Que nadie crea que con este título recurro al insulto para calificar, nada menos, que a todo un periodo de la historia de la raza ... humana. Si bien la RAE define el término idiota como 'tonto o falto de entendimiento' y 'engreído sin fundamento', utilizándose como adjetivo o sustantivo y aplicándose claramente como una ofensa, parece que no siempre fue así.
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Por lo visto, en la antigua Grecia, la sociedad que pasó a la posteridad por inventar la democracia moderna, la vida pública tenía una enorme importancia. Los ciudadanos que no mostraban interés ni cualidades para actuar en bien de la comunidad eran llamados 'idiotes', término proveniente de 'idios', que significa 'privado' o 'particular'.
Es decir, que aquellos que solo se ocupaban de sus asuntos y no de los de la colectividad eran considerados idiotas, lo que, en cierto modo, también podía considerarse como 'inútil'. Quizá por eso, al derivar al latín, se fue imponiendo este otro significado y la cosa comenzó a percibirse como un agravio. Visto el uso que hoy le damos a esa palabra, yo diría que a los griegos no les faltaba razón.
Me viene a la memoria, en referencia a esta interpretación del término, una excelente película francesa titulada 'La cena de los idiotas'. Seguramente todos damos por hecho que los idiotas a los que se refiere la historia son los hombres buenos, inocentes y un tanto simples que son invitados a cenar por un grupo de amigos con la intención de ridiculizarlos y reírse de ellos.
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Pero, visto el resultado, ¿podría ocurrir que los verdaderos idiotas fueran los que organizaban el encuentro y no sus víctimas, al fin y al cabo personas humildes y sin malicia? Habría que preguntarle a Francis Veber, su creador, no sea que hayamos sido engañados todo este tiempo como 'idiotas'.
Pero volviendo a su etimología, me fascina pensar cuán joven y lozana debía ser aquella nueva forma de gobierno llamada democracia, para que los griegos no permitieran que unos idiotas entraran en ella a corromperla. Había que pensar en dirigir los destinos de toda una población, por lo que los asuntos particulares y aquellos que buscaran en la política un beneficio propio no tenían cabida en el sistema. Suena en estos tiempos tan inocente que me cuesta hasta escribirlo sin sentirme un poco 'idiota'; pero sí, parece que un día fue así.
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Ahora, por desgracia, hemos dejado morir aquel romántico legado. Aunque hay personas dedicadas a la política con la vocación heredada de aquellos lejanos días, la coraza que la protegía y sustentaba se ha ido resquebrajando con los siglos, y se nos ha colado por sus costuras un ejército de idiotas.
Me parece que ya es tarde para remediarlo; la política se nos ha podrido hasta el hueso. Visto el orden mundial y la catadura de los que lo manipulan, creo que podemos decir, sin temor a equivocarnos y sin ánimo de ofender, que vivimos en la era de los idiotas.
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