Hay ocasiones en que una derrota acaba siendo una victoria. Es lo que ha ocurrido con la flotilla Sumud: sus organizadores sabían de antemano que ... no llegarían a Gaza, pero sabían también que en lo fallido de esa tentativa radicaría el éxito de su misión, como así ha sido, en forma de clamor mundial contra el Gobierno gansteril de Netanyahu, que no ha sabido o no ha querido calcular las consecuencias de neutralizar militarmente una escaramuza pacífica y al fin y al cabo simbólica. Bien. Al hilo de esto, resulta curiosa la actitud del PP madrileño, en su exótico empeño por situarse a la derecha de la ultraderecha. «Ya se han dado el baño.
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Ahora subvenciones para chiringuitos, para el teatro, para el cine. Ya han hecho su agosto», según la casi inconcebible presidenta Ayuso, cuyos mecanismos mentales van siempre por delante de los de las personas corrientes y cuyo sentido de la lógica resultaría peculiar incluso en el País de las Maravillas al que fue a parar la niña Alicia. (La Historia de la Humanidad le debe, eso sí, una frase lapidaria: «Me gusta la fruta», que aún no entiende uno cómo no ha sido incorporada como lema heráldico al escudo de la comunidad madrileña, con el añadido tal vez de la imagen de una pera o de un plátano… pero nunca de una sandía).
Por su parte, se ve que el señor Serrano no es el segundo de la presidenta por casualidad: «Son gentuza», según catalogó a quienes boicotearon la vuelta ciclista. Seguimos, pues, en la lógica irrefutable: no es gentuza quien extermina a un pueblo, sino quien protesta por ese exterminio. Tampoco va mal el portavoz del PP en la Asamblea de Madrid cuando define la expedición como «batucada por el Mediterráneo» ni el presidente de la Cámara cuando se refiere a la palestina como «banderita».
Muy chistoso está el PP madrileño, y eso es buena señal, ya que la gente bienhumorada despierta confianza y simpatía y, de paso, equilibra un poco la preocupación de muchos por la deriva que está tomando el mundo. Un intelectual ultracatólico y ultraconservador acaba de regalarnos su punto de vista moral: él aplaudirá que Israel deje de matar palestinos únicamente cuando Hamás libere a los rehenes.
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Mientras tanto, que se aguanten. Se ve que el quinto mandamiento es un precepto flexible: «No matarás… a menos que la gente a la que mates haya hecho rehenes a algunos de los tuyos». Por otra parte, para zanjar la polémica en torno al genocidio sí o genocidio no, bastaría con consultar el diccionario de la Real Academia: «Exterminio o eliminación sistemática de un grupo humano por motivo de raza, etnia, religión, política o nacionalidad». Tan sencillo, en fin, como eso.
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