Hay gente para todo
«Esa gente que aprovecha la invasión de este agresor invisible, sin patria ni ideología, para resucitar el guerracivilismo»
Gaumet Florido
Trabajamos frente a un Mercadona y cuando ya lo del coronavirus empezaba a apretar, desde la redacción éramos testigos privilegiados de clientes arremolinados a las puertas del negocio desde primerísima hora. La gente se tiró a lo loco a comprar. Como posesos. Carros llenos. Los había que se los llevaban a pares. Y nosotros los mirábamos con cierta displicencia. Arramblaban con todo. Estanterías vacías. ¡Pues zasca al canto! Ahora ellos tienen la despensa llena y a mí me toca hacer cola, a veces, por una simple barra de pan. En la calle. Al sol. A un metro del que me precede. Y, encima, cuanto accedo, hay otra vez estanterías vacías. ¿Las esquilmaron? No. El súper ha reducido su oferta. Unos lo llamaron alarmismo injustificado. ¿O fue quizás instinto de sabiduría popular?
También al principio, cuando el virus apenas asomaba su colita por el lejano oriente, la gente, siempre tan dada a los extremos, se lanzó a las farmacias, cual lobo hambriento, a atiborrarse de mascarillas, guantes e hidrogeles. Los compraron del tipo que quisieron, a precios que hoy parecen de risa. Y los gobiernos, los portavoces sanitarios y nosotros, los periodistas, que, como no puede ser menos, hemos de informar de fuentes autorizadas o expertas, hicimos un llamamiento a la calma. Que no hacía falta. Que solo valía para contagiados. Otro zasca. Ahora no hay quien dé con una mascarilla y mi gobierno nos recomienda usarlas cada vez que salgamos a la calle. A mí solo no. A 47 millones de españoles. Y fleta aviones para comprar a precio de robo esas mascarillas de las que aquellos supuestos primeros descerebrados se surtieron a demanda. La cosa ya huele a mercado negro. Más de uno se hará de oro.
Pero también es verdad que parte de esa misma gente, de nuestra gente, la que es capaz de darnos estos zascas, es la que, después de salir a la ventana a aplaudir a los sanitarios, cuelga en el tablón de anuncios invitaciones inadmisibles al enfermero del bloque para que, a ser posible, se mude mientras ande mezclado con positivos; es esa misma gente que adopta perros como salvoconducto para tener licencia de paseo mientras mis hijos, y los suyos, les mira desconsolados desde la ventana; o es esa misma gente que aprovecha la invasión de este agresor invisible, sin patria ni ideología, para resucitar el guerracivilismo y el odio al chino. En fin. Gente.