Los problemas del alma

Aula sin muros, Paco Javier Pérez Montes de Oca ·

Hay lesiones que no se detectan con las radiografías y resonancias magnéticas (...) y cuyos síntomas pueden ser palpitaciones en un corazón sano, insomnio, boca con sabor amargo y mirar al futuro con desesperanza

Tribuna Libre

Las Palmas de Gran Canaria

Martes, 14 de septiembre 2021, 06:57

Tuvo que ser una deportista de élite, la joven gimnasta estadounidense Simon Biles, la que sembrara la alarma y despertara las conciencias, corrieran ríos de tinta, saliera en los telediarios y comentaran los tertulianos en meses veraniegos vacíos de noticias salvo culebrones o las llamadas serpientes de verano. Las autoridades deportivas estadounidenses intentaron encubrirlo informando de que sufría una dislocación en el tobillo, pero ella lo negó diciendo que «sufría una herida en su orgullo». Se reservó participar en una próxima prueba por equipos.

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Fue una llamada de atención a autoridades deportivas y sanitarias y la sociedad de que hay lesiones que no se detectan con las radiografías y resonancias magnéticas sino, que se padecen, sigilosas, muy adentro y cuyos síntomas pueden ser palpitaciones, en un corazón sano, insomnio, boca con sabor amargo y mirar al futuro con desesperanza. Entre otros, forman parte de un cuadro ansioso, depresivo, uno de los motivos de consulta más comunes en clínicas y centros de salud, de lo que no se libran ni deportistas de élite, de cualquier especialidad, altos ejecutivos, políticos desbordados por compromisos y agendas y gentes apremiadas por el paro, las deudas, las incertidumbres que los más frágiles del sistema perciben como que han sido abandonados por las instituciones a orillas del camino de la vida. Sin distinción de clase social y nivel económico muchos se han visto abocados a pensamientos de dejarlo todo y hay quienes lo han consumado con el suicidio.

Una de las mayores causas de muertes, más que los accidentes de tráfico que alcanza a jóvenes de entre 19 y 30 años cuyo número ha aumentado un 30% en los últimos años. Incluso en menores y adolescentes desbordados por el aislamiento la adicción a las redes e Internet a consecuencia de la pandemia. Asociaciones argentinas catalogan al siglo XXI como el siglo de las enfermedades mentales y hablan de la depresión y la incomunicación como la pandemia de la juventud. No hay soluciones milagrosas por aquello de que cada persona es un mundo que arrastra sus gozos y amarguras, pero que cuya contención y prevención, como tema de salud mental, también concierne, implica a las instituciones, cargos públicos y los medios. La gimnasta americana y varios deportistas de relumbrón manifestaron, alguna vez, sentirse agobiados por el peso en el estómago (bien que sabe de esto nuestra cultura isleña cuando habla del «pomo» o «las madres») el nudo en la garganta y «el no poder más» que les impide rendir a tope en su actividad y piden un parón para recibir ayuda especializada.

Colaboran a desterrar el sambenito de que se está loco cuando se pide cita al psiquíatra, neurólogo o psicólogo como se pide turno para el dentista, el otorrino o el especialista de estómago. Para combatir el mal del ánimo bajo o deprimido, el desasosiego hay gente que recurre a brujos, agoreros, videntes y hasta echadoras de cartas. Mas sofisticados e igual de equivocados están los que creen en gurús como A. Huxley que predicó la bonanza del LSD y los opiáceos que los transportan a estados eufóricos de los que, al tiempo, se sale mucho peor de lo que se entró. La toma de medicamentos ha sido uno de los remedios sanitarios más socorridos desde que los famosos «choques» de los manicomios, pautados por la Psiquiatría para cualquier trastorno relacionado con la mente, dejaron paso a los ansiolíticos, entre ellos, el Prozac que muchos calificaron como la droga de la felicidad. Hoy ninguna entidad científica o profesional duda de la importancia de la Psicología como ciencia a la hora de tratar los problemas del alma. A su manera ya lo demostró Freud que creó la primera escuela psicológica para el tratamiento de ciertos desordenes mentales. Sucesivas teorías y escuelas psicológicas y conductuales llevan decenios demostrando su éxito en el amplio espectro de trastornos del ánimo y el comportamiento. Entre otras razones porque los problemas emocionales no solo se medican, sino que se procesan con la ayuda del especialista.

A la salud mental como problema acuciante se refirió, en las Cortes, en medio de tanta diatriba, discusión bizantina y odios viscerales en palabras y gestos, el diputado de Más País Iñigo Errejón y que fue interrumpido por un nada de empático e ignorante diputado del Partido Popular al grito de «vete al médico». Alguna intemperancia de esta clase ya se escuchó en otra ocasión de otra diputada cuando insultó a los parados con aquello de «que se jodan». Luego aclaró y quiso rectificar diciendo que se refería a los del grupo socialista. Igual de mal y malcriada. La salida de tono del diputado ante la propuesta del diputado Errejón fue criticada por la mayoría de los partidos del arco parlamentario y, obvio, profesores, profesionales y personal sanitario de salud mental. También algún que otro compañero de partido, con la sordina que impone la fidelidad al prontuario dictado por los mandos, sus voceros, que dan y quitan cargos y aquello que, también practicó, en su tiempo, el que dijo «el que se mueve no sale en la foto». Las dos universidades canarias han emitido un informe que habla del concepto de la autocompasión, como una manera de cuidarse a sí mismo, después de los efectos nocivos de la pandemia, por el aumento de la ansiedad, el estrés y la depresión.

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Parece que, por estas y otras razones de cuya casuística entienden los profesionales de la salud, se empiezan a tomar medidas y el Plan canario de Salud mental 2019-2023 contempla el aumento de la plantilla de psicólogos, psiquíatras y personal sanitario en los centros de salud. Atención prioritaria a personas frágiles, adolescentes y jóvenes para que no les agarre la melancolía, «bilis negra» para los galenos griegos, la depresión, esa «dama negra» para Schopenhauer que también la padeció y de la que nadie se libra en algún momento de sus vidas. Escribe el filósofo surcoreano Byyung- Chul Han que la depresión es un síntoma de la sociedad del cansancio. De competitividad en busca del éxito, el desmesurado consumismo, la satisfacción inmediata de necesidades que se impone desde la infancia y adolescencia. También ante la incertidumbre del futuro personal y de los hijos. Y una de las pandemias del siglo en un mundo de tan planetaria comunicación por la alta tecnología: la soledad donde ha desaparecido la cercanía y apoyo de las redes sociales de la vecindad. Como síntoma lo que, alguna vez, ha expresado una mujer, ('Solo la mujer llora', es el título de la canción de la cantante Julie Covington) que acude a la consulta de psicólogo: «Doctor, vengo para que me escuche».

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