El programa que el Ayuntamiento de Telde dedicó este año a la conmemoración del Día Internacional de la Mujer Rural tuvo el acierto de poner ... el foco de atención mediática en el cultivo del berro, tan identitario como casi extinto. Identitario, no porque haya marcado la economía de las islas, como sí lo han hecho, en diferentes etapas, la agricultura de la caña de azúcar, la vid, el tomate o el plátano, sino porque ha formado parte de nuestra gastronomía a lo largo de buena parte de nuestra historia, muy recurrido y muy consumido, sobre todo, en potaje.
Publicidad
Lo cierto es que en Telde, al menos durante el siglo XX, no solo dio de comer, sino que creó paisaje. La comarca de La Solana y del Valle de San Roque, en las medianías teldenses que miran a Valsequillo y a Santa Brígida, aún conserva en sus laderas escaleras de bancales subdivididas en icónicos tajos que durante décadas criaron esta planta tan sana y tan apreciada.
De esa postal verde queda un bonito reducto en la finca de Roxana Orellana y Francisco Verde, en una de las laderas del Lomo del Rayo. Pero el fruto de los desvelos de esta pareja de valientes se antoja un oasis en medio de un valle en el que ya son demasiadas las berreras secas. Con todo, Telde puede darse con un canto en los dientes. En Firgas ya no tienen ni eso. Solo les queda la fama y el recuerdo. Una pena.
No parece de recibo que algo tan nuestro esté a merced de los atropellos del mercado, de la ley del más fuerte, que en la agricultura siempre es el intermediario. Orellana y Verde no deberían subir más cuestas que las de su finca inclinada. Para aquellos que sudan por lo de aquí, qué menos que dejarles el camino llano.
Regístrate de forma gratuita
¿Ya eres suscriptor? Inicia sesión