Al ministro de Política Territorial y Memoria Democrática, Ángel Víctor Torres, le tocó este jueves, por enésima vez, pagar los platos rotos que quiebran otros. ... Por aquello de ser el responsable de la coordinación estatal con las autonomías, le endosaron la tutela del comisionado para la gestión de la dana de Valencia y al final el hombre elegido ha salido 'rana'.
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Al alba de este jueves se hizo formal su dimisión. José María Ángel da su brazo a torcer tras una explicación previa de la oscura historia de su currículo que dejaba entrever que el hombre no tenía escapatoria. Como siempre en estos casos, solo él y quien finalmente le dijo que tenía que marcharse saben cómo se precipitaron los acontecimientos, pero se intuye que le instaron a marcharse antes de una destitución por la vía de la indignidad, todo ello con prisas porque Pedro Sánchez está haciendo las maletas para sus vacaciones en La Mareta y quiere ir ligero de equipaje -o sea, con el menor número de muertos posible en las alforjas-.
Más allá de que la historia de este comisionado efímero es la de un país donde la picaresca es parte de nuestra cultura y ha contaminado incluso las esferas de la gestión pública, me quedo con la inutilidad de ese cargo. Cuando un Gobierno no sabe muy bien qué hacer para resolver un asunto, se inventa la figura de un comisionado. Y siempre aparece alguien dispuesto a asumirlo.
En esta España descentralizada, un comisionado del Gobierno central es claramente un brindis al sol, un apunte de gasto más en las cuentas del Estado sin garantía de retorno efectivo. Es más: si se trata de un comisionado dedicado exclusivamente a gestionar las políticas de todos los ministerios hacia una sola autonomía, como era el caso, ¿para qué existe la Delegación del Gobierno? Lo mismo cabe decir del comisionado 'ad hoc' que se inventó el presidente valenciano en un intento de salir del trance del Ventorro. En ese caso, lo justificó argumentando que era preciso contar con alguien ajeno a la política, como si las trágicas consecuencias de la riada fuesen consecuencia de la existencia de partidos en esta democracia nuestra y no de una gestión manifiestamente mejorable (e irresponsable):la suya.
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Como a rey muerto, rey puesto -o reina-, a las pocas horas de anunciarse el cese ya había relevo. Zulima Pérez sustituirá a José María Ángel, suponemos que después de que alguien mirase al trasluz el currículo de ella para evitar más sorpresas. Pero seguimos en lo mismo: otro brindis al sol.
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