Por la petición de un tercero, hace unos días estuve rebuscando entre fotos antiguas y en varias de ellas parecía Manuel Sánchez, Manolito para todos en Ingenio. Guitarra en mano, timple en mano o bandurria en mano, solo o acompañado de unos cuantos vecinos y amigos, en algunas siendo apenas un adolescente y otras ya un joven talludito... Y alguna acompañado de su hermano Blas, que luego adquirió fama internacional como compositor e intérprete, tanto con la guitarra española clásica como con la guitarrarpa de su creación.
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Esta semana se apagó la música de Manuel Sánchez y se apagó su sonrisa casi permanente, pero sospecho que no se apagará su recuerdo. Es lo que sucede con la buena gente: dejan una huella indeleble en vida que se mantiene cuando se han marchado.
Para la historia queda su condición de cofundador de Los Cochineros, grupo folclórico que paseó el nombre de Ingenio y que tuvo a bien sacar pecho ante un gentilicio que a algunos les parece irrespetuoso. Pero es que así se escribió la historia del pueblo y Manolito fue un embajador de su villa natal allí donde iba. Todo eso con la humildad de siempre, que mantuvo pese a los aplausos y los reconocimientos.
Por su manos pasaron varias generaciones de músicos, a los que enseñó lo que sabía y no le importó reconocer que muchos tenían mayor potencial que él. Es una cualidad que no siempre se da en el mundo de la docencia, pero que Manolito tenía de manera innata.
Poseía, además, una facilidad para animar cualquier encuentro solo con coger el timple. Quedan en el recuerdo unas cuantas noches de viernes en el antiguo local de la avenida de América o en garaje de El Burrero, en torno a un enyesque de pata de cerdo, y donde media docena de mayores recordaban anécdotas del pasado, desde la rondalla de la infancia y el estricto maestro que la dirigía, a las actuaciones en teatros y auditorios. Allí, Manolito oficiaba de timplista y lo mismo se arrancaba con una folía que con una isa y marcaba el paso para que el resto, supieran o no de música, se dejasen llevar.
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La condición de Hijo Predilecto de la villa se la ganó a pulso, aunque la recibió con la sencillez de siempre. Supongo que se le recordará en la próxima edición del Festival de Folclore y en actos varios porque se lo debe el pueblo y se lo deben sus vecinos. En un mundo donde cuesta encontrar buena gente, hay que saber despedir a los que lo son y se van.
Descanse en paz.
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