Varios sacerdotes españoles, meses atrás, conectados en una tertulia online. «Bienvenidos a la trinchera humilde de Cristo Rey, a la contrarrevolución hispánica, a la defensa ... de la tradición católica, yo también rezo mucho por el Papa para que pueda ir al cielo cuanto antes», suelta uno de ellos. «Yo también me uno a las oraciones del padre Gabriel por el santo padre», le secunda otro. «Somos muchos con esa intención», apostilla un tercero. «Pues a ver si rezamos más fuerte».
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Javier Milei, cuando aún no presidía Argentina y, por tanto, previamente a su reconciliación pública con el Papa Francisco, decía esto: «El Papa, sí, lo voy a decir de frente, es el representante del maligno en la Tierra, ocupando el trono de la casa de Dios, ¿vos sabía que el Papa impulsa el comunismo? Habría que informarle al imbécil ese que está en Roma que defiende la justicia social, que sepa que es un robo y va contra los mandamientos».
Santiago Abascal, líder de Vox en España, tampoco hace tanto. «Las opiniones del ciudadano Bergoglio me parecen respetables, pero evidentemente no las comparto, creo que a Dios lo que es de Dios y al César lo que es del César».
El periodista Eduardo Inda, en una tertulia con Ana Rosa Quintana. «El Papa es un papa comunista y es el representante del diablo en la Tierra, es el antipapa». Otro periodista, Jiménez Losantos, en su programa en esRadio: «Maldito sea, arderá en el infierno, odia a España y odia el catolicismo».
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Un Papa no está exento de crítica, claro que no, pero digo yo que una cosa es eso y otra diferente insultarle, menospreciarle pese a su cargo o, directamente, desearle la muerte. A ver si al menos le dejan descansar en paz.
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