Del director

La fiesta del título

Francisco Suárez Álamo

Las Palmas de Gran Canaria

Martes, 16 de julio 2024, 23:02

Después de ver la Eurocopa y los partidos de España de principio a fin, más algunos de otras selecciones que supuestamente tenían cierto pedigrí, confieso ... que vi de principio a final la celebración de la selección tras su paseo triunfal por las calles de España. A fin de cuentas, todos tenemos nuestro punto friqui y el mío incluye estos 'espectáculos', algo así como performances que ayudan a veces a entender la sociedad que nos envuelve.

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Confieso también que hubo momentos en que esbocé alguna sonrisa y otros muchos en que sentí vergüenza ajena, pero entiendo que en esto no hay un listón que objetive la valoración. Sobre todo cuando uno veía en la pantalla que en la plaza de Cibeles y en sus alrededores no cabía un alfiler y que, a juzgar por las imágenes, los asistentes se lo pasaban en grande.

Eché en falta cierta épica en el relato de la celebración. Porque no fue fácil lo que consiguieron y tampoco será que veamos un éxito similar mañana o pasado. Lo saben mejor que nadie seguramente franceses, alemanes e ingleses, que acudieron a la Eurocopa con la vitola de favoritos y que vieron como iban cayendo ante una selección española integrada por jugadores que en muchas ocasiones eran desconocidos para los Maldinis que pueblan la galaxia de supuestos expertos del balompié mundial.

Pero también creo que a unos chicos jóvenes -en su mayoría, porque había algún veterano- que llevan un mes encerrados en un hotel, con su vida girando en torno a una pelota, tampoco se les puede pedir más. Se les pone en bandeja una fiesta retransmitida a todo el país y se comportan como lo haría seguramente cualquiera en su entorno más íntimo, rodeado de amigos o familiares al acabar una barbacoa. Dicho eso, creo que hubo una parte más institucional de la celebración en la que hubo cosas evitables. Para empezar, el protagonismo de un presidente de la Real Federación Española de Fútbol que sigue investigado por la justicia y esperando que se confirme una inhabilitación por largo a tiempo, y continuando con las caras de pocos amigos exhibidas al acudir al palacio de la Moncloa. Jugadores que tanto saben de cómo ser valientes deberían tener presente que la cortesía no se aparca en función de las preferencias de cada cual. Y dicho eso, quizás lo que hay que replantearse es ese ceremonial de recepciones, una práctica que se aplica también cada vez que un equipo gana un título. Los triunfos deben ser dedicados a la afición, que es de lo que iba la fiesta en Cibeles, y todo lo demás sobra.

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