El papa Francisco es acusado recurrentemente por algunos expertos en materia económica de tratar de justificar un discurso ideológico marcadamente izquierdista basándose en una interpretación personal de la Biblia. En el libro «Esta economía mata» de Andrea Tornelli y Giacomo Galeazzi, publicado el año 2015, se puede leer el siguiente párrafo: «Marxista, comunista y pauperista: las palabras de Francisco sobre la pobreza y sobre la justicia social, sus frecuentes llamamientos a atender a los necesitados, le han granjeado críticas y a veces acusaciones explícitas llenas de dureza y sarcasmo». En esta línea, sin que se aprecie sarcasmo en sus palabras, el profesor Jesús Esteban ha publicado recientemente un artículo titulado «Las lecciones que debería conocer el Papa antes de despreciar el capitalismo y el libre mercado», en el que, en mi opinión, saca de su contexto una frase del Papa que transcribo: «hoy en día, la multiplicación de los bienes no resuelve los problemas sin una justa distribución. Me viene a la mente la tragedia del hambre». En ese mismo artículo, afirma el autor citado que gracias al capitalismo en apenas dos siglos, las personas que viven en pobreza extrema han pasado de suponer el 90% de la población mundial a prácticamente el 10%. Tendríamos que preguntarnos que se entiende por pobreza extrema; el autor la define, en conformidad con los parámetros comúnmente aceptados, como vivir con menos de 1,90 dólares al día.
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Volviendo al libro de Tornelli y de Galeazzi, los autores incoan una pregunta al Papa: «La frase de la Evangeli gaudium que ha impresionado más es aquella sobre la «economía que mata»… El Papa responde: «Y sin embargo, yo, en la exhortación Evangeli gaudium, no he dicho nada que no esté contenido en las enseñanzas de la doctrina social de la Iglesia… Existía la promesa de que, cuando el vaso estuviera lleno, se desbordaría, y los pobres se beneficiarían de ello. Ha sucedido, en cambio, que cuando está lleno, el vaso mágicamente se agranda. Y así no se desborda nada para los pobres…, y esto no significa ser marxista. Quizá quien ha hecho este comentario no conoce la doctrina social de la Iglesia, y, en el fondo, tampoco conoce tan bien el marxismo».
No comparto las críticas del profesor Esteban y de otros expertos economistas, ni tampoco las ideas del teólogo metodista Daniel M. Bell, recogidas en su libro «La economía del deseo», en el que expone su opinión sobre la radical incompatibilidad entre el capitalismo y el cristianismo. Afirma Bell que el neoliberalismo capitalista no se opone a la asistencia social ni a la filantropía privada, siempre que no interfieran con el mercado. Dice que esta última, como sucedáneo de la caridad cristiana, se dedica más bien a limpiar los trapos sucios y a adormecer la adopción de soluciones morales fundamentales. Un comentario más extenso sobre este ensayo se puede leer en un artículo de Juan Manuel de Prada titulado «Caridad y capitalismo», publicado recientemente en ABC.
Toca ahora ver de forma muy resumida qué dice la doctrina social de la Iglesia, esto es el corpus de documentos doctrinales que inauguró León XIII con la encíclica Rerum novarum en 1891 y que tratan principalmente de la justicia distributiva. Me limitaré a citar algunos documentos relativamente recientes. En 2004, el Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia presentó en dos densos números su visión acerca de las finanzas contemporáneas. Reconoce que el desarrollo actual no habría sido posible sin la evolución experimentada por los mercados financieros. También avisó del riesgo de crisis financieras y señaló el hecho de que el volumen de transacciones financieras hubiera superado enormemente el volumen de transacciones de la economía real: «Si la creación de lo que ha sido definido «el mercado global de capitales» ha producido efectos benéficos, gracias a que la mayor movilidad de los capitales ha facilitado la disponibilidad de recursos a las actividades productivas, el acrecentamiento de la movilidad, por otra parte, ha aumentado también el riesgo de crisis financieras. El desarrollo de las finanzas, cuyas transacciones han superado considerablemente en volumen, a las reales, corre el riesgo de seguir una lógica cada vez más autorreferencial, sin conexión con la base real de la economía». Pontificio Consejo Justicia y Paz, Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia. CDSI, 368. Transcribo también el primer párrafo del número 369 del Compendio: «Una economía financiera con fin en sí misma está destinada a contradecir sus finalidades, ya que se priva de sus raíces y de su razón constitutiva, es decir, de su papel originario y esencial de servicio a la economía real y, en definitiva, de desarrollo de las personas y de las comunidades humanas. El cuadro global resulta aún más preocupante a la luz de la configuración fuertemente asimétrica que caracteriza al sistema financiero internacional: los procesos de innovación y desregulación de los mercados financieros tienden efectivamente a consolidarse solo en algunas partes del planeta. Lo cual es fuente de graves preocupaciones de naturaleza ética, porque los países excluidos de los procesos descritos, aun no gozando de los beneficios de estos productos, no están sin embargo protegidos contra eventuales consecuencias negativas de inestabilidad financiera en sus sistemas económicos reales, sobre todo si son frágiles y poco desarrollados». En el número 21 de la encíclica Caritas in veritate de Benedicto XVI encontramos una referencia sobre los efectos perniciosos sobre la economía real y la sostenibilidad a medio y largo plazo «de una actividad financiera mal utilizada y en buena parte especulativa». Se trata de una desviación que transforma medios de por sí buenos en perniciosos y que requiere un marco normativo adecuado para atajarla. CV, 36 y 65. Afirmar el fracaso del mercado parece demasiado general, puesto que al final sucede lo que con todos los instrumentos, depende del uso que hagamos de ellos. Benedicto XVI afirma: «La economía y las finanzas, al ser instrumentos, pueden ser mal utilizados cuando quien los gestiona tiene solo referencias egoístas. Por eso, no se deben hacer reproches al instrumento, sino al hombre, a su conciencia ética y a su responsabilidad personal y social» CV, 36. El papa Francisco en su intervención ante la Asamblea General de las Naciones Unidas el día 25 de septiembre de 2015 se refirió a la necesidad de una mayor equidad y, en concreto, la exigió a los organismos financieros y los grupos o mecanismos especialmente creados para afrontar las crisis económicas. «Esto ayudará a limitar todo tipo de abuso o usura sobre todo con los países en vías de desarrollo. Los organismos financieros internacionales han de velar por el desarrollo sostenible de los países y la no sumisión asfixiante de estos a sistemas crediticios que, lejos de promover el progreso, someten a las poblaciones a mecanismos de mayor pobreza, exclusión y dependencia».
Miguel Ángel López Lozano, Universidad del Atlántico Medio
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