El diputado

DEL DIRECTOR ·

¿Tiene derecho un parlamentario a ir de cena?

Francisco Suárez Álamo

Las Palmas de Gran Canaria

Jueves, 2 de marzo 2023, 23:22

Entre los efectos perversos del caso Mediador, me quedo sobre todo con la demonización de la vida política y la carnaza que encuentran los que sostienen que los políticos son unos vividores, unos golfos que se enriquecen, que además se van de juerga cuando toda España tenía que mantener las distancias y horarios escrupulosos para retirarse de las calles... Un discurso, por cierto, que conecta con aquel de la 'casta' que impulsó en su día Podemos, y lo menciono porque este partido es de los que más callado ha estado en este asunto. Un silencio que entristece porque hay por medio servicios de prostitución y se acerca el 8-M, de manera que creo que se ha echado en falta que el partido morado, abanderado de la defensa de la mujer, se haya posicionado con beligerancia ante la ocurrido. Si Juan Bernardo Fuentes hubiese sido del PP o de Vox, creo que la reacción habría sido otra. Pero allá cada cual...

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Volviendo a lo del diputado, la generalización es peligrosa. Además de injusta. Y me empieza a preocupar que estemos ante una ola de moralina a medio camino entre lo inquisitorial y el calvinismo. Los diputados son personas y también follan. Lo escribo así de crudo porque, con la misma sinceridad con que lo dijo el actor que ganó este año el Goya por su papel de discapacitado (que lo es) que reivindica su derecho a mantener relaciones sexuales, también sus señorías tienen genitales y están en su derecho de utilizarlos. Como dice la canción de Mecano, «el matiz viene después»... Porque Fuentes y compañía se pueden acostar con quien consideren siempre que sea mayor de edad la otra persona y lo haga por propia voluntad; si lo hacen con servicios de prostitución, entonces ya entramos en otro campo, pero si resulta que el pago por esa contraprestación sexual va a cargo de empresarios que esperan recibir un trato de favor, evidentemente sí que es otro el cantar. Y esto último no es que lo cuente Marco Antonio Navarro en una de las entrevistas que ahora da a diestra y siniestra, sino que aparece corroborado por los investigadores al servicio del juzgado instructor.

Pero vuelvo a la ola de moralina que se avecina. ¿Tiene derecho un parlamentario a ir de cena? Por supuesto. ¿Puede invitarlo un tercero a esa cena? También por supuesto. Otra cosa es que el parlamentario se pregunte si esa invitación es la antesala o la consecuencia de algo más.

El caso Mediador debe servir para acabar con ciertas prácticas pero no para resucitar a Torquemada. No convirtamos el Congreso en un monasterio de clausura. Porque incluso ahí se peca.

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