No pudo escoger mejor sitio Ángel Víctor Torres para brindar su mensaje navideño al pueblo canario: la Casa-Museo Benito Pérez Galdós. Razón: la conmemoración del centenario de su fallecimiento. Comienza un 2021 que, a pesar de los riesgos que sigan existiendo, poco a poco se abre una ventana de alivio tras un curso de pandemia y estragos económicos. De algún modo, estos frentes persistirán; pero se adivina esa consabida luz al final de túnel que también retumba políticamente. Ahora que vamos camino de atravesar el ecuador de la legislatura, Torres no solo puede presumir que ganó las elecciones y se hizo con la Presidencia sino, además, despojó a CC del poder en la que llevaba instalada desde 1993. Y, todo hay que decirlo, una CC que paulatinamente con el tiempo fue desfigurándose con respecto a la de sus inicios que, en su día, protagonizó una expectativa. La CC última, con Fernando Clavijo, era otra cosa. Es verdad, hubo una miniola del PSOE a raíz de la moción de censura de Pedro Sánchez ante Mariano Rajoy. Pero asimismo CC no supo regenerarse en el momento procesal oportuno y, a todas luces, no entendió el ritmo del cambio político al calor de la irrupción del multipartidismo.
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Torres no solo puede consumar el mandato sino que tiene en bandeja reeditarlo hasta 2027. Eso sí, debe alejarse de las tentaciones mesetarias que enclaustran la versatilidad que tuvo el PSOE a son del debate territorial con José Luís Rodríguez Zapatero. Si el PP no hubiera sacado a las calles las mesas petitorias (aquel boicot a los productos catalanes) y llevado al Tribunal Constitucional el texto del Estatuto de Autonomía de Catalunya, sin duda nos hubiéramos ahorrado muchos problemas en esta pasada década. Que el preámbulo recogiese que Catalunya era una nación tenía cobertura en la distinción entre «nacionalidades y regiones» que establece el artículo 2 de la Constitución. No era esta una casualidad sino todo lo contrario: una distinción expresa fruto de la voluntad del poder constituyente. De hecho, entre la entrada en vigor de la norma institucional básica catalana y la STC 31/2010, operó sin problema y sin crear ninguna distorsión en las relaciones dentro de un Estado plurinacional.
Si Torres recrea en Canarias un estilo al PSE-EE que en época de liderazgos sólidos como el de Ramón Jáuregui supo integrar a la izquierda vasquista de Euskadiko Ezkerra, ganará terreno en el campo del canarismo. Si Torres emula al PSC de Pasqual Maragall que defendió el federalismo asimétrico, tendrá a su alcance un largo recorrido institucional. Cuanto más PSC, el canario, más consolidación en las urnas tendrá pues, entre otras cosas, robará el discurso a otros actores. Eso sí, tiene (incluso en el ámbito interno de la organización) escollos a sortear y no se lo pondrán fácil.
Ahora bien, la aritmética parlamentaria, sus posibles, es la que es: si Torres desea repetir el Pacto de las Flores tendrá que cosechar en las urnas la repetición de lo que logró en 2019 o aumentar un escaño hasta los 26. El colchón futuro es evidente: 3 diputados de ASG (La Gomera), 3 de Podemos (Gran Canaria, Tenerife y la lista regional) y 4 de NC (Gran Canaria y la circunscripción autonómica). Ese es el suelo fijo. Nadie puede garantizar que haya más. El resto, hasta los 36 necesarios, tendrá que aportarlos el aruquense. Por eso la otra opción que se antoja viable es un Gobierno con CC como socio secundario. NC no investirá como presidente ni a Clavijo ni a Ana Oramas en una alianza con el PP. Por todo ello, le será factible a Torres otro mandato más allá de que tuviera que cambiar de compañeros de viaje o, quizá, gobernar en minoría. El cronómetro juega a su favor.
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