EFE
Tribuna libre

240 años de la bandera de España y la mar

Juan José Laforet

Las Palmas de Gran Canaria

Viernes, 23 de mayo 2025, 22:42

La Armada, como no podía ser de otra manera, ha tenido el acierto de dedicar su VI Jornada Histórica, este mes de mayo de 2025, ... a conmemorar el 240 Aniversario de la aparición de la vigente Bandera Nacional, una 'bandera que vino de la mar', como señala el propio lema de la Jornada, pues esta bandera roja, amarilla y roja, fue decretada por Carlos III, un 28 de mayo de 1785, como enseña de la Real Armada Española. Una bandera diseñada para que los barcos españoles pudieran ser reconocidos adecuadamente en la mar.

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Un aniversario que es un marco más que adecuado para rememorar y reflexionar sobre la oportunidad y los visos de modernización que traía aquella propuesta, con la que, en un mundo naval convulso y cambiante a finales del siglo XVIII, era necesario que la flota tuviera una seña de identidad clara y bien conocida. Una Jornada que en sus ediciones anteriores se dedicaron a otros temas tan trascedentes para la propia historia de la Armada, como de España en general, donde Canarias, con sus principales puertos, también tuvo mucho protagonismo en gran parte de esa historia naval. Así, si la primera la dedicó al 783 aniversario del hecho histórico que forma parte de las raíces de la moderna Armada española, la rotura del puente de barcas de Sevilla por la Armada de Ramón Bonifaz, las siguientes, entre 2021 y 2024 estarían dedicadas a 'La Batalla de Lepanto' a 'La primera vuelta al mundo', a 'La Marina de la Ilustración' y a la 'Marina de Aragón', temas y conferencias que también tuvieron una destacada presencia en Las Palmas de Gran Canaria

Esta bandera naval, «…que en adelante usen mis buques de guerra de bandera dividida a lo largo en tres listas, de las cuales la alta y la baja sean encarnadas y del ancho de cada una de la cuarta parte del total, y la de en medio amarilla…», según reza la Real Orden dada en Aranjuez, surgió de un concurso de diseños, de cuyo resultado inicial se escogieron doce propuestas que el prestigioso marino Antonio Valdés y Fernández Bazán presentó al ilustrado monarca Carlos III. Entre ellas se escogió la segunda, una decisión sobre la que se han argumentado diversos y dispares motivos. Pero si bien los colores elegidos, «encarnado y amarillo» fueron muy usados y comunes en la heráldica y las enseñas de Castilla, León, Aragón y Navarra, como señala el coronel de Infantería de Marina José Fernández Gaytán, en su trabajo 'Las Banderas de la Marina de España',«…no es posible asegurar que fuera este el motivo de la elección; se cree que lo que influyó en el ánimo del monarca fue la facilidad para distinguirlos a grandes distancias, e incluso también la calidad y el coste de la lanilla que se empleaba para su confección…». Lo que habla de una decisión absolutamente técnica, de una enseña que no se establecía para representar a ninguna casa real o dinastía, o a una parte u otra del territorio nacional. Una bandera que debía identificar bien a unos buques que, en la mar, más allá de nuestras costas, en puertos extranjeros, llevaban la representación de una nación en su conjunto. Nuevas disposiciones de los años 1786 y 1793 ampliarían su uso a plazas marítimas, sus castillos, sus arsenales, cuarteles, astilleros, observatorios, escuelas y otras dependencias que dependieran de la Armada.

En este 240 Aniversario se debe recordar que, para Canarias, para sus puertos, fue verdaderamente una 'bandera que vino de la mar', una bandera que facilitó enormemente aquella vigilancia constante a la que a finales del siglo XVIII aún se sometían las islas, que mantenían muy presente el acoso constante de piratas, corsarios y armadas extranjeras, así como de buques cuya presencia no se identificaba con ninguna procedencia o propósito. Además, fueron años en los que navegaron, en aquellos primeros buques que portaron esta enseña, destacados marinos oriundos de Canarias, como puede ser los casos de los tenientes generales de la Armada Domingo de Nava Grimón y Porlier y Pedro Tomás de Mesa y Baulén, o de los jefes de escuadra de la Armada Domingo Francisco Monteverde y Rivas y Rafael Clavijo y Socas. Sin olvidar la presencia a bordo de jóvenes guardiamarinas isleños como Ignacio-José de Cerpa y Manrique de Lara (Gran Canaria), José de Matos y Berdugo de Alviturria (Gran Canaria), Lorenzo de Urtusaustegui y Lugo (Tenerife), Marcos de Betancourt y Molina (Tenerife), Agustín Monteverde y Benítez de Lugo. (Tenerife), Domingo de Mesa y de Wandenhede (Tenerife) o Salvador Clavijo y Miranda (Lanzarote), que también alcanzaron grados y honores importantes en la Armada.

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La Guerra de Independencia hizo que esta bandera de la Armada se desembarcara, llevándola como seña identitaria de su nación aquellos marinos e infantes que se vieron en la necesidad de batallar en tierra, algo que fue secundado por muchas otras tropas e, incluso, partidas de paisanos que combatían al francés. Un hecho que contribuyó a enraizar aún más aquella bandera como enseña identitaria de España en su conjunto. Las Cortes de Cádiz en 1812 también la tuvieron, por obsequio que les hizo el diputado liberal y sacerdote Diego Muñoz Torrero, algo de lo que debió ser testigo el diputado por Gran Canaria, y presidente de aquellas Cortes en 1813, el guíense Pedro José Gordillo y Ramos, quizá el primer político isleño que presidía una alta institución de España bajo esta bandera que ahora cumple 240 años.

Sería en 1843, por una Real Orden de 13 de octubre firmada por la reina Isabel II, cuando esta bandera pasaría a ser la enseña oficial del Estado, debiendo ondear no sólo en buques y establecimientos militares, sino en todos los edificios oficiales de la nación, tanto en sus fachadas, como en sus salones oficiales. En Las Palmas de Gran Canaria tardaría en ondear en su edificio principal, pues había sufrido un pavoroso incendio el año anterior y tanto el Ayuntamiento, como la Audiencia, junto a otros servicios que se acogían en aquellas Casas Consistoriales de la Plaza de Santa Ana, debieron trasladarse a otros edificios, como el del antiguo convento de San Agustín. Sería después de 1870, como se puede contemplar en las fotografías más antiguas que se conservan, cuando ya ondeó allí la Bandera Nacional, que también se colocó en el salón de plenos. Sin embargo, notas de prensa dispersas de los primeros periódicos de las islas, muestran como la bandera nacional esta presente y era importante en el mundo marítimo isleño, como la aparecida en el Boletín oficial de la Junta Superior Auxiliar del Gobierno en la Provincia de Canarias, curiosamente del 15 de octubre de 1843, que señalaba como «con rumbo de Tenerife se acercaba al puerto de La Luz un buque del país con bandera nacional y blanca al tope», o como el Boletín oficial de Canarias, del 28 de mayo de 1849, a propósito de la botadura de un importante buque en Tenerife, resaltaba como «cuando al lado del pabellón Español, honra de los mares en días más felices, cuando al lado de ese pabellón de inmortales recuerdos…». Pero mucho antes, en 1809, el Correo de Tenerife publicaba, de forma muy resaltada, una «composición del célebre poeta D. Juan Bautista Arriaza», dedicada a las 'A Las Banderas Inglesa y Española cruzadas en el tedero de la sala en que el General Nava (Gaspar María de Nava Álvarez) convida a los comandantes Ingleses', y que comenzaba al ver «Así enlazadas , y jamás opuestas / las Britanas Banderas y Españolas…», como resaltando la importancia que en aquellas horas tenía una enseña propia de toda la nación.

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Esta conmemoración, auspiciada por la Armada en su VI Jornada Histórica, debe trasladarse al conjunto de las instituciones oficiales y de la sociedad civil, y aquí en Gran Canaria y Tenerife tendrá una prevalencia y un significado mayor, al coincidir con las celebraciones este año de la Semana de las Fuerzas Armadas. Si el artículo 2º de la vigente Constitución señala que ella misma «se fundamenta en la indisoluble unidad de la Nación española, patria común e indivisible de todos los españoles, y reconoce y garantiza el derecho a la autonomía de las nacionalidades y regiones que la integran y la solidaridad entre todas ellas», lógico es que se tenga una enseña que reconozca esto, y ella es, como señala el artículo 4º, la que «está formada por tres franjas horizontales, roja, amarilla y roja, siendo la amarilla de doble anchura que cada una de las roja», esa enseña que tiene su origen en aquella que hace 240 años llegó por la mar, sobre todo a estas tierras, mares y puertos de Canarias.

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