La vida, bien entendida, es un camino infinito de aprendizaje. Cuando acaba cada día, la mayor parte de las ocasiones sin darnos cuenta, nos vamos ... a dormir tras haber aprendido multitud de cosas nuevas que nos ayudarán a afrontar mejor preparado el resto de jornadas que el destino nos ponga por delante.
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Aprendemos de lo bueno y de lo malo. Quizás, más de lo segundo que de lo primero. Y siempre, la escucha es una de las claves. Precisamente una de las virtudes que parece que cada día cae más en el olvido en estos tiempos de polarización, salvajismo desbocado y redes sociales nauseabundas.
La ola de incendios que desgraciadamente arrasa este verano buena parte de la península ibérica debe servir también como aprendizaje. Requiere una profunda revisión de los planes de prevención y actuación, algo que los expertos en el cambio climático llevan años pregonando sin que se les haga caso. Evidentemente, implicará un cambio en el mantenimiento y explotación de las zonas rurales, así como una importantísima inversión económica para ampliar los medios de extinción. Es prioritario sentar a debatir a los especialistas, con los ingenieros de montes y caminos al frente, pero también con una importante presencia de representantes rurales, que a nivel técnico saben bastante menos, pero desde un punto de vista práctico y efectivo les dan mil vueltas.
Por supuesto, la presencia política debe ser mínima o inexistente. Ellos están, como han vuelto a demostrar estos días, para lanzarse improperios y escribir 'tuits' propios de neardentales.
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