Imperio y la jura de Leonor
Normal entonces que, hace escasas semanas, desde el mundo de la Magistratura afeara a Pedro Sánchez sus neoyorquinas declaraciones en cuanto a que «una crisis política como la de Cataluña nunca debió judicializarse»
Cómo pudo alguien, nacido en 1920, llegar a predecir que el sistema educativo del siglo XXI se estructuraría en torno a la interconexión, la rapidez ... de las consultas, la autonomía energética de las máquinas y la ingente cantidad de información a disposición de cualquiera, a la increíble distancia de un solo 'click' de ratón?
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Isaac Asimov, célebre escritor de novelas de ciencia ficción, fallecido en 1992, representa (porque una voz de su calibre nunca se apaga) a toda esa serie de mentes privilegiadas, capaces de viajar en el tiempo para explicarnos en el presente, y conforme a experiencias evolutivas del pasado, los avatares que acontecerán en el futuro.
Con muchas de sus escenas rodadas en varias de nuestras maravillosas islas, una de sus primeras novelas, 'Fundación' (1952), ha sido ahora fantásticamente traída a la pantalla por una de las plataformas televisivas de referencia. Girando su trama, en resumidas cuentas, y en traslación metafórica de la caída del imperio romano, en torno a un grupo de exiliados en el ocaso del imperio galáctico, y su afán por salvar a la humanidad y reconstruir la civilización. Con el personaje de 'Imperio' como líder absolutista que aplasta cualquier amago de rebelión.
A vueltas con el 'aceptamos amnistía como animal de compañía', -eufemística e irrisoriamente camuflado bajo expresiones o reflexiones del tipo (en palabras del actual ministro de la Presidencia, Félix Bolaños) «superar la tensión insoportable de octubre de 2017, con el objetivo de establecer un nuevo marco de concordia, convivencia y respeto para mirar al futuro»-; y por aquello del imperio (de la ley), no está de más replicar a continuación las palabras recientemente pronunciadas por el Presidente del Tribunal Superior de Justicia de Cataluña.
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«La ley, o es general o no es ley. Las leyes son aprobadas, pueden ser reformadas y también derogadas por quien únicamente tiene autoridad para hacerlo, el Poder Legislativo. Pero durante su vigencia, las leyes obligan por igual a todos los que se hallen en territorio español, incluidos los jueces. La Ley obliga a todos por igual, incluido al Estado. Y nadie puede colocarse por encima de ella, o pretender eludir las consecuencias de su vulneración». Añadiendo, además, que «cualquier intento de interferencia en el ejercicio de las atribuciones asignadas al Poder Judicial, ni es legítimo, ni es democrático».
Normal entonces que, hace escasas semanas, desde el mundo de la Magistratura afeara a Pedro Sánchez sus neoyorquinas declaraciones en cuanto a que «una crisis política como la de Cataluña nunca debió judicializarse». Porque yo (él, claro) lo valgo. Cual personaje Imperio absolutista. Ahora ya con pavoneo desde Granada, ante el resto de líderes europeos, y sin rubor ni eufemismos, con su «(la amnistía) es una forma de superar las consecuencias judiciales de lo que se vivió en España».
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A mí no me representa. Porque tengo muy presente lo ocurrido en Cataluña el 1 de octubre de 2017. Y porque, sin respeto a la Justicia, y sin la clara observación de la separación de Poderes (Ejecutivo, Legislativo y Judicial), ¿qué nos queda, y hacia dónde vamos?
En Zaragoza, cientos, cientos y cientos de personas se han echado a la calle para saludar y vitorear a los soldados cadetes de la Academia General Militar, durante el acto de ofrenda a la Virgen del Pilar, y en la víspera de su Jura de Bandera. Con especial atención e interés, lógicamente, por la Princesa Leonor de Borbón.
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En Madrid, el próximo 12 de octubre, Día de la Hispanidad, se podrá comprobar nuevamente cómo, al margen de las preferencias políticas de la ciudadanía en general, la sociedad española quiere seguir conviviendo en el marco de estabilidad institucional y social que, con sus virtudes y defectos –siempre corregibles-, nos proporciona nuestra Constitución Española de 1978. Ratificada –que no lo olvide Sánchez- por TODO el pueblo español el 6 de diciembre de aquel año. Constitución Española que, recordemos ahora que se aproxima nuestra Fiesta Nacional, en su artículo primero establece que
1.1 España se constituye en un Estado social y democrático de Derecho, que propugna como valores superiores de su ordenamiento jurídico la libertad, la justicia, la igualdad y el pluralismo político.
1.2 La soberanía nacional reside en el pueblo español, del que emanan los poderes del Estado.
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1.3 La forma política del Estado español es la Monarquía parlamentaria.
Continuando el artículo segundo –conocedores todos nosotros de que 'ho tornaran a fer'- con la clara disposición relativa a que «La Constitución se fundamenta en la indisoluble unidad de la Nación española, patria común e indivisible de todos los españoles, y reconoce y garantiza el derecho a la autonomía de las nacionalidades y regiones que la integran, y la solidaridad entre todas ellas».
Atendiendo a los preceptos constitucionales, y en ocasión de la próxima mayoría de edad de S.A.R. la Princesa Leonor, será el próximo 31 de octubre en que cumple 18 años, cuando Leonor de Borbón jure la Constitución ante las Cortes Generales, en el Congreso de los Diputados.
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Solemne y simbólico acto constitucional, respecto al cual los partidos soberanistas Esquerra Republicana de Catalunya (ERC), Junts per Catalunya (JxCAT), EH-Bildu y Bloque Nacionalista Galego (BNG) han anunciado ya que no asistirán y que plantarán a la Princesa en su jura de la Constitución.
Ello, a pesar de la insistencia y justificación de Sánchez en cuanto a la 'normalización institucional'. Y a la verborrea del infame argumentario en torno a la amnistía («equipo nacional de opinión sincronizada» lo ha denominado el periodista radiofónico Carlos Herrera) como el esgrimido por el ministro Bolaños, ya reseñado anteriormente: «establecer un nuevo marco de concordia, convivencia y respeto para mirar al futuro».
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Lo bueno de la futurista 'Fundación', la serie basada en la novela de Asimov, es que acaba como debe acabar: con el sentido común materializándose en presente. Porque ahora mismo, los 'exiliados' no son los prófugos de Waterloo. Sino que, al igual que en la novela, somos los más de 40 millones de españoles, de uno u otro signo o preferencia política, los que nos negamos a que 'Imperio' nos lleve a la extinción.
Por muchos años luz a los que nos parezca estar distantes respecto al punto final de tamaño disparate.
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