Hay algo especial en una romería canaria. No importa si es la de Tegueste, la del Pino o la de la Virgen de la Peña: ... lo que se respira no es solo el olor a carne en fiesta, gofio amasao o tomillo fresco, sino una emoción profunda, colectiva, que tiene más que ver con el arraigo que con la postal. Es el orgullo de pertenecer a esta tierra. Y también es una forma de resistencia.
Publicidad
En estos meses de buen tiempo, vuelven las fiestas populares: verbenas, parrandas, bailes de taifa. Las calles se llenan de vida, de gente que no va disfrazada, sino vestida con memoria. Los cuerpos celebran lo que tantas veces se ha querido borrar: que somos un pueblo con cultura propia, que no necesita imitar para existir.
Y, sin embargo, ahí están las instituciones públicas, organizando ferias de abril como si fuéramos una réplica de algún barrio sevillano. Con todos los respetos a las sevillanas y al rebujito —que bien se disfrutan cuando uno viaja—, lo que no tiene sentido es traerlas aquí para desplazar lo nuestro.
Se estima que más del 15% de la población en Fuerteventura es de origen italiano ¿Qué será lo siguiente? ¿La Festa di San Gennaro en vez de San Buenaventura? ¿La Tomatina en Tejeda? Que haya comunidad italiana en la isla no significa que tengamos que cambiar el gofio por focaccia en las romerías.
Publicidad
Nos dicen que es por la economía, por la oferta turística, por 'diversificar'. Pero no es diversificación si lo nuestro se arrincona. No es convivencia si lo que se promociona es lo ajeno mientras lo propio se esconde. A la lucha canaria la quieren llevar al centro de Madrid como símbolo identitario, pero no la incluyen en los colegios para que las nuevas generaciones puedan entrenar, competir y sentirla suya. Hay algo que no cuadra.
Y esto no pasa en una sola isla ni es culpa de una sola administración. Desde Lanzarote hasta La Palma, desde Las Palmas de Gran Canaria hasta La Laguna, se repite el mismo patrón: se juega con nuestra identidad como si fuera un decorado intercambiable. Se homogeniza lo cultural como se homogeniza lo urbanístico, lo laboral, lo turístico. Lo diferente molesta porque no se puede empaquetar.
Publicidad
Pero Canarias ya ha hablado, y lo hizo alto y claro hace apenas unas semanas y varias veces antes, cuando todas las islas salieron a la calle unidas para decir: esta tierra se respeta. No queremos ser un parque temático. No estamos en contra de nadie, pero sí a favor de lo nuestro. Queremos un turismo que venga a conocernos, no a convertirnos en otro lugar.
La juventud también lo tiene claro. Quienes crecimos en estas islas sabemos que el gofio no es solo comida, es historia. Que el baile no es solo folclore, es identidad viva. Que las fiestas no son solo diversión, son comunidad. Hay una generación entera que está buscando cómo reconectar con sus raíces sin caer en la nostalgia ni en el folclorismo vacío. Y lo que necesita no es paternalismo institucional ni promesas culturales en PowerPoint. Lo que necesita es que no le quiten el suelo que pisa.
Publicidad
Porque cuidar nuestras tradiciones no es mirar al pasado, es plantar futuro. Es asegurar que nuestras hijas, nuestros hijos, nuestras amistades, puedan bailar una isa sin que les parezca una rareza, sino un motivo de orgullo. Es defender que en este rincón del Atlántico cabemos todas las culturas, pero que aquí la fiesta empieza con chácaras y termina con timple.
Que nadie nos quite lo bailado. Pero, sobre todo, que no nos quiten las ganas de seguir bailándolo como solo aquí sabemos.
Regístrate de forma gratuita
¿Ya eres suscriptor? Inicia sesión