos pusieron el bidón, echaran la puerta y no volviera nadie más.

JAES: Delia y Pelayo no están solos del todo. Pueden, por fin, compartir el gran momento con la persona adecuada.

DG: Jolín, cuando llegamos allí yo tenía a mi abuelo en casa, en el ventanal, esperándonos con los prismáticos. Y para mí fue brutal. Además, desde el sitio donde estaba yo estaba viendo la ventana de su casa y le hicimos una videollamada porque fue un momento muy emocionante. De hecho, hicimos captura de pantalla para recordar ese momento enseñándole a mi abuelo. «Mira el bidón. Mira». Abría unos ojos…

JAES: Enseguida volvemos.

PAUSA

JAES: Delia y Pelayo acaban de entrar en una cueva muy estrecha, de acceso casi imposible, y tienen frente a sí una serie de objetos. Hay un baúl de madera con documentos y medicinas, hay un bastón que esconde un pequeño sable…

DG: Me acuerdo que el sable ni le tocamos, o sea, sí, le tocamos para verle, o sea, le levantamos, pero viendo cómo estaba le volvimos a dejar otra vez en su sitio.

JAES: Hay también libros. Por ejemplo: 'El sombrero de tres picos', de Pedro Antonio de Alarcón, o una edición infantil del Quijote. Y también, dos zapatos de mujer.

DG: Con muchísimo cuidado, porque al final es como decía él, ya se notaba mucho de ratones, de polillas, igual alguna jineta, alguna marta o algún bicho que se pueda meter por allí…

JAES: Nuestros protagonistas han encontrado el tesoro. Ahora tienen que elegir qué hacer con él. Los objetos se han conservado relativamente bien.

JP: Y sobre todo, que si los objetos como los libros y estas cosas más frágiles, pues han estado ahí 80 años. Precisamente es porque la cueva tiene un nivel de, o sea, un grado de temperatura y de humedad, pues bastante propicia para esto.

JAES: Otras cuevas, eso sí, han sido saqueadas en cuanto se corre la voz. A Francisco, entonces, le entran dudas.

DG: Se quedó asustado. Le dijimos que íbamos a entregarlo a Patrimonio, que decidiera el Gobierno de Cantabria lo que hacer con ello. Y ya te digo que fue ahí cuando él se asustó. El pasó un par de días preocupado. Igual él decir pues igual tuvo un sentimiento como de a ver qué van a hacer ahora con ello… A ver si he hecho bien o he hecho mal en decir o no decir.

JAES: Sigue contando esta historia… Carlos García Fernández.

CGF: Juanín. Santiago. Machado. Mauro. Alejandro del Cerro. Ramón Manjón. Nombres, algunos muy conocidos en la zona, que pudieron haber estado en la cueva. Determinarlo es muy difícil, hacen falta expertos. Aquí entra en escena Valentín Andrés, el historiador. Como siempre, a través de un amigo común.

VA: Me llamó y me empezó a hablar de lo de la cueva, que tenía que ir a entrevistar al abuelo de Delia, que yo no conocía y además me insistió mucho que sí y me presentó a Pelayo y entonces entre los dos insistieron en que grabara al abuelo.

CGF: Valentín le grabó antes del descubrimiento. Es una labor que hace con una asociación en la que colabora.

VA: Estoy en Desmemoriados, y Desmemoriados un poco, uno de los focos que tenemos es la grabación de testimonios para conservar la historia.

CGF: Esa labor, por supuesto, casi siempre encuentra también resistencias.

VA: Y de hecho cuando hemos encontrado algún rastro de alguien que todavía quedaba vivo, pues impera la ley del silencio por no volver a levantar estas ampollas, porque ya hemos restablecido las relaciones en el pueblo, a pesar de haber sido una víctima de todo esto, prefiero callar porque mis hijos tengan o porque mi familia tenga una vida tranquila en el pueblo, ¿no?

CGF: En cuanto descubren la cueva, Valentín consigue unirse al equipo. Es de los que más sabe de este periodo de la historia de Cantabria.

VA: Y entonces cuando finalmente se desarrolla todo y me dicen bueno, tú vas en este día y vas a bajar, dices «Yo nunca me han colgado por una cuerda 50 metros».

CGF: Cuando supera esa impresión, y tras la caminata de dos horas y el descenso en rappel, llega a la cueva. La sensación más grande, incredulidad.

VA: Y yo recuerdo ahí la escena, estar sentado con José Ángel, al arqueólogo, que no decía otra cosa que «Esto es marciano, esto es marciano», era... En ese momento era imposible poder dar una explicación de qué hacía todo aquello allí, en una pared absolutamente vertical, un agujero y objetos ahí que estaban fuera de sitio, fuera de sitio. Yo miraba el bidón donde iban metiendo las cuerdas, digo. «Pero a quién se le ha ocurrido subir esto aquí?»

CGF: Todo lo que veía le llamaba la atención. Era difícil que no fuese así.

VA: Pues se me se me disparó mucho la adrenalina, pero la adrenalina, el sentido de de empezar a especular, ¿no?

CGF: Los zapatos, los libros, las medicinas. Cada cosa una pista, un hilo del que tirar.

VA: Aquí el trabajo era poner esas caras. Es decir, que cuando fuimos a la cueva no sabíamos quiénes la habían ocupado. Sabíamos por el testimonio de Paco que estaba Santiago, pero no sabíamos si los demás habían estado o no. Entonces, a través de los objetos, es descubrir las caras que había ahí.

CGF: Como colectivo, se sabe mucho de la gente del monte. Valentín estima que en los primeros años, antes del final de la guerra, pudieron ser entre 250 y 500.

VA: Viene la Guerra Civil. Son gente que combate en el frente del lado republicano y luego no pueden volver a sus pueblos. Cuando cae, cuando cae Cantabria, todavía la Guerra Civil está en marcha. La represión está desatada, hay muchas dudas de qué puede pasar conmigo cuando vuelva al pueblo. Y ellos, que son gente de tradición pastoril, duros como piedras, suben por sitios imposibles, y tenían sus apoyos, pues deciden sobrevivir.

CGF: Pero saber algo exacto sobre quién habitó la cueva es mucho más complicado. Un libro de los que encontraron dentro da una pista.

VA: En una de las portadas del libro hay un mensaje que viene a decir algo así: «He venido y como no estáis, ya sabéis dónde me podéis encontrar». Y luego hay una firma muy rebuscada.

CGF: Se obsesionaron con esa firma. Todos creían leer 'Mauro', un famoso guerrillero, pero tras mucho investigar, era la firma de Alejandro del Cerro. Ya tenían un visitante seguro de la cueva. Poco a poco, iban apareciendo esos rostros.

VA: Había un contacto continuo con su gente cercana para conseguir cosas y luego abastecerse en aquellos momentos era muy complicado. Esto exigía mucho movimiento y exigía tener unos lazos sociales y personales para poder sortear esta situación, porque había mucho control social.

CGF: El equipo formado por Delia, Pelayo, Valentín y sus colegas arqueólogos e historiadores, ha cumplido su objetivo.

JP: Nos hemos juntado un equipo que cada uno es de una madre y nos hemos compenetrado y completado entre todos muy bien, y yo creo que ha salido todo perfecto.

CGF: La cueva se bautiza como Treslasbasnás. El Gobierno cántabro se hace cargo de cuidar los objetos, que se exponen y se estudian.

VA: Lo que hemos aportado un poco es la parte científica, es decir, contextualizarlo históricamente, luego que cada uno se posicione como quiera, evidentemente esta gente está en el monte por lo que está, ¿no? Pero un poco es eso, ¿no? No vamos a hacer un discurso panfletario, sino vamos a ceñirnos a los hechos.

CGF: Son conscientes de que todo está imbuido de ciertos mitos, y siempre va a ser así.

VA: Es decir, que si probablemente hubiéramos encontrado una cueva de pastores de la época intacta, desgraciadamente, a pesar de que probablemente históricamente tendría su interés, despierta mucho menos interés.

CGF: Delia tiene todavía una última sorpresa. En uno de sus viejos libros sobre esa «gente del monte», del escritor Antonio Brevers, aparecía una foto. Una foto de tres guerrilleros posando.

DG: Sacaba el libro que me señalaba mi abuelo, muchas veces decía… porque debajo en el pie pone Peña Ventosa. «Es que esta foto tuvo que ser ahí en la cueva, Muy probablemente tuvo que hacer…» y él lo estuvo repitiendo bastante tiempo. Pero son cosas que tú dices. Bueno, todavía no he encontrado la cueva como para saber si esto muy probablemente va a estar en la cueva.

CGF: Francisco, el abuelo, repetía que el pie de foto era incorrecto. Y Delia tuvo una intuición.

DG: Y es que en ese momento fue cuando se me encendió a mí la bombilla. O sea, volví a escuchar a mi abuelo diciendo «Muy probablemente esta foto la hicieron allá arriba en la cueva». Entonces, claro, fue un fue un así, un decir vale, pues voy a subir y por descarte.

CGF: Delia visitó con un amigo los alrededores de la cueva, y no mucho más tarde, lo encontraron: el lugar exacto donde se hizo la foto. Y de esa forma, ahora pueden ubicar a dos famosos guerrilleros en la cueva.

VA: En la mítica foto de la brigada Pasionaria de la puerta de la Cueva, pues cuando subimos no sabíamos que esa foto estaba hecha allí y fue el descubrimiento que hizo Delia. Entonces, a partir de la foto sí, sí, ya sabemos que Machado estuvo. Y estaba Juanín, que no sabíamos que estaba Juanín.

CGF: Y el tercero, probablemente, sea Alejandro del Cerro. Esa foto ha encontrado su lugar. Los nuevos exploradores se tomaron otra foto idéntica, exactamente en el mismo sitio.

VA: Y cómo podemos llegar a conseguir recuperar un espacio a través del recuerdo de un paisano. Y eso es realmente a mí lo que me tiene totalmente, totalmente fascinado. Si no llega a ser por… por este hombre, no se hubiera encontrado la cueva.

CGF: Son recuerdos de un paisano que se conservan porque gente como Delia, Pelayo o Valentín se encargó de buscarlos… y de grabarlos.

[AUDIO ABUELO FRANCISCO] Me contaban que conociste a los del monte… // Sí, les conocí bastante. Sobre todo a Santiago. Que me pegué un tiro en una pierna con la pistola de él.

JAES: Había que grabarlo, para poder escucharlo, y para poder contarlo. Todo termina. El secreto que guardó Francisco más de siete décadas, se había resuelto. Un helicóptero se llevó los objetos, perfectamente preparados por los arqueólogos. Un poco antes, tuvimos que despedirnos.

DG: Y bueno, mi abuelo, dos semanas antes de quedar con los arqueólogos para indicarles las coordenadas del sitio, lo sabía. Y fue esa misma noche, yo estaba… Pasé la noche con él y nos dejó ese día.

JAES: Era la noche del 14 de febrero de 2025.

DG: Para mí fue como decir mi abuela había fallecido hacía poco y para mí fue «Mira, mi abuela se le llevó de la mano porque ellos tenían una cita el 14 de febrero. Digo, yo tenía una cita con los arqueólogos y para seguir con el legado que él nos dejó».

JAES: El día que pusieron a salvo los objetos, cuando rescataron todo, era el aniversario de bodas de los abuelos de Delia.

DG: Yo creo que lo ve... además cuando teníamos el helicóptero ahí encima. Yo tuve una cosa así, hay momentos en los que lo sientes y dices Buah, menuda cómo la hemos... Porque si hubiera estado él desde la ventana de casa diciendo «Mira, mira, pero es que todo esto lo he preparado yo», o yo hubiera ido a casa y se lo hubiera dicho, «¿es que has visto todo el operativo que has movido? A cuenta de eso que decías tú allí que no iba a valer para nada…»

JAES: Un pequeño tesoro, una cápsula del tiempo, y una lección de vida.

DG: Yo creo que se me ha brindado esta oportunidad por todo el tiempo que pasé con mi abuelo. Para mí lo más importante es eso, dar el mensaje de que ha sido posible gracias a todo el tiempo que una persona dedica a estar con una persona mayor… pues aprovecharlos en la medida de lo posible. Y a lo mejor podemos sacar cosas tan maravillosas como esta que hemos conseguido.

JAES: Pues hasta aquí. Esta ha sido una más de nuestras historias de Fuera del Radar, el podcast de periodismo narrativo que va más allá de la noticia. Muchas gracias a Jesús Pelayo, a Valentín, y por supuesto a Delia por contarnos su historia y la de su abuelo Francisco Verdeja, a Carlos García Fernández por escribirla y narrarla, y a José Carlos Rojo y Rafa Torre por grabarla y producirla en Santander. Soy José Ángel Esteban, gracias por escuchar.

Miércoles, 19 de noviembre 2025, 23:21

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Cantabria es territorio de cuevas, eso está claro. Muchas son muy conocidas, pero algunas, ya muy pocas, siguen guardando secretos. Francisco Verdeja, siendo un niño, entabló amistad con un guerrillero emboscado en el monte. Era la inmediata posguerra, esa confianza era difícil de mantener. Pero en Francisco se podía confiar. El antiguo combatiente le habló de un refugio, un secreto. Muchísimo tiempo después, su nieta Delia se va a encargar de buscarlo. Y va a merecer la pena.

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Créditos

  • Una historia de Carlos G. Fernández

  • Producción técnica Íñigo Martín Ciordia

  • Diseño sonoro y mezcla Rodrigo Ortiz de Zárate

  • Ilustraciones Felip Ariza

  • Agradecimientos José Carlos Rojo y Rafa Torre

  • Edición y coordinación Carlos G. Fernández

  • Dirección y producción ejecutiva José Ángel Esteban

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Una cueva en la memoria

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Una cueva en la memoria

FUERA DEL RADAR - UNA CUEVA EN LA MEMORIA
JOSÉ ÁNGEL ESTEBAN: ¿Qué tal? Bienvenidos y bienvenidas a nuestras historias.
JAES: ¿Cuánto tiempo puede un niño guardar un secreto? Quizás, si le convencemos de que es cuestión de vida o muerte, si le decimos que es absolutamente fundamental que nadie lo sepa nunca, ese secreto pueda durar ochenta años. Sin importar cómo golpee la vida, quién vaya y quién venga, cómo cambie el mundo, un secreto es un secreto.
Esta es una historia que conecta dos épocas, una en cada extremo del tiempo. Y ese secreto, escondido al principio en la cabeza de un niño, va a terminar guardado en la memoria de un anciano, con cuidado, con cariño.
DELIA GUARDO: Bueno, pues mi abuelo Paco era un hombre de Castro Cillórigo, que se dedicaba primero cuando éramos jóvenes, adolescentes, de pequeños al ganado y ayudar a la familia en casa...
JAES: «El abuelo Paco», ese es Francisco Verdeja. Ella es Delia, Delia Guardo Verdeja. Francisco se dedicó a todo lo que se hacía en su zona, la comarca de Liébana, en Cantabria. Principalmente ganadería y minería.
DG: Y finalmente montó un taller de carpintería allí en su pueblo, debajo de casa, y hasta que se jubiló se dedicó a ser carpintero. Le gustaba mucho pues las colmenas, las ovejas, pues todo, todo lo que le rodeaba a él ahí en el pueblo.
JAES: Ese pueblo es Castro Cillórigo, y tiene poquísimos habitantes, 35, según el censo de 2024. Calles con cuestas, con preciosas casas los días de sol. En varias direcciones, inmensas paredes de roca anuncian que estamos en los Picos de Europa. Cuando le preguntan por su abuelo, Delia sabe qué decir.
DG: Es amigo de sus amigos. Se podía contar con él para lo que fuera. Si necesitabas algo llamabas a Paco el de Castro y no había ningún problema.
JAES: Se podía contar con él. Quizás se podía contar con que guardase un secreto. Pero Delia también sabe qué es lo que al abuelo y a la nieta les une, un rasgo del carácter
DG: Antes, cuando me has preguntado cómo es mi abuelo, pues yo igual. En ese sentido también me parezco mucho a mi abuelo, en el tema del cazorito, de meterte, de meterte donde no te llaman.
JAES: Esta es una historia de gente metiéndose donde no le llaman. Hace ochenta años y ahora. De gente cabezota, gente que insiste.
DG: Es que toda esta historia de las historias que me contó mi abuelo no vienen, no vienen de un día para otro que un día vas a visitar a tu abuelo y dices «abuelito, cuéntame…». Fue una confianza de mucho tiempo, muchos años…
JAES: Delia quiere entrar en la cabeza de su abuelo. En sus recuerdos, cuando Castro Cillórigo, que era un pueblo muy parecido al de ahora, vivía un tiempo muy diferente.
DG: Pues mira, te contaban que no había ni un alambre en el suelo, que en aquella época no les sobraba nada, que algo de hambre pasaban y que tenían que trabajar muchísimo.
JAES: Como Don Quijote, leer hizo a Delia ser curiosa, atreverse, lanzarse.
DG: Fue a base de leer libros. De repente me empecé a interesar. Me cayó en las manos el libro de los que se echaron al monte y empecé a reconocer sitios que conocía. Empecé a marcarlos, a visitarlos, a pasear. Y se lo iba contando a él.
JAES: Delia empezó a saber mucho sobre esa gente que se echó al monte en Cantabria, esa gente que se echó al monte cuando la Guerra Civil atravesó la región y el bando franquista pasó a controlar la zona. Y ella, Delia, recordaba que su abuelo tenía alguna historia. Algún secreto.
DG: Yo ahora que echo la vista atrás, creo que él estuvo tiempo no preparándome, pero sí queriendo saber hasta qué punto yo era capaz de meterme por la peña a buscar lo que él me estaba diciendo que había allí.
JAES: Francisco sabía que había algo en la montaña, pero se resistía a contarlo. Ni siquiera a su propia nieta. Además, aquella zona es difícil, hay que ir preparado. Y, si puede ser, con compañeros.
JP: El problema de estos caminos, que son pasos de pastores complicados que están muy expuestos a un accidente mortal.
JAES: Exploradores de lo físico, como Jesús Pelayo, y del pasado, como Valentín:
VA: Es decir, hay determinadas esquinas de la historia a las que solo se puede llegar a través del testimonio de la gente que ha vivido.
JAES: Esta es la historia de una nieta y un abuelo, de unos viejos guerrilleros que no podían volver a la sociedad, de un mapa del tesoro, y sobre todo un historia sobre prestar atención y saber escuchar
DG: El mismo día del entierro de mi abuelo Paco, que hubo un amigo de él del pueblo de Vejes, que se acercó a mí y me dijo «Oye, será cabrón tu abuelo, que yo pensé que éramos mejores amigos y nunca me contó nada de lo de la cueva».
JAES: Soy José Ángel Esteban, y esto es Fuera del Radar.
CABECERA | FUERA DEL RADAR. HISTORIAS MÁS ALLÁ DE LA NOTICIA. EN ESTE EPISODIO: UNA CUEVA EN LA MEMORIA
JAES: Cantabria es territorio de cuevas, de eso no hay ninguna duda. Sin ir más lejos, está Altamira, probablemente la cueva más famosa del mundo. En esta historia todo gira en torno a una de ellas, a una cueva, sí, pero por supuesto hay mucho más. Para empezar, es el intento también de atrapar un recuerdo, como hemos dicho.
DG: Son cosas que desde hace 80 años para acá no se habían hablado y que de repente una nieta venga y te diga a tus 90 años oye, y esto, cuéntame estas cosas. Mi abuelo pues al principio dudaba un poco.
JAES: Delia trata de tirar de un hilo, unas pistas que algunas veces su abuelo le había ido dejando. Pero siempre con resistencias.
DG: Porque para ellos también es volver atrás. Es pues no es plato de gusto. Y a mi abuela tampoco le gustaba mucho que me contara cosas con miedo a que yo fuera a investigar o fuera a hacer cosas.
JAES: Hay una complicidad. El abuelo se va ablandando. Se va abriendo y pone a prueba a la nieta. Ella insiste, él cada vez da más detalles. Francisco se da cuenta de que, a Delia, su historia le interesa de verdad.
DG: En un paseo que dimos una tarde por ahí por el pueblo, terminó de llevarme a un sitio y me dijo «Mira, ¿ves aquello? Pues hasta allí tienes que ir».
JAES: Carlos, ¿es esto una búsqueda del tesoro como otra cualquiera?
CGF: Desde luego tiene todos los elementos, pero yo creo que hay muchos más.
JAES: Seguro. Misterios, disparos, amigos y enemigos, peligro de muerte…
CGF: La materia de la que están hechos los cuentos
JAES: Los cuentos reales, en este caso. Adelante.
CARLOS GARCÍA FERNÁNDEZ: Para tratar de llegar al inicio del recuerdo que vamos a perseguir, tenemos que ir a la infancia de Francisco, el abuelo de Delia. Allí vivió algo distinto, fascinante y clandestino. Y esa puerta a otra realidad no estaba muy lejos.
DG: Sí, mi abuelo se veía con ellos en el pajar de casa, porque el desván estaba comunicado por un pasillo y una puerta con el pajar.
CGF: En ese pajar, algunas noches, seguramente muy pocas, un Francisco adolescente mantenía unas conversaciones que, en los años cuarenta, no se podían tener en ninguna otra parte.
DG: Del que más hablaba, era de Santiago. Yo no sé si iría alguno más, porque también hay que pensar que no creo yo que cualquiera de los del monte entre en confianza con un chaval de 14 años que sale de ahí y tú no sabes dónde va a ir, lo que va a contar a quién y lo que podría pasar.
CGF: Eran conversaciones distintas sobre todo por los interlocutores. Francisco hablaba con la «gente del monte»: la gente escondida en el monte, hombres que ya no podían vivir en sociedad después de perder una guerra. Todo estaba en un límite muy tenso, como en cualquier historia de fugitivos.
VA: Esta gente llega al monte por un compromiso político. Ellos sabían que eso luego tenía un coste, es que luego no puedes, cuando cayó el frente, no puedes volver a tu casa.
CGF: Es Valentín Andrés, historiador, y más tarde volveremos a oír su voz, porque además será protagonista. La principal misión de la gente del monte, pues, era no ser encontrada. Y un día, Francisco cometió una temeridad, un error. Se disparó sin querer, en el pajar, jugando con una escopeta que habían dejado allí.
DG: Tuvieron la suerte de que pudieron hacer que no se enterara nadie y venía un médico a curarle a casa. Porque… ¿cómo ibas a contar qué había pasado ahí? ¿Con qué arma se disparó? ¿Dónde está ese arma? Había que ocultarlo todo.
CGF: Santiago Rey, ese guerrillero que entabló confianza con Francisco, le hablaba de su refugio. Una cueva, un lugar mítico que se quedó en la cabeza del chaval durante décadas. Un secreto que no le podía contar a nadie.
DG: Pero lo más importante es que desde casa de mi abuelo y desde prácticamente toda Liébana se ve donde está, se ve donde está la cueva, Ves… Si sabes dónde está, la ves.
CGF: Y Delia empezó a insistir, empezó a hurgar en ese secreto. A animar a su abuelo a que lo compartiera con ella. Y un día sí, finalmente, señaló a una peña, una peña alta, enorme y muy inaccesible.
DG: Sí, pero eso fue hace ocho años. Después, durante esos ocho años, estuve buscando, había indicios, pero nunca llegábamos a resolver lo que decía mi abuelo Paco, que era la segunda cueva.
CGF: Ocho años buscando. Ella habla de «la segunda cueva», porque había una primera. Esa primera cueva ya era conocida. La llaman, sin lugar a equívocos, la Cueva de los Rojos, su acceso es relativamente sencillo. Es el momento de presentar un segundo explorador para nuestra aventura. Jesús Pelayo.
JP: Más conocido como Pelayo entre los amigos. Soy bombero forestal…
CGF: Pelayo, como Delia, es un gran conocedor del monte. De hecho, es buen conocedor de este tipo de escondites.
JP: Es muy difícil. Sí que hemos entrado en bastantes cuevas que que previamente ya hubo gente y ya… ya prácticamente no quedaban restos.
CGF: Por aquel entonces Delia casi había tirado la toalla. Fueron muchos años buscando, y entonces apareció Pelayo en la historia. Gracias a un encuentro fortuito con un amigo común.
JP: Una vez bajaba yo de una cueva de estas y me encontré a este amigo. Y hablando un poquitín del tema, pues me comentó que Delia estaba, andaba detrás de una cueva que el abuelo le había dicho que anduvieron los del monte bastante allá. Y bueno, que todavía no, que la cueva no se conocía.
CGF: Pelayo no se puede quedar quieto, ahí hay algo. Llama a Delia, le ofrece su ayuda. Después va a conocer al abuelo, le escucha, se gana su confianza. Y entonces, forman un equipo. Echan tardes y fines de semana buscando cuevas, repasando la zona todo lo que pueden. Pero es una zona muy complicada, al menos para nuestros estándares.
JP: Pero la mayoría de las cuevas pues eran pasos que estaban al alcance de pastores. Así un poquitín, un poquitín valientes, por así decir. Los pastores, toda la vida, y esta gente de los del monte, la mayoría se habían criado con cabras y ovejas y estaban de andar por ahí.
CGF: Aquella Cueva de los Rojos, también conocida como «La bodega», era la única pista. Una cavidad amplia donde todos los objetos ya habían desaparecido.
DG: Yo, la de la bodega ya la tenía localizada y había estado en ella y había encontrado restos. Lo que pasa es que él me insistía en que «encima, encima, encima y por encima» y yo por encima no veía nada. De hecho necesitabas equipo y gente que sepa colgarse, porque si no te juegas la vida.
CGF: El abuelo insistía: lo que buscan estaba por encima de esa cueva, en algún lugar de la peña.
DG: Bueno, cuando veíamos la cueva desde abajo, cuando nos la señalaba mi abuelo, yo le decía. «Pero cómo voy a subir ahí? Pero si desde aquí se ve todo vertical»...
CGF: Pero Francisco seguía en las mismas. Necesitaba confiar en la determinación de Delia y Pelayo. Seguía las novedades con atención.
DG: Hubo un día que yo cuando ya estaba pachucho, yo cuando le hablaba de Pelayo, siempre pinaba las orejas y ya me miraba como diciendo «Oye, Pelayo, a ver qué novedades tenemos».
CGF: El equipo está un poco desesperado. No encuentran la cueva de ninguna manera.
DG: Y le dije, «es que está Pelayo preocupado porque nos da la pequeña impresión de que se te están olvidando las cosas»...
CGF: No lo recibió bien. Él estaba convencido.
DG: Me echó una mirada extraña e hizo un breve silencio. Y al poco me vuelvo a mirar y me dice «Yo lo que os pude aportar yo, hecho está. Ahora, mirar a ver vosotros lo que hacéis con ello».
CGF: Delia lleva ocho años buscando una cueva. Un secreto que su abuelo había guardado desde que era un niño, y no había querido revelar a nadie. En teoría él nunca estuvo allí.
DG: Yo no sé si él estaría allí o no, yo creo que todo lo que… todo lo que él sabía lo sabía, o por lo menos a nosotros nos lo transmitió como que lo sabía de palabra, porque luego también se reía por lo bajini, ¿sabes? Y no sabía si había estado, si no había estado o si qué.
CGF: Francisco jugaba al despiste. Pero lo que es cierto es que, sea como sea, sabía describir la cueva, incluso con algunos detalles muy exactos.
DG: Sí que nos describió el que la puerta de la cueva estaba sellada con un bidón metálico, con un bidón que ellos utilizaban antiguamente para hacer acopio de agua con unas ramas hacían como una canaleta. Eso es lo que me explicó él. Y desde ahí iba goteando cuando llovía al depósito ese que tenían.
CGF: Los guerrilleros tuvieron que bloquear la puerta de alguna manera, sobre todo por una cosa. Francisco recordaba ver un resplandor algunas noches, que en algún momento cesó.
DG: Que encenderían el fuego un poco para calentarse, calentar algo de comer y apagar el fuego por si acaso. No lo sé, y algún vecino les avisará «Oye, que se os ve de noche el reflejo del fuego».
CGF: Pero por más que lo intentan, Delia y Pelayo no consiguen conectar ese recuerdo con la realidad. Buscan, exploran, y no dan con ello. Es una zona muy escarpada, muy difícil y peligrosa. Un día, estuvieron a punto.
JP: Fuimos y nos acercamos a la bodega, a la de abajo, a la Cueva de los Rojos como la conocían los de la zona. Hemos llegado allí. Delia tenía sospechas de que era una especie de covaju que estaba por encima... Bueno, nos acercamos... Y bueno. Y no, no era esa cueva.
DG: Y volví al «Jo, va a fallecer mi abuelo, voy a perder a mi abuelo y no voy a resolver esto». Ya se te pasan tantas cosas por la cabeza…
CGF: Pero al día siguiente, Jesús vio algo nuevo, algo que aún no había visto.
JP: Tú puedes intuir que hay una cueva. Una peculiaridad de las cuevas de los del monte es que no se ven. O sea, tú ves una repisa en el monte, en una peña, en una pared y tú no ves cuevas. Suele estar con vegetación a la entrada y detrás de esa vegetación hay una cueva…
CGF: Él estaba trabajando en otra cosa, investigando viejos senderos de pastores, pero la curiosidad fue más fuerte.
JP: Estuve mirando la zona de la cueva y nada y vi algo. Que bueno que al poco llamé a Delia y le dije «yo creo que más o menos creo que sé cuál puede ser».
DG: Sí, dice, «Tengo indicios. He visto algo desde más arriba y me parece que no es donde tú vas a decir, pero es cerca».
CGF: Si la cueva avistada por Pelayo era la correcta, Francisco, el abuelo, había tenido siempre razón. Estaba justo encima de la bodega, la Cueva de los Rojos. Pero no era algo que se pudiera ojear en un momento, necesitaban material para acceder. Arneses, cuerdas, cascos. Eso lo hacía aún más fascinante.
JP: Aquí pues sería. El primero que subió… se la jugó. Al igual llevaba un cordel de la época al hombro. Subió a pelo, como se suele decir. Y luego ya igual una vez arriba ya instaló algo y ya bajaban y subían por la cuerda.
CGF: Si es la cueva correcta, nuestros exploradores van a vivir físicamente el mismo camino que aquellas gentes del monte hace más de ochenta años.
JP: No lo sabemos. Pero lo que yo no veo viable es que cada vez que subieran lo hicieran por losa, sin cuerda ni nada.
JOSÉ ÁNGEL ESTEBAN: Delia y Pelayo se preparan. Hacen acopio de equipo. Están esperanzados, creen que pueden, por fin, resolver el mapa, llegar al tesoro, y compartir el secreto.
JP: Y ya volvimos otro día a tiro hecho. Entramos por abajo también, accedimos a la bodega, la Cueva de los Rojos y de la Cueva de los Rojos arriba y… y apareció por fin.
DG: Y sí, era allí mismo, como decía mi abuelo Paco, justo encima.
JAES: Allí estaba. El bidón en la entrada, el signo de que era la cueva que Delia llevaba buscando casi una década.
DG: Yo cuando llegué allí me quedé sorprendida porque es que ya te digo que fue tal cual lo describió, tal cual nos lo encontramos ahí. Por lo menos el bidón, que estaba allí para hacer acopio de agua ,y eso él lo sabía…
JAES: Y tras ese bidón, todo lo demás.
DG: Bueno, con muchísimo cuidado porque es como como lo hablábamos en su día, una cápsula del tiempo. Y te sientes allí, que no es como si fueras el siguiente. Es que eres el siguiente en entrar ahí. Después de que ellos pusieron el bidón, echaran la puerta y no volviera nadie más.
JAES: Delia y Pelayo no están solos del todo. Pueden, por fin, compartir el gran momento con la persona adecuada.
DG: Jolín, cuando llegamos allí yo tenía a mi abuelo en casa, en el ventanal, esperándonos con los prismáticos. Y para mí fue brutal. Además, desde el sitio donde estaba yo estaba viendo la ventana de su casa y le hicimos una videollamada porque fue un momento muy emocionante. De hecho, hicimos captura de pantalla para recordar ese momento enseñándole a mi abuelo. «Mira el bidón. Mira». Abría unos ojos…
JAES: Enseguida volvemos.
PAUSA
JAES: Delia y Pelayo acaban de entrar en una cueva muy estrecha, de acceso casi imposible, y tienen frente a sí una serie de objetos. Hay un baúl de madera con documentos y medicinas, hay un bastón que esconde un pequeño sable…
DG: Me acuerdo que el sable ni le tocamos, o sea, sí, le tocamos para verle, o sea, le levantamos, pero viendo cómo estaba le volvimos a dejar otra vez en su sitio.
JAES: Hay también libros. Por ejemplo: 'El sombrero de tres picos', de Pedro Antonio de Alarcón, o una edición infantil del Quijote. Y también, dos zapatos de mujer.
DG: Con muchísimo cuidado, porque al final es como decía él, ya se notaba mucho de ratones, de polillas, igual alguna jineta, alguna marta o algún bicho que se pueda meter por allí…
JAES: Nuestros protagonistas han encontrado el tesoro. Ahora tienen que elegir qué hacer con él. Los objetos se han conservado relativamente bien.
JP: Y sobre todo, que si los objetos como los libros y estas cosas más frágiles, pues han estado ahí 80 años. Precisamente es porque la cueva tiene un nivel de, o sea, un grado de temperatura y de humedad, pues bastante propicia para esto.
JAES: Otras cuevas, eso sí, han sido saqueadas en cuanto se corre la voz. A Francisco, entonces, le entran dudas.
DG: Se quedó asustado. Le dijimos que íbamos a entregarlo a Patrimonio, que decidiera el Gobierno de Cantabria lo que hacer con ello. Y ya te digo que fue ahí cuando él se asustó. El pasó un par de días preocupado. Igual él decir pues igual tuvo un sentimiento como de a ver qué van a hacer ahora con ello… A ver si he hecho bien o he hecho mal en decir o no decir.
JAES: Sigue contando esta historia… Carlos García Fernández.
CGF: Juanín. Santiago. Machado. Mauro. Alejandro del Cerro. Ramón Manjón. Nombres, algunos muy conocidos en la zona, que pudieron haber estado en la cueva. Determinarlo es muy difícil, hacen falta expertos. Aquí entra en escena Valentín Andrés, el historiador. Como siempre, a través de un amigo común.
VA: Me llamó y me empezó a hablar de lo de la cueva, que tenía que ir a entrevistar al abuelo de Delia, que yo no conocía y además me insistió mucho que sí y me presentó a Pelayo y entonces entre los dos insistieron en que grabara al abuelo.
CGF: Valentín le grabó antes del descubrimiento. Es una labor que hace con una asociación en la que colabora.
VA: Estoy en Desmemoriados, y Desmemoriados un poco, uno de los focos que tenemos es la grabación de testimonios para conservar la historia.
CGF: Esa labor, por supuesto, casi siempre encuentra también resistencias.
VA: Y de hecho cuando hemos encontrado algún rastro de alguien que todavía quedaba vivo, pues impera la ley del silencio por no volver a levantar estas ampollas, porque ya hemos restablecido las relaciones en el pueblo, a pesar de haber sido una víctima de todo esto, prefiero callar porque mis hijos tengan o porque mi familia tenga una vida tranquila en el pueblo, ¿no?
CGF: En cuanto descubren la cueva, Valentín consigue unirse al equipo. Es de los que más sabe de este periodo de la historia de Cantabria.
VA: Y entonces cuando finalmente se desarrolla todo y me dicen bueno, tú vas en este día y vas a bajar, dices «Yo nunca me han colgado por una cuerda 50 metros».
CGF: Cuando supera esa impresión, y tras la caminata de dos horas y el descenso en rappel, llega a la cueva. La sensación más grande, incredulidad.
VA: Y yo recuerdo ahí la escena, estar sentado con José Ángel, al arqueólogo, que no decía otra cosa que «Esto es marciano, esto es marciano», era... En ese momento era imposible poder dar una explicación de qué hacía todo aquello allí, en una pared absolutamente vertical, un agujero y objetos ahí que estaban fuera de sitio, fuera de sitio. Yo miraba el bidón donde iban metiendo las cuerdas, digo. «Pero a quién se le ha ocurrido subir esto aquí?»
CGF: Todo lo que veía le llamaba la atención. Era difícil que no fuese así.
VA: Pues se me se me disparó mucho la adrenalina, pero la adrenalina, el sentido de de empezar a especular, ¿no?
CGF: Los zapatos, los libros, las medicinas. Cada cosa una pista, un hilo del que tirar.
VA: Aquí el trabajo era poner esas caras. Es decir, que cuando fuimos a la cueva no sabíamos quiénes la habían ocupado. Sabíamos por el testimonio de Paco que estaba Santiago, pero no sabíamos si los demás habían estado o no. Entonces, a través de los objetos, es descubrir las caras que había ahí.
CGF: Como colectivo, se sabe mucho de la gente del monte. Valentín estima que en los primeros años, antes del final de la guerra, pudieron ser entre 250 y 500.
VA: Viene la Guerra Civil. Son gente que combate en el frente del lado republicano y luego no pueden volver a sus pueblos. Cuando cae, cuando cae Cantabria, todavía la Guerra Civil está en marcha. La represión está desatada, hay muchas dudas de qué puede pasar conmigo cuando vuelva al pueblo. Y ellos, que son gente de tradición pastoril, duros como piedras, suben por sitios imposibles, y tenían sus apoyos, pues deciden sobrevivir.
CGF: Pero saber algo exacto sobre quién habitó la cueva es mucho más complicado. Un libro de los que encontraron dentro da una pista.
VA: En una de las portadas del libro hay un mensaje que viene a decir algo así: «He venido y como no estáis, ya sabéis dónde me podéis encontrar». Y luego hay una firma muy rebuscada.
CGF: Se obsesionaron con esa firma. Todos creían leer 'Mauro', un famoso guerrillero, pero tras mucho investigar, era la firma de Alejandro del Cerro. Ya tenían un visitante seguro de la cueva. Poco a poco, iban apareciendo esos rostros.
VA: Había un contacto continuo con su gente cercana para conseguir cosas y luego abastecerse en aquellos momentos era muy complicado. Esto exigía mucho movimiento y exigía tener unos lazos sociales y personales para poder sortear esta situación, porque había mucho control social.
CGF: El equipo formado por Delia, Pelayo, Valentín y sus colegas arqueólogos e historiadores, ha cumplido su objetivo.
JP: Nos hemos juntado un equipo que cada uno es de una madre y nos hemos compenetrado y completado entre todos muy bien, y yo creo que ha salido todo perfecto.
CGF: La cueva se bautiza como Treslasbasnás. El Gobierno cántabro se hace cargo de cuidar los objetos, que se exponen y se estudian.
VA: Lo que hemos aportado un poco es la parte científica, es decir, contextualizarlo históricamente, luego que cada uno se posicione como quiera, evidentemente esta gente está en el monte por lo que está, ¿no? Pero un poco es eso, ¿no? No vamos a hacer un discurso panfletario, sino vamos a ceñirnos a los hechos.
CGF: Son conscientes de que todo está imbuido de ciertos mitos, y siempre va a ser así.
VA: Es decir, que si probablemente hubiéramos encontrado una cueva de pastores de la época intacta, desgraciadamente, a pesar de que probablemente históricamente tendría su interés, despierta mucho menos interés.
CGF: Delia tiene todavía una última sorpresa. En uno de sus viejos libros sobre esa «gente del monte», del escritor Antonio Brevers, aparecía una foto. Una foto de tres guerrilleros posando.
DG: Sacaba el libro que me señalaba mi abuelo, muchas veces decía… porque debajo en el pie pone Peña Ventosa. «Es que esta foto tuvo que ser ahí en la cueva, Muy probablemente tuvo que hacer…» y él lo estuvo repitiendo bastante tiempo. Pero son cosas que tú dices. Bueno, todavía no he encontrado la cueva como para saber si esto muy probablemente va a estar en la cueva.
CGF: Francisco, el abuelo, repetía que el pie de foto era incorrecto. Y Delia tuvo una intuición.
DG: Y es que en ese momento fue cuando se me encendió a mí la bombilla. O sea, volví a escuchar a mi abuelo diciendo «Muy probablemente esta foto la hicieron allá arriba en la cueva». Entonces, claro, fue un fue un así, un decir vale, pues voy a subir y por descarte.
CGF: Delia visitó con un amigo los alrededores de la cueva, y no mucho más tarde, lo encontraron: el lugar exacto donde se hizo la foto. Y de esa forma, ahora pueden ubicar a dos famosos guerrilleros en la cueva.
VA: En la mítica foto de la brigada Pasionaria de la puerta de la Cueva, pues cuando subimos no sabíamos que esa foto estaba hecha allí y fue el descubrimiento que hizo Delia. Entonces, a partir de la foto sí, sí, ya sabemos que Machado estuvo. Y estaba Juanín, que no sabíamos que estaba Juanín.
CGF: Y el tercero, probablemente, sea Alejandro del Cerro. Esa foto ha encontrado su lugar. Los nuevos exploradores se tomaron otra foto idéntica, exactamente en el mismo sitio.
VA: Y cómo podemos llegar a conseguir recuperar un espacio a través del recuerdo de un paisano. Y eso es realmente a mí lo que me tiene totalmente, totalmente fascinado. Si no llega a ser por… por este hombre, no se hubiera encontrado la cueva.
CGF: Son recuerdos de un paisano que se conservan porque gente como Delia, Pelayo o Valentín se encargó de buscarlos… y de grabarlos.
[AUDIO ABUELO FRANCISCO] Me contaban que conociste a los del monte… // Sí, les conocí bastante. Sobre todo a Santiago. Que me pegué un tiro en una pierna con la pistola de él.
JAES: Había que grabarlo, para poder escucharlo, y para poder contarlo. Todo termina. El secreto que guardó Francisco más de siete décadas, se había resuelto. Un helicóptero se llevó los objetos, perfectamente preparados por los arqueólogos. Un poco antes, tuvimos que despedirnos.
DG: Y bueno, mi abuelo, dos semanas antes de quedar con los arqueólogos para indicarles las coordenadas del sitio, lo sabía. Y fue esa misma noche, yo estaba… Pasé la noche con él y nos dejó ese día.
JAES: Era la noche del 14 de febrero de 2025.
DG: Para mí fue como decir mi abuela había fallecido hacía poco y para mí fue «Mira, mi abuela se le llevó de la mano porque ellos tenían una cita el 14 de febrero. Digo, yo tenía una cita con los arqueólogos y para seguir con el legado que él nos dejó».
JAES: El día que pusieron a salvo los objetos, cuando rescataron todo, era el aniversario de bodas de los abuelos de Delia.
DG: Yo creo que lo ve... además cuando teníamos el helicóptero ahí encima. Yo tuve una cosa así, hay momentos en los que lo sientes y dices Buah, menuda cómo la hemos... Porque si hubiera estado él desde la ventana de casa diciendo «Mira, mira, pero es que todo esto lo he preparado yo», o yo hubiera ido a casa y se lo hubiera dicho, «¿es que has visto todo el operativo que has movido? A cuenta de eso que decías tú allí que no iba a valer para nada…»
JAES: Un pequeño tesoro, una cápsula del tiempo, y una lección de vida.
DG: Yo creo que se me ha brindado esta oportunidad por todo el tiempo que pasé con mi abuelo. Para mí lo más importante es eso, dar el mensaje de que ha sido posible gracias a todo el tiempo que una persona dedica a estar con una persona mayor… pues aprovecharlos en la medida de lo posible. Y a lo mejor podemos sacar cosas tan maravillosas como esta que hemos conseguido.
JAES: Pues hasta aquí. Esta ha sido una más de nuestras historias de Fuera del Radar, el podcast de periodismo narrativo que va más allá de la noticia. Muchas gracias a Jesús Pelayo, a Valentín, y por supuesto a Delia por contarnos su historia y la de su abuelo Francisco Verdeja, a Carlos García Fernández por escribirla y narrarla, y a José Carlos Rojo y Rafa Torre por grabarla y producirla en Santander. Soy José Ángel Esteban, gracias por escuchar.
Fuera del Radar es un podcast de periodismo narrativo elaborado por los periodistas de las cabeceras regionales del grupo Vocento. La coordinación y edición es de Carlos García Fernández, la producción técnica de Íñigo Martín Ciordia, la mezcla y diseño sonoro de Rodrigo Ortiz de Zárate, y la producción ejecutiva y la dirección, de José Ángel Esteban.

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