Estos días hemos asistido con sorpresa al tremendo impacto que ha tenido en Canarias, y particularmente en Gran Canaria, el paro convocado por el servicio ... de 'handling' de Iberia en España. A los serios trastornos que ha podido provocar a miles de pasajeros canarios a los que les cancelaron sus vuelos en plena época de vacaciones navideñas o que, como mal menor, se vieron con sus maletas atrapadas en los pasillos de los aeropuertos, se le suma el daño significativo que puede acarrear para la imagen de unas islas que viven del turismo y que tienen precisamente en el transporte aéreo su principal conexión con el resto del mundo.
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De entrada, y antes de cualquier consideración, creo que debe ir por delante todo mi respeto al derecho fundamental y constitucional de los trabajadores a declararse en huelga. Dada esa premisa de partida, también habría que asimilar, por tanto, con cierto estoicismo, que todo paro laboral conlleve molestias a terceros. De no ser así tampoco tendrían sentido.
Ahora bien, partiendo de estos anclajes y dado que hablamos de servicios tan esenciales, uno se pregunta si no cabría apelar a la responsabilidad social de unos y de otros para evitar que se tense tanto la cuerda. Y en este caso en particular, a la empresa, a Iberia, si damos por bueno el planteamiento de los trabajadores, que achacaron el recrudecimiento del conflicto laboral a la negativa de la compañía a sentarse siquiera a dialogar y negociar.
Han tenido que pasar cuatro días, cientos de vuelos cancelados y miles de viajeros afectados para que Iberia haya accedido a sentarse. Una empresa debe respeto a sus trabajadores y también a sus clientes.
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