Por deméritos propios, en todas las instancias, está descendida la UD. Y el desenlace me atrevo a decir que se venía barruntando y asumiendo por ... buena parte de la sufrida afición desde hace meses. Incluso durante el espejismo de finales de otoño. Es lo que hay.
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Guste o no, el representativo no ha dado para más. No obstante, al menos puede quedar el consuelo de acabar habitando la antepenúltima plaza. El puesto puede invitar a disfrutar de beneficio si llegara a prosperar alguna situación rocambolesca como la acontecida hace justo una década, cuando el Éibar acabo manteniéndose, a costa del descenso administrativo del Elche.
Y para los que tenemos una cierta edad, cada final de temporada es recurrente que se nos venga a la memoria el disparate de 1995, cuando Sevilla y Celta fueron descendidos en los despachos a Segunda B; circunstancia que provocó enormes reacciones sociales. Acabó el proceso en patujada, tras decidirse dejar en papel mojado los documentos rubricados, pasando la competición en la campaña posterior en Primera a contar con 22 equipos.
Supongo que el argumentario del caos ha debido ser objeto de análisis en la cúpula del club. Y así es como se llegó el viernes a un panorama donde de por medio había una supuesta infracción en la alineación que el Sevilla dispuso el martes en el choque ante la entidad que Miguel Ángel Ramírez encabeza. Posible consecuencia, un cisma gordo, con opciones de prolongarse días, que al final no cuajó.
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Y en paralelo a la incertidumbre, en liza un partido crucial. Apartando cuitas en los despachos, para el Leganés es a todo o nada. Para la UD, pues según se mire. Y que así sea, con una estratégica cortina de humo de por medio, es probable que el domingo a la tarde quede opacado el fundido a negro cosechado sobre el verde y en la planta noble amarilla.
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