No parece que sean estos buenos tiempos para la diferencia. Corrijo: no para la diferencia, sino para ser cada uno lo que es. Lo digo ... porque el concepto de 'diferente' ya presupone que hay algo que es lo 'normal', de manera que quien se sale de eso se instala en la 'diferencia', lo que conlleva cierta 'anormalidad'. Y no debiera ser así... pero lo es.
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El párrafo anterior viene a cuento de la decisión de un Ayuntamiento madrileño de suspender la representación de la obra de Virginia Woolf 'Orlando'. El revuelo se ha limitado a ciertos ámbitos culturales y un reducido círculo político, quizás porque 'Orlando' no es 'El Quijote' y Woolf no es Cervantes. Pero el conocimiento general no es un medidor de la gravedad de los hechos:que se cancele una representación teatral por motivos ideológicos es algo grave y preocupante. Porque son puertas que se abren y por las que se acaba colando todo. En Alemania el siglo pasado hacían piras con libros políticamente incorrectos; en la China de los años 60 hacían desfilar por las calles con carteles ignominiosos al cuello a los 'condenados' por el nuevo giro del maoísmo; y en Valdemorillo alguien con poder se indigna porque se va a representar una obra en la que el protagonismo recae en un Orlando que empieza siendo hombre y un buen día decide ser mujer. Curioso, por cierto, esto de la capacidad de indignarse: si se trata de un personaje que es hombre y una mañana se despierta convertido en cucaracha, como el Gregorio Samsa de 'La metamorfosis', o si es un tipo aparentemente normal que deriva en asesino, como el Raskolnikov, de 'Crimen y castigo', de Dostoievski, pues no pasa nada: pero de hombre a mujer, o viceversa, se ve que es delito mayor.
Ahora ya sabemos que sí hay quien teme a Virginia Woolf, pero no en sentido metafórico, sino en el real. Ylo malo no son los miedos de cada cual, sino que el pavor de quienes reciben cierto poder les permite convertir su fobia particular en decreto ley de obligado cumplimiento. Si fuera que el concejal, consejero o ministro no quiere leer a Virginia Woolf y devuelve sus libros cada vez que alguien le regala uno, pues ahí termina el asunto. Pero que deseen convertirse en el censor que decide qué libro leemos el resto, qué obra vemos y cuál no, qué cuadro podemos contemplar y cuál se guarda bajo siete llaves... y así en todos los campos de la cultura, solo significa dar pasos hacia atrás en la historia.
Cualquier tiempo pasado no fue mejor y muchos fueron manifiestamente peores. Cuidado con olvidarlo.
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