En esta semana histórica para Telde al rubricarse, con la renuncia ayer de Héctor Suárez, la primera alcaldía compartida del municipio que devolverá la semana que viene el bastón de mando a Carmen Hernández, como teldense agradezco la normalidad y saber estar de nuestros representantes. Hablo de esa cordura que debería darse por hecho pero que uno termina celebrando viendo el percal que se forma en el Congreso de los Diputados o los antecedentes de otros pactos en la ciudad de los Faycanes.
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Suárez acaba con elegancia -había quienes vaticinaban una intentona de última hora para mantenerse en el poder el resto de la legislatura- un mandato que empezó trágicamente con el fallecimiento del pequeño Abimael en las fiestas de San Juan, obligándole a los dos días de alcalde a suspender las celebraciones, le siguió una pandemia que trastocó todos los planes y ha tenido que lidiar -igual por falta de cintura o previsión en las negociaciones- con el cierre del Paco Artiles-. Pero también se aprovechó del trabajo anterior de NC para estar en la foto de las reaperturas de las escuelas infantiles, las nuevas oficinas municipales o las obras de la carretera de Melenara. Y, sobre todo, en el ansiado fin del plan de ajuste con el pago de toda la deuda.
Golpes por un lado, alfombra roja por el otro. Más debes y protagonismo desmedido según sus opositores, y 730 días en las que dotó de una estabilidad maravillosa a opinión de CC. Lecturas hay, como siempre, de todos los colores. Pero la realidad es que con sus aciertos y errores cumplió con lo pactado demostrando que en política las diferencias se pueden dejar a un lado en beneficio del pueblo.
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